La vida en vena

Las zonas oscuras del alma se dan cita cada noche en 'Hablar por hablar '

Los tipos más complejos y extrovertidos del territorio nacional tienen su propio programa de radio. Se llama Hablar por hablar, y se emite de lunes a viernes en las madrugadas de la SER. Es el es pacio que conduce con mano de hierro y guante de terciopelo la periodista Gemma Nierga (Gerona, 29 años), aunque ella apenas interviene. Los verdaderos protagonistas son el batallón de insomnes que se aferran cada noche al teléfono para dar rienda suelta a unas intimidades que harían enrojecer a un camionero. Cuando Hablar por hablar comenzó su andadura en Barcelona, una de las primeras llam...

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Los tipos más complejos y extrovertidos del territorio nacional tienen su propio programa de radio. Se llama Hablar por hablar, y se emite de lunes a viernes en las madrugadas de la SER. Es el es pacio que conduce con mano de hierro y guante de terciopelo la periodista Gemma Nierga (Gerona, 29 años), aunque ella apenas interviene. Los verdaderos protagonistas son el batallón de insomnes que se aferran cada noche al teléfono para dar rienda suelta a unas intimidades que harían enrojecer a un camionero. Cuando Hablar por hablar comenzó su andadura en Barcelona, una de las primeras llamadas que recibieron fue la de un oyente deprimido porque su mujer le acababa de dejar. El hombre estaba desolado y a Gemma y a su ,equipo se les heló el corazón. Hoy, cuatro años después de aquello, los lamentos de los abandonados y abandonadas no les inmutan, porque ya han escuchado de todo.Desde el tranquilo contable que confiesa no tener ningún problema ni con su mujer ni con su amante, pero que empieza a estar algo preocupado desde que se acuesta además con un jovencito de su oficina, hasta la muchacha que se ha casado, está embarazada y no sabe si el padre de la criatura es el marido o el suegro. A, veces, las llamadas se convierten en gritos de angustia: son los que anuncian su firme decisión de quitarse la vida en cuanto cuelguen el teléfono. Y algunos lo han hecho. Por eso, cuando a Gemma Nierga le pasan la llamada de un suicida, abandona su mutismo habitual y habla, habla sin parar hasta que nota más tranquila la voz de su comunicante. "De todas formas, yo nunca les digo, que no lo hagan, ése no es mi papel", dice Nierga.

Su papel es exactamente el de escuchar. Los oyentes se lo dicen todo unos a otros. A ella apenas se le escapa algún que otro caray, como la vez que un oyente le relató una animada conversación que había mantenido con la Virgen María, que se le acababa de aparecer en su dormitorio en carne, mortal.O cuando una voz ansiosa anunciaba su pánico a queda se sólo en casa porque sus papás se iban de viaje y temía la aparición imprevista de algún fantasma o vampiro. "¿Y tú cuantos años tienes, hijo?", preguntó Nierga.

"Más de una vez tengo que morderme la lengua", dice ella. Es cuando, cobijadas en el anomimato, entran las bestias: los racistas, los intolerantes, los que pegan a sus mujeres y se sienten tan hombres. "Recuerdo una noche estremecedora", cuenta Gemma. "LIamó un chico que se identificó como miembro de ETA. Era el día que habían asesinado a Gregorio Ordóñez, y trataba de convencernos de que habían hecho bien, pero le notamos que, en el fondo, tenía dudas". Todas las llamadas de esa noche fueron una sola voz que trataban precisamente de incrementarle las dudas al terrorista. Otra noche llamó un skin de 19 años para vanagloriarse de que le había dado una paliza de muerte a un chico. "Tenemos que limpiar la escoria de la ciudad, tenemos que matar a los negros y a los pobres", rugía el energúmeno. "Pero entonces tú eres un asesino", le dijo Nierga. "No, yo sólo hago justicia", contestó.

Afortunadamente cada vez los intolerantes llaman menos. "Al principio teníamos verdaderas broncas en directo. Algunos llamaban sólo para insultarme, o para decirnos que Hablar por hablar era un programa para viciosos y degenerados. Ahora parece que ya se han calmado. Supongo que sintonizan otra emisora y nos dejan en paz", comenta la periodista. Pero no puede olvidar a aquel oyente que le mandaba anónimos para ponerla verde por dejar hablar en su programa a los homosexuales. El remitente mandaba las cartas a su domicilio de Barcelona a nombre de Gemma Puta. "Alucinante, ¿verdad? Pues lo más curioso es que las cartas me llegaron todas", concluye, riendo.

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