Crítica:DÍA A DÍA

Un cotorreo interminable

Tele 5 le robó a Televisión Española a su estrella de las mañanas, María Teresa Campos, y a su equipo con el sano objetivo de enderezar su maltrecha audiencia de la franja matinal. Por lo visto ayer en el estreno, Día a día puede conseguir eso y mucho más, pero hay que ser el prototipo de espectador de la mañana. Tragarse las dos horas y media de diversión matutina que la señora Campos, su encantadora hija Terelu y un número indeterminado de invitados especiales, amigos de toda la vida y figurantes en general habían preparado no fue nada fácil.El primer problema fue ver el progra...

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Tele 5 le robó a Televisión Española a su estrella de las mañanas, María Teresa Campos, y a su equipo con el sano objetivo de enderezar su maltrecha audiencia de la franja matinal. Por lo visto ayer en el estreno, Día a día puede conseguir eso y mucho más, pero hay que ser el prototipo de espectador de la mañana. Tragarse las dos horas y media de diversión matutina que la señora Campos, su encantadora hija Terelu y un número indeterminado de invitados especiales, amigos de toda la vida y figurantes en general habían preparado no fue nada fácil.El primer problema fue ver el programa entero sin apenas zapear -sólo lo justo para comprobar que la competencia que ejercen Laura Valenzuela y su hija Larita en TVE-1 exhibe un tono más discreto en la forma y en el fondo-, cuando la manera adecuada de ver programas como éste es haciendo otra cosa al mismo tiempo. Por ejemplo, planchar, zurzir calcetines, hablar por teléfono o beberse la botella de colonia.

El comienzo era prometedor: la señora Campos, Terelu, Paco Valladares, Jorge Juste y más gente se pusieron a cantar una acaramelada canción de bienvenida. Pero la cosa enseguida empezó a torcerse. Antes de que me diera cuenta, ya se había liado un guirigay en forma de tertulia en el que los participantes competían para ver quién gritaba más (siempre ganaba María Teresa, por cierto). ¿Los temas? Pues lo mal que están el Papa y Yeltsin, la última salida de tono de Anguita, el maligno recetazo... es decir, temas habituales en cualquier peluquería tratados con igual profundidad.

El pobre Jorge Juste intentaba, tomarse las cosas en serio, pero no le dejaban. Para acabar de impedirlo, María Teresa presentó a Chari Gómez Miranda, doña Chari, aquella señora de los culebrones, para que soltara su exclusiva (en este caso, la fuga de un sacerdote escocés con una divorciada madre de tres hijos).

Después de eso, el cotorreo más radical se instaló en el plató y no lo abandonó hasta dos horas después. En el ínterin, Terelu organizó una manifestación de inmigrantes, creando de este modo el marujeo políticamente correcto; sentaron cátedra colaboradores con nombres como Cuca y Josemi; se colaron estrellas de la casa, como Ana García Lozano, Chapis y Belinda o Emilio Aragón, todos dispuestos a la práctica del autobombo y a hablar más que la señora Campos (imposible).

Hasta que me vi de pie frente al televisor gritando: ¿Quieren hacer el favor de callarse? Nadie hizo caso. Así que -el trabajo es el trabajo- no me moví hasta que José Luis Perales puso fin a la tortura con dos de sus sensibles canciones. Más envilecido que a la salida de Independence day, me arrastré hasta el baño en busca de la colonia.

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