Reportaje:

Jordan, el "rey de los anillos"

300.000 personas reciben en Chicago al líder de los Bulls, calificado de motor de la economía

No es un hombre, no es un pájaro, no es una nave espacial, no es Superman... Es Michael Jordan, y su sonriente rostro domina todas las portadas de los diarios y las revistas de Estados Unidos desde que en la noche del pasado domingo consiguió para los Chicago Bulls el sexto campeonato de la NBA en ocho años. Y cómo lo consiguió, damas y caballeros, niños y niñas. Arrebatándole en los últimos segundos del partido la pelota a Karl Malone, volando hacia la canasta de los Utah Jazz y encestando.¿Y este hombre se quiere retirar? Pero si está en plena forma y tiene el mundo a sus pies; si incluso en...

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No es un hombre, no es un pájaro, no es una nave espacial, no es Superman... Es Michael Jordan, y su sonriente rostro domina todas las portadas de los diarios y las revistas de Estados Unidos desde que en la noche del pasado domingo consiguió para los Chicago Bulls el sexto campeonato de la NBA en ocho años. Y cómo lo consiguió, damas y caballeros, niños y niñas. Arrebatándole en los últimos segundos del partido la pelota a Karl Malone, volando hacia la canasta de los Utah Jazz y encestando.¿Y este hombre se quiere retirar? Pero si está en plena forma y tiene el mundo a sus pies; si incluso en este país de creyentes que es EE UU no constituye blasfemia compararle con Dios; si hasta Ronaldo, la gran estrella del fútbol, dice: «Cuando le veo jugar, rompo a llorar». Y ayer, 300.000 personas le dieron la bienvenida en Chicago, aclamándole en un céntrico parque, frente al lago Michigan. Aún quedan esperanzas. Jordan, que ya se retiró una vez del baloncesto para jugar, sin éxito, al béisbol, dijo en la noche en que se colocaba su sexto anillo que se lo pensará, que su regreso a las canchas dependerá de cómo se sienta a lo largo del verano. En realidad, los que le conocen dicen que volverá a jugar con los Bulls, pero sólo si el equipo y el entrenador son los mismos que en los últimos años. Un deseo que choca con el de la gerencia del club de sustituir al entrenador, Phil Jackson.

Veremos. Entretanto, lo que queda es intentar cerrar la boca, abierta en un admirativo pasmo desde el domingo por la noche. Y recapacitar. ¿Cómo es posible que exista alguien así? Inmune a la enfermedad y al desaliento, artista y atleta, hermoso y eficaz, admirado y millonario, genio y buen compañero. Jordan, nacido en Brooklyn (Nueva York) hace 35 años y criado en Carolina del Norte, es el deportista norteamericano más grande del siglo; en su reino sólo caben tipos de la talla del boxeador Muhammad Alí y el beisbolista Babe Ruth.

Jordan podría ser calificado de máquina de encestar si no fuera porque lo hace con una infinita elegancia. Jamás un aparato artificial podrá imitar su manera de andar, saltar, girar, volar... y jamás podrá igualar su inteligencia y esa extraordinaria combinación de competitividad y juego limpio. Pero eso sí, llamar a Jordan una máquina de hacer dinero no es incorrecto. En su última edición, publicada antes de la victoria de los Bulls, la revista económica Fortune consagra al baloncestista su portada. En el interior, un montón de páginas explican que Jordan no es sólo una mina de oro para sí mismo, sino también para todos los que se relacionan con él. Hasta el punto de que Fortune lo considera uno de los motores del buen estado de la economía norteamericana. Jordan, según la revista, ha añadido él solo 10.000 millones de dólares a la economía estadounidense. Gafas de sol, zapatillas deportivas, perfumes, vídeos, cereales, bebidas no alcohólicas, camisas, pantalones, calzoncillos y un montón de productos de consumo llevan su sello. Las zapatillas Michael Jordan se agotan a las 48 horas de ser puestas en las estanterías, y eso que cada par cuesta 150 dólares (unas 23.000 pesetas), mucho más que las demás. Y la película Space Jam , que reúne al deportista y los personajes de dibujos animados de la Warner, ya ha ingresado en todo el mundo 230 millones de dólares.

Jordan es omnipresente en Estados Unidos. No hay niño de dos años que cuando ve su rostro en la tele no pronuncie de inmediato «Michael», y con una sonrisa de alegría en la cara, como cuando aparece Mickey Mouse. Y un total de 100 artículos de periódicos mencionan al menos una vez su nombre cada día, según un recuento de la revista Time, que es una de las muchas que esta semana le dedican su portada.

En la cancha hay que temerle cuando saca la lengua. Entonces va a por todas, a hacer jugadas mágicas en solitario y a dar pases mortales de necesidad. Estos días, tras la proeza ante los Utah Jazz, Jordan no la saca, sólo sonríe. Al comenzar la recién terminada temporada, Jordan dijo que sería la última. Esperemos que un tipo tan perfecto no cumpla su palabra.

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