Crítica:

¡Marte ataca!

Hasta hace muy poco, si uno se enganchaba a Tele 5 a últimas horas de la noche corría el peligro de sufrir un proceso de envilecimiento acelerado muy preocupante por cortesía de Tinet Rubira y su programa El puente.La última vez que me quedé pegado a El puente, cual mosca al zurullo, presencié un juicio al padre Apeles en el que una turba de freaks, comandada por Aramis Fuster, procedía al linchamiento del cura de marras. "¡Eres un moñas!", clamaba la adivina. "Pues tú antes de estafar a la gente eras chica de alterne", contraatacaba el mosén. Les juro que esa noche...

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Hasta hace muy poco, si uno se enganchaba a Tele 5 a últimas horas de la noche corría el peligro de sufrir un proceso de envilecimiento acelerado muy preocupante por cortesía de Tinet Rubira y su programa El puente.La última vez que me quedé pegado a El puente, cual mosca al zurullo, presencié un juicio al padre Apeles en el que una turba de freaks, comandada por Aramis Fuster, procedía al linchamiento del cura de marras. "¡Eres un moñas!", clamaba la adivina. "Pues tú antes de estafar a la gente eras chica de alterne", contraatacaba el mosén. Les juro que esa noche me fui a la cama temblando, convencido una vez más de que nuestro planeta, en general, y nuestro país, en particular, vive unos días muy extraños.

Ése parece ser el punto de partida de Crónicas marcianas, el espacio con el que Xavier Sardá intenta que las noches de Tele 5 (de lunes a jueves) sean un lugar al que no dé miedo asomarse. Xavier Sardá, no lo olvidemos, es un hombre que ya ha tenido su ración de irrealidad con Moros y cristianos, el programa que muy pronto herederará Jordi González (¡Dios te ampare, hermano!). Así que ha decidido ponerse el planeta por montera y plantear una perspectiva extraterrestre del mismo.

En su nueva encarnación de marciano a lo Gurb, el entrañable héroe galáctico de Eduardo Mendoza, Xavier Sardá intenta desde el pasado lunes fabricar dos horas diarias de entretenimiento a base de observar a la Tierra con ironía y lo que el llama buen rollo. Loable intención, de cuyos resultados no se pueden extraer conclusiones definitivas basadas en lo visto la noche del estreno.

Xavier Sardá tiene a su favor su propia persona. Es un tipo simpático, que cae bien, que trata decentemente a sus invitados y que nunca toma al espectador por tonto. En su contra, por lo menos el pasado lunes, uno detectaría una cierta indefinición del producto ofrecido, que tal vez se arregle en próximas emisiones: nuestro marciano favorito está aterrizando, y se le puede perdonar que los diferentes segmentos de su primer programa no resultaran excesivamente estimulantes (una entrevista a Maribel Verdú, un debate sobre las crisis de la pareja en vacaciones, una discusión entre un hincha del Barça y uno del Valencia, un paseo en avioneta con Miguel Durán...).

A Xavier Sardá suele bastarle con ser Xavier Sardá para conseguir sus objetivos, pero esta vez ha decidido meterse en la piel de un marciano.

El problema es que el espectador no acaba de saber nunca cuando está ante el Sardá-Sardá o ante el Sardá-marciano. A uno y a otro se les agradece que no hayan optado por esos temas y personajes impresentables que se habían adueñado de la madrugada de Tele 5, pero tal vez se tendrán que estrujar un poco el magín para que sus Crónicas marcianas resulten tan fascinantes como las que se inventó en su momento Ray Bradbury.

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