Viaje al absurdo de un albanés de Kosovo

El trasiego de fronteras de un joven musulmán exiliado en Suiza huyendo de los serbios

A sus 26 años, Xhevat Trashupa, un joven albanés de Kosovo, todavía está en edad de hacer el servicio militar en el Ejército serbio, pero no quiere. "¿Hacer la guerra para quién?", se pregunta Xhevat, "¿para matar a tus propios hermanos musulmanes?". Ante la disyuntiva de luchar en un bando que no es el suyo o poner tierra de por medio, ha preferido seguir la misma ruta que otros 300.000 compatriotas de su edad: el exilio.Hasta ahora, en los cuatro años que lleva trabajando en Suiza como temporero (con contratos de menos de nueve meses), nunca tuvo problemas con las autoridades. Pero el pa...

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A sus 26 años, Xhevat Trashupa, un joven albanés de Kosovo, todavía está en edad de hacer el servicio militar en el Ejército serbio, pero no quiere. "¿Hacer la guerra para quién?", se pregunta Xhevat, "¿para matar a tus propios hermanos musulmanes?". Ante la disyuntiva de luchar en un bando que no es el suyo o poner tierra de por medio, ha preferido seguir la misma ruta que otros 300.000 compatriotas de su edad: el exilio.Hasta ahora, en los cuatro años que lleva trabajando en Suiza como temporero (con contratos de menos de nueve meses), nunca tuvo problemas con las autoridades. Pero el pasado '22 de marzo, cuando se disponía a abrir su coche en la localidad de Vernayaz, en el cantón del Valais, para iniciar su quinta temporada, una patrulla de policía que pasaba por allí le pidió la documentación. La mayoría de sus papeles estaban en casa de su jefe, dueño de una explotación agrícola. Sordos a la sugerencia de Xhevat de ir a buscarlos allí, los policías le trasladaron a la comisaría. Tras dos horas de interrogatorio, volvieron a su casa para registrarla y requisarle el pasaporte. Su única falta era no haber abandonado durante tres meses la Confederación Helvética, como exige el estatuto de temporero. No quería irse a casa porque en Kosovo le aguardaba una orden del Ejército serbio para incorporarse a filas, y no tenía por qué hacerlo porque desde 1991 una ordenanza del Consejo Federal (Gobierno suizo) ha suspendido la expulsión de prófugos de la ex Yugoslavia.

El 26 de marzo comenzó su odisea. En menos de una semana fue expulsado dos veces de la. Confederación Helvética a Skopie, en la Macedonia ex yugoslava, desde donde la policía lo cal le devolvió sistemáticamente a Suiza. La minoría albanesa en Macedonia, representada en e Gobierno, ha obtenido la garantía de que los kosovares en edad de hacer el servicio militar no sean entregados a los serbios.

Cuando el 31 de marzo regresó de nuevo a Suiza, la policía del cantón no le dio precisamente la bienvenida. Xhevat cuenta cómo, de nuevo en prisión, le abofetearon y le preguntaron por qué había vuelto. Después de pasar siete días en la cárcel, esta vez le enviaron a Tirana. Desde la capital albanesa, la policía le escoltó hasta la frontera macedonia.

Finalmente llegó a su casa, cerca de Prístina (capital de Kosovo). En el trayecto, la policía serbia tuvo ocasión de requisarle el pasaporte. Al alba, tres coches de policía aparcaron delante de su casa, pero, afortunadamente, Xhevat estaba despierto y tuvo tiempo de vestirse y salir corriendo. Iban a buscarle para entregarle a las autoridades militares.

Antes de llegar a Suiza, esta vez por voluntad propia, tuvo que cruzar ilegalmente las fronteras de Macedonia, Bulgaria, Rumania, Hungría, Austria y Suiza. "Cuando estás en- peligro no hay fronteras", dice con una sonrisa de triunfo. Tras recalar en el Centro Social Protestante de Ginebra, solicitó el asilo político el 21 de abril, el mismo día que su patrón enviaba un fax al centro para informar que deseaba que Xhevat se incorporase a su trabajo. El asistente social Ueli Loeuriberg, que se ocupa de su caso, sabe que "hay pocas posibilidades de que le concedan el asilo, porque es difícil obtener todos los papeles que demuestren que está perseguido por el Ejército serbio".

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