El cartero no siempre va en Testarossa.

René Scherck no podía imaginar cuando comenzó a repartir cartas en bicicleta en el pueblo alsaciano de Illhausern. (al este de Francia) hace 34 años, que terminaría su carrera como cartero a bordo de un Ferrari Testarossa. Un agradecido, y anónimo cliente decidió prestarle este casi mítico deportivo italiano el día en el que se retiraba. El viejo cartero, acostumbrado a su bicicleta, no estaba muy satisfecho con el rendimiento laboral del coche, pintado de amarillo para la ocasión, como las furgonetas de correos francesas.-...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

René Scherck no podía imaginar cuando comenzó a repartir cartas en bicicleta en el pueblo alsaciano de Illhausern. (al este de Francia) hace 34 años, que terminaría su carrera como cartero a bordo de un Ferrari Testarossa. Un agradecido, y anónimo cliente decidió prestarle este casi mítico deportivo italiano el día en el que se retiraba. El viejo cartero, acostumbrado a su bicicleta, no estaba muy satisfecho con el rendimiento laboral del coche, pintado de amarillo para la ocasión, como las furgonetas de correos francesas.-

Archivado En