Entrevista:

"Vamos a hacer una televisión que no existe"

En la década de los ochenta revolucionó la programación de la recién nacida TV-3 con el programa Arsenal, todo un clásico de la vanguardia televisiva; en 1992 volvió a sorprender con las ceremonias de los Juegos Olímpicos, de las que fue ideólogo y director artístico, y dos años después estrenó su primer largometraje, Antártida. Desde hace medio año, Manuel Huerga (Barcelona, 1957) dirige Barcelona Televisió (BTV), la cadena local pública. El viernes, coincidiendo con el pistoletazo de salida de las fiestas de la Mercé, fue padre de su último hijo televisivo, la nue...

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En la década de los ochenta revolucionó la programación de la recién nacida TV-3 con el programa Arsenal, todo un clásico de la vanguardia televisiva; en 1992 volvió a sorprender con las ceremonias de los Juegos Olímpicos, de las que fue ideólogo y director artístico, y dos años después estrenó su primer largometraje, Antártida. Desde hace medio año, Manuel Huerga (Barcelona, 1957) dirige Barcelona Televisió (BTV), la cadena local pública. El viernes, coincidiendo con el pistoletazo de salida de las fiestas de la Mercé, fue padre de su último hijo televisivo, la nueva programación de BTV. Se trata de una oferta singular, una especie de telefórmula, donde lo que llama más la atención es el sistema de píldoras, o pequeños espacios de cinco minutos como máximo, de BTV Magazine, la revista diaria que dura 12 horas.Pregunta. ¿Qué tiene de innovadora la programación de BTV?

Respuesta. Es una fórmula no experimentada en ningún otro lugar del mundo, concebida para la televisión de Barcelona. Sin programas y sin star-system, porque ambas cosas son muy caras. Es un proyecto arriesgado: vamos a hacer una televisión que no existe; abriremos un canal temático cuyo único tema es la ciudad, y además queremos jugar fuerte con el hecho de que somos una cadena pública con la responsabilidad de formar, informar y entretener.

P. ¿Puede hacerse una televisión con un presupuesto anual de poco más de 400 millones?

R. Sí, parece mentira, esa cantidad es, por ejemplo, el presupuesto de una noche de un programa lleno de sorpresas. Nosotros somos modestos. Hace un año la respuesta hubiera sido no, pero la tecnología juega a nuestro favor. Ha aparecido una generación de cámaras videodigitales que, con unos costes razonables, nos permite hacer la televisión que habíamos imaginado.

P. Con esas cámaras, casi del tamaño de una grabadora, los reporteros de BTV son la envidia de sus colegas de otras cadenas.

R. Sí, porque son muy cómodas. Pero, además, nos permiten reinventar la televisión: utilizar la ciudad como plató principal. La inmediatez está asegurada, y también la agilidad y la frescura, porque cuando filmas a la gente fuera de los estudios y sin grandes aparatos se muestra más natural, se desinhibe.

P. Usted insiste en que BTV va a ser una cadena participativa, ¿eso no es muy complicado?

R. En absoluto. Somos una cadena pública y nos estamos esforzando para ponerla a disposición de los ciudadanos: hemos invitado a escuelas, entidades e instituciones a colaborar con nosotros. Además, hemos adaptado sistemas de participación directa, como los videomatones en distintos puntos de la ciudad, donde todo el mundo puede grabar su queja, su denuncia, su opinión... Es un sistema similar al de las cartas al director de los periódicos, que algunas cadenas locales de Estados Unidos y Canadá están empleando con éxito.

P. Los barceloneses pagan tres televisiones públicas, TVE, TV-3 y BTV...

R. Es verdad. Nosotros, como cadena pública, asumimos nuestra responsabilidad. Las televisiones públicas de este país no siempre la asumen y acaban informando de una manera tendenciosa o poco objetiva. Nosotros intentaremos imprimir al medio otro estilo, más desenfadado, menos histérico y, sobre todo, menos institucional.

P. ¿No le sabe mal que BTV sólo pueda verse en Barcelona?

R. No, no me sabe mal... Claro que me gustaría que se pudiera ver en todo el mundo, y eso será posible más adelante con los sistemas digital y por cable, pero será bueno siempre que el interés de los telespectadores de. cualquier ciudad sea el de ver qué pasa en otra ciudad que está lejos. Por nuestra parte, no cruzaremos la frontera geográfica, porque entraríamos en el terreno del todo vale, y no nos interesa.

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