Crítica:

Los maricas y las mujeres primero

En el naufragio del humor español -sobre todo en televisión-, los maricas y las mujeres son los primeros en ser arrojados por la borda. Arévalo, heredero de la más casposa tradición hispánica del landismo, asume las peores reglas del género en Arévalo y Cía. (Antena 3, jueves a las 21.30), serie de sketches hilvanados a golpe de risas enlatadas, homosexuales afeminados, con más plumas que un avestruz, y mujeres escotadas con las bragas al biés. En esta ocasión, por lo menos en la primera entrega, los cojos y los gangosos se han salvado por los pelos. Enhorabuena, compañeros....

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En el naufragio del humor español -sobre todo en televisión-, los maricas y las mujeres son los primeros en ser arrojados por la borda. Arévalo, heredero de la más casposa tradición hispánica del landismo, asume las peores reglas del género en Arévalo y Cía. (Antena 3, jueves a las 21.30), serie de sketches hilvanados a golpe de risas enlatadas, homosexuales afeminados, con más plumas que un avestruz, y mujeres escotadas con las bragas al biés. En esta ocasión, por lo menos en la primera entrega, los cojos y los gangosos se han salvado por los pelos. Enhorabuena, compañeros.Arévalo y Cía. cuenta, como manda la escuela inglesa (Benny Hill, Rowan Atkinson/ Mr. Bean ... ), con una cuadra de actores Fijos: Javivi, abducido de las televisiones autonómicas, y Pepe Carabias, descriogenizado tras una fructífera etapa en el baúl de los recuerdos, acompañan al gracioso de Arévalo en su larga media hora de chistes viejos: homofobia recalcitrante y misoginia rústica, fruto de una filosofía hispánica que ha dado a la caverna ideas como "el hombre y el oso, cuanto más feo más hermoso".

La realización de la serie, fiel al manual de instrucciones del querido Cinexin, y los decorados, iluminados para dar sensación de cartón piedra según criterios daltónicos, no ayudan a subir el listón de un pésimo guión y de un humor ramplón estrenado sin pena ni gloria para amortiguar supuestamente los efectos de la canícula catódica. Y es que resulta difícil que triunfe un programa de humor cuando da tanta pena.

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