Crítica:

Los cipotes de Archidona

Antena 3 tiñe 'Sonrisas de España' de humor chabacano

Apareció el carro robado, el de Manolo Escobar, el de esa España interior que visita Ignacio Carrión. Es un carro catódico, como el furgón del amor de Jesús Puente, pero con aire de teatrillo: los vecinos de un pueblo desfilan por su escenario dejando la vergüenza en casa, pues es este un sentimiento imposible de sobrellevar cuando se va a la casa del éxito warholiano. Archidona quería sus cinco minutos de fama. Tuvo más de dos horas. Y como para llevar los audímetros a lo más alto parece imprescindible que el producto llegue a lo más bajo, Sonrisas de España (Antena 3, lu...

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Apareció el carro robado, el de Manolo Escobar, el de esa España interior que visita Ignacio Carrión. Es un carro catódico, como el furgón del amor de Jesús Puente, pero con aire de teatrillo: los vecinos de un pueblo desfilan por su escenario dejando la vergüenza en casa, pues es este un sentimiento imposible de sobrellevar cuando se va a la casa del éxito warholiano. Archidona quería sus cinco minutos de fama. Tuvo más de dos horas. Y como para llevar los audímetros a lo más alto parece imprescindible que el producto llegue a lo más bajo, Sonrisas de España (Antena 3, lunes, 21.30) se esmeró en su descenso a los infiernos, con un catálogo de aberraciones a cargo de personajes anónimos ajenos a la manipulación de que eran víctimas.Ante la actuación de un espontáneo, no un profesional, la labor de un crítico alcanza, a los ojos de quien recibe la crítica, ni veles de crueldad que asimila con un ataque personal. Pero en estos casos, como ya sucediera en parte con El semáforo, la cruel dad está en la exposición del horror, no en su apreciación por parte del espectador. Es quien selecciona a propósito al mal cómico, al pésimo cantante, al peor actor, quien debe ser consciente de su turbio interés con el uso de la ilusión ajena.

Sonrisas de España busca talentos ocultos. A cambio ofrece un patético desfile de parodias y canciones sazonado de sal gorda: Paz Padilla recreó chistes contra invidentes y obesos ("¿qué hacemos con la gorda asquerosa?", bochornoso remate) y Arévalo, contra cojos y tartamudos. La diferencia sigue siendo motivo de cuchufleta, como lo es la broma escatológica: "Hierbabuena pa'l conejo", decía señalándose el bajo vientre una drag-Rocío Jurado espesita; "¡qué picha más asquerosa tienes, hijo!", exclamaba una drag-maruja casposilla; "tápate, María, que el culo se te ve", cantaba un tal Tonino, remedo espasmódico de Peret; "¡me estoy meando viva!", gritaba una señora poseída por el espíritu de Antonia, la hija de Omaíta (Los Morancos); "claro, Ana, eres una chiquilla, si no serías Ano", acertaba una drag-Carmen Sevilla. Lástima que a José Luis Coll, otrora tan ingenioso, le diera por el machismo ("tu deber como esposa es esperar y sufrir") en lugar de invocar el espíritu burlesco del Cipote de Archidona.

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