Crítica:'HOSPITAL'

Encefalograma plano

Resultan vanos los intentos de la cadena (Antena 3), por evitar las comparaciones en relación con su último estreno. Más que odiosas, son insultantes en casos como el de Hospital (lunes, 22.30), una serie pergeñada -por mucho que digan lo contrario- a la sombra de Urgencias (TVE, hora según el capricho de los programadores), producción de Steven Spielberg y Michael Crichton. Ambas series se centran en intensas peripecias médico-sentimentales, en enfermedades y accidentes, en rivalidades y conflictos profesionales, en emergencias y decisiones capaces de salvar vidas. Pero las seme...

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Resultan vanos los intentos de la cadena (Antena 3), por evitar las comparaciones en relación con su último estreno. Más que odiosas, son insultantes en casos como el de Hospital (lunes, 22.30), una serie pergeñada -por mucho que digan lo contrario- a la sombra de Urgencias (TVE, hora según el capricho de los programadores), producción de Steven Spielberg y Michael Crichton. Ambas series se centran en intensas peripecias médico-sentimentales, en enfermedades y accidentes, en rivalidades y conflictos profesionales, en emergencias y decisiones capaces de salvar vidas. Pero las semejanzas acaban aquí: lo que en Urgencias es ritmo, emoción e intriga es en Hospital lentitud, falsedad y obviedad.Realizado en vídeo, con musiquilla metida con calzador para realzar los momentos patéticamente babosos del melodrama, el episodio piloto, titulado La petición, ofrece una estructura clásica de relatos paralelos urdidos a partir de una trama central protagonizada por los personajes fijos, todos ellos fieles a la tradición del folletín: el médico bueno y honesto, el especialista ambicioso y sin escrúpulos, la enfermera fiel, el doctor ligón... Tampoco faltan las relaciones sentimentales marcadas por la infidelidad o la envidia profesional. Todo de forma previsible y plana.

El tiempo que necesitan los camilleros americanos para evacuar a un paciente de un helicóptero, llevarlo a un quirófano y rematar, la faena de la operación es el que ocupan, en Hospital, los españoles en acceder a las puertas de una ambulancia. El hospital de Chicago es un centro donde los médicos actúan de inmediato, con seguridad, sin disquisiciones con sus ayudantes sobre el diagnóstico; la clínica de Tarrasa ofrece un cúmulo de incompetencias médicas salpicadas de frases pretenciosas: lo que los guionistas obligan a decir a esa pobre paciente con cáncer es casi una crueldad.

Es Hospital una serie de encefalograma plano. Más allá de la total ausencia de sutilezas, no hay personaje que no caiga en el tópico ni situación capaz de sorprender al espectador. La planificación, salvados algunos movimientos de cámara con grúa, no dista mucho de las técnicas del Estudio Uno, incluso en lo más delicado. Como en esas ya míticas funciones teatrales televisadas, todo canta a mentira (las heridas abiertas con salchichas como si fueran vísceras, el chorro de colorante para acompañar una incisión imposible... ), todo es vergonzosamente acartonado y lento. El diagnóstico no podía ser peor.

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