Crítica:'LEY Y DESORDEN'

Patanes con placa

Alto, educado y exquisito, sólo hay un rasgo de Rowan Atkinson en el personaje de Mister-Bean que le ha hecho famoso: una ligera contracción muscular en la boca, un tic, tal vez la causa de su disimulada tartamudez. Ingeniero, antes que actor, Atkinson inició su carrera artística junto al guionista Ben Elton con el que vuelve a formar pareja y al que ayuda en la elaboración de los gags. Le gusta refocilarse en las mezquindades humanas, apoyándose un análisis crítico demoledor de la sociedad británica. Mister Bean, un ser excéntrico y ruin, goísta, infantil, anárquico y de sexualidad enf...

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Alto, educado y exquisito, sólo hay un rasgo de Rowan Atkinson en el personaje de Mister-Bean que le ha hecho famoso: una ligera contracción muscular en la boca, un tic, tal vez la causa de su disimulada tartamudez. Ingeniero, antes que actor, Atkinson inició su carrera artística junto al guionista Ben Elton con el que vuelve a formar pareja y al que ayuda en la elaboración de los gags. Le gusta refocilarse en las mezquindades humanas, apoyándose un análisis crítico demoledor de la sociedad británica. Mister Bean, un ser excéntrico y ruin, goísta, infantil, anárquico y de sexualidad enfermiza (prefiere su oso de peluche y su mini a esa novia a la que humilla), ha dado paso al Inspector Fowley, un tipo pomposo, paternalista, de esos que levantan la nariz al tratar temas y personas que le disgustan (su compañera, una sargento en el sentido literal, le recrimina la falta de achuchones; por lo demás, le tiene dominado).Ley y desorden (Canal +, jueves, 19.00) es una de esas series que entroncan con la prestigiosa tradición del humor inglés: derrocha juegos de palabras, insinuaciones sobre la trastocada vida íntima (sin llegar al extremo vejatorio de Los Ropper), así como una crítica sana de las instituciones: la Banca, el matrimonio, la Universidad y la policía fueron el blanco del primer episodio. Todo un récord en estos tiempos políticamente correctos-que la realización es algo cutrecilla se percibe que todo está en función de] chiste, de la palabra, no de la imagen que lo sustent -, su guión destila ironía de todos los calibres, siendo la más gruesa la empleada para describir esa galería de patanes con uniforme y placa: la agente entusiasta con ideas impracticables, el novato panoli con pluma, el policía duro que añora golpes y secuestros con violencia, el agente pícaro que se aprovecha de su rango para colarse en las colas... Irregular pero con golpes geniales, lo más claro de Ley y desorden es que no es una serie infantil, a pesar de la hora programada, porque las gracias de Rowan Atkinson tienen unas dobles lecturas que sólo los perversos adultos pueden calibrar.

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