Proceso a un trabajador excesivo

Un directivo de Thomson es acusado de imponer sus maratonianos horarios a más de 1.000 ejecutivos

El mártir de la patronal francesa se llama Bernard Rocquemont y era hasta hace unos meses el PDG (presidente director general) de Thomson-RCM, la filial del gran grupo armamentístico especializado en radares y en sofisticados sistemas electrónicos de bloqueo y contraataque. Rocquemont, sin embargo, no vio venir el golpe de la denuncia sindical que le ha llevado al banquillo de los acusados por "ejecución de trabajo clandestino". Contra lo que pueda pensarse, el elegante directivo, hoy elevado a PDG de Detexis, nueva compañía surgida de la entente entre Thomson y la telefónica Alcatel, no está ...

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El mártir de la patronal francesa se llama Bernard Rocquemont y era hasta hace unos meses el PDG (presidente director general) de Thomson-RCM, la filial del gran grupo armamentístico especializado en radares y en sofisticados sistemas electrónicos de bloqueo y contraataque. Rocquemont, sin embargo, no vio venir el golpe de la denuncia sindical que le ha llevado al banquillo de los acusados por "ejecución de trabajo clandestino". Contra lo que pueda pensarse, el elegante directivo, hoy elevado a PDG de Detexis, nueva compañía surgida de la entente entre Thomson y la telefónica Alcatel, no está acusado de haber explotado a trabajadores inmigrantes sans papiers (indocumentados), a quienes la necesidad obliga tantas veces a aceptar cualquier trabajo, cualquier salario. Lejos de eso, sus teóricas víctimas componen un ejército de 1.300 ingenieros y cuadros altamente especializados que trabajaban a sus órdenes, con un sueldo nada desdeñable, en el lujoso santuario tecnológico francés de la futura guerra electrónica situado en Elancourt, alrededores de París, en un edificio ultramoderno y futurista concebido por Roger Taillebert, el creador del Parque de los Príncipes de París y de la Ciudad Olímpica de Montreal. Una mañana, el patrón de Thomson-RCM se encontró a los inspectores de Trabajo hurgando en su despacho, y este alumno aventajado de la Sup-Elec, o sea, de la Escuela Superior de Ingenieros Electrónicos, de los tiempos en los que, como él dice, "la gente se zambullía en el trabajo para hacer carrera", pasó a ser conocido como "el PDG de las 8.000 infracciones" y también, indistintamente, "el PDG de las 45 horas semanales". Ésa fue, efectivamente, la media semanal de horas que los ingenieros y cuadros de Thomson-RCM realizaron a lo largo de 1996 y parte de 1997.

A la pasión por el trabajo que profesa Rocquemont -y no sólo por el de sus subordinados, puesto que es hombre que predica con el ejemplo-, los inspectores opusieron un celo vigilante tal que hasta la ministra de Empleo y Solidaridad, Martine Aubry, se sintió obligada a moderar. Dada la situación, y a la vista de los tiempos que corren en Francia, con un Gobierno decidido a rebajar de 39 a 35 horas la semana laboral, el brillante alto ejecutivo de Thomson terminó por entender que no podía seguir incrementando el montante de 60.000 horas extras no pagadas, al menos como tales, en su empresa de Elancourt. En diciembre de 1997 selló la paz con los sindicatos con un acuerdo, casi pionero entonces en la reducción del tiempo de trabajo, que estableció semanas laborales de 38,30 horas, la contratación de 80 nuevos empleados para descargar a los ingenieros de las tareas administrativas y la implantación de sistemas de riguroso control que mantienen la empresa prácticamente cerrada desde las 19.00 hasta las 7.15.

El caso es que el fiscal sostiene la tesis sindical compartida por parte de la magistratura de que la ocultación de las horas trabajadas pueden ser asimiladas como "trabajo clandestino". Y ahí tenemos a Bernard Rocquemont, de 56 años, caballero de la Legión de Honor, en capilla, a la espera de un juicio que puede acarrearle hasta 200.000 francos de multa (cinco millones de pesetas), e incluso una pena de dos años de cárcel.

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