Crítica:

Ironía o sinceridad

José Manuel Parada ya no está solo en su re¡vindicación de la naftalina cinematográfica española. Aunque en un horario distinto, Tele 5 planta cara a Cine de barrio con El gallinero, programa que permite dar salida a auténticos saldos nacionales de los años sesenta y setenta, con una coartada irónico-posmoderna de la que se encargan Inés Sainz y el Tonino de Caiga quien caiga. El programa se estrenó con El turismo es un gran invento, una de esas comedias de suecas en biquini y cazurros de la España profunda que tan buena fortuna comercial tuvieron hace veintitantos ...

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José Manuel Parada ya no está solo en su re¡vindicación de la naftalina cinematográfica española. Aunque en un horario distinto, Tele 5 planta cara a Cine de barrio con El gallinero, programa que permite dar salida a auténticos saldos nacionales de los años sesenta y setenta, con una coartada irónico-posmoderna de la que se encargan Inés Sainz y el Tonino de Caiga quien caiga. El programa se estrenó con El turismo es un gran invento, una de esas comedias de suecas en biquini y cazurros de la España profunda que tan buena fortuna comercial tuvieron hace veintitantos años. La estrella de la función era Paco Martínez Soria, un actor sin términos medios: o se le adoraba o se le detestaba. Como Jim Carrey, vamos.En la presentación de la película, Tonino Guitián demostró no tener nada que ver con el caricato canadiense. Lo suyo fue una infraactuación rayana en la indiferencia que hacía pensar al espectador que: 1. Se esforzaba por hacer ver que la cosa le traía sin cuidado, y que algo tiene que hacer mientras espera el regreso de Caiga quien caiga. 2. Realmente, le importaban un rábano Paco Martínez Soria, la película de la noche y la audiencia de Tele 5.

Afortunadamente para él, el invitado del programa era una de esas personas a las que les preguntas la hora y te sueltan una conferencia. Nada menos que Jesús Guzmán, el cartero de Crónicas de un pueblo, aquella serie de Antonio Mercero que fue todo un éxito en la España predemocrática en blanco y negro.

Tras ver en acción a Inés y a Tonino uno se pregunta: ¿tiene algo que temer de ellos el gran Parada? La respuesta es no. Lejos de ironías y posmodernidades, Parada se porta como un creyente del mundo que plasma en Cine de barrio. Mientras Inés y Tonino nos ofrecen una mirada cómplice e irónica sobre los horrores del pasado, Parada se regodea en ellos con una sinceridad admirable. A Parada le gustan realmente las películas que nos larga cada semana, y se lo pasa bomba dando conversación a las momias a las que invita a sentarse en su sofá. Inés y Tonino apechugan con lo que les ha caído encima. Las películas de Cine de barrio y El gallinero son intercambiables, pero las presentaciones no: Tonino ha optado por la ironía, Parada por la sinceridad.

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