Crítica:

Un quiero y no puedo

Meses atrás, Ramón Colom, director de Televisión Española, hacía interesarse al cronista por lo que él considera "la escuela vasca de presentadores" personajes desenvueltos y campechanos cuyo máximo exponente es Karlos Arguiñano. Patxi Alonso se incorpora a este ramillete de profesionales norteños con El club de los listillos, que Tele 5 estrenó el martes en lo que podemos considerar "la noche de Videomedia" (productora privada que se ha hecho con el prime time de ese día en esa cadena con el concurso y el magazine cómico Viva la banda). Obligado tal vez por el tópico, el...

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Meses atrás, Ramón Colom, director de Televisión Española, hacía interesarse al cronista por lo que él considera "la escuela vasca de presentadores" personajes desenvueltos y campechanos cuyo máximo exponente es Karlos Arguiñano. Patxi Alonso se incorpora a este ramillete de profesionales norteños con El club de los listillos, que Tele 5 estrenó el martes en lo que podemos considerar "la noche de Videomedia" (productora privada que se ha hecho con el prime time de ese día en esa cadena con el concurso y el magazine cómico Viva la banda). Obligado tal vez por el tópico, el nuevo conductor resuelve el asunto, con chistes y bromitas en un discurso tan intenso como gratuito. Puede decirse que Patxi Alonso va de graciosillo más que de listillo, con un tono rústico-campestre que nos hace creer que, en cualquier momento, va sacar a pastar las vacas. Un ejemplo: "Te vamo a poné, hala, una pegatina de infiltrao". El concurso es un quiero y no puedo. Se anunciaba como un espacio para cinéfilos aficionados y no lo es. Parecía que iba a estrenar cortometrajes de jóvenes realizadores y son vídeos con tufillo a sketch, Los avances nos hacían creer que el meollo del asunto era adivinar los finales, y hete aquí que obliga a los concursantes a convertirse en improvisados sabuesos. En el colmo de la pretenciosidad, ¿o era sólo una broma?, El club de los listillos se nos presenta como "el programa más sorprendente de todos los tiempos".

Tal vez a la caza del efecto Pepelu aparece además un tal George, pedante mayordomo que deja un buen rastro de aceite entre adivinanza, adivinanza, qué pluma escondo en la panza. Mención especial para los guionistas por resolver la situación con un "¡cómo está el servicio!" que sólo puede escucharse ya en boca de Paco Cecilio en un programa tan vanguardista como La revista.

Lo peor del asunto es que la idea parecía, a priori, atractiva y original. Los resultados son decepcionantes: ¿por qué no son cortos de cine?, ¿por qué se oculta el nombre de quien dirige y escribe los vídeos?, ¿por qué se da más cancha al presentador que a las producciones dramáticas?... Tal vez una cadena pública debiera retomar el reto de un espacio con cortometrajes que diera realmente la alternativa a nuevos creadores al tiempo que potenciara el juego o concurso de turno.

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