La venganza de Diana

La princesa de Gales y el duque de York, bajas casi seguras en la boda de la princesa Ana

La discreción ha dado paso al misterio en lo que se refiere a los asistentes reales a la boda de la princesa Ana de Inglaterra, de 42 años, con el comandante Timothy Laurence, cinco años menor, que se celebra hoy en la pequeña iglesia presbiteriana de Crathie, un minúsculo pueblecito junto al castillo de Balmoral.Primero fueron las dudas de la reina madre, bastante remisa a sus 92 años a viajar hasta el norte de Escocia para ver casarse por segunda vez a su nieta Ana. Luego, apenas resuelta la cuestión y confirmada la asistencia de la vieja dama, ha llegado el diplomático anuncio de la princes...

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La discreción ha dado paso al misterio en lo que se refiere a los asistentes reales a la boda de la princesa Ana de Inglaterra, de 42 años, con el comandante Timothy Laurence, cinco años menor, que se celebra hoy en la pequeña iglesia presbiteriana de Crathie, un minúsculo pueblecito junto al castillo de Balmoral.Primero fueron las dudas de la reina madre, bastante remisa a sus 92 años a viajar hasta el norte de Escocia para ver casarse por segunda vez a su nieta Ana. Luego, apenas resuelta la cuestión y confirmada la asistencia de la vieja dama, ha llegado el diplomático anuncio de la princesa de Gales de que no acudirá a Balmoral en tan señalado día. Al menos así se interpreta en círculos próximos a la familia real el gélido mensaje de felicitación enviado el jueves por Lady Di a su cuñada en vísperas de su boda.

A todo ello hay que sumar la ausencia más que probable del duque de York, hermano de la contrayente, debido a inaplazables compromisos -una cacería en Sandrighan-.

Con lo cual, la ceremonia privada, para la que sólo se habían cursado 30 invitaciones puede quedar convertida en una ceremonia secreta, a no ser por la presencia de los numerosos fotógrafos que ayer, viernes, hacían ya guardia ante la pequeña iglesia bajo el cielo gris de las Highlands, a pesar de que el interés por el acontecimiento ha decaído un tanto en el Reino Unido ante la anunciada ausencia de Diana de Gales, ya liberada de los compromisos íntimos que afectan a la familia real británica.

Las malas lenguas afirman, incluso, que el inoportuno momento que Buckingham Palace ha escogido para dar a conocer la ruptura matrimonial del heredero de la corona británica obedece a la determinación de Diana Spencer de no acudir a tan enojoso compromiso.

Tampoco por parte del novio los invitados son muy numerosos. Sólo se sabe que acudirá su madre, viuda; su hermano Jonathan, y la mujer de éste, Jenny.

La razón que ha llevado a la princesa Ana a celebrar su segunda boda en un lugar paradisiaco, pero bastante incómodo, es que la Iglesia de Escocia acepta casar a miembros divorciados de la familia real, mientras que la Iglesia de Inglaterra se niega a celebrar el nuevo matrimonio de alguien previamente casado por su rito. La princesa. Ana consiguió el pasado abril el divorcio de su primer esposo, el capitán Mark Phillips, con el que había contraído matrimonio en la primavera de 1973. Ambos son padres de dos hijos, Peter, de. 15 años, y Zara, de 11, que sí acudirán a la boda.

Lo que está fuera de dudas es la determinación de la princesa Ana de marginar a la prensa. Ni fotógrafos ni cámaras de televisión tendrán acceso al templo. Sólo habrá un fotógrafo autorizado por la familia real para obtener las imágenes de la boda, de la que se ofrecerán gratuítamente a las agencias de prensa tres únicas fotografías; el que quiera más tendrá que pagar unas 70.000 pesetas por el paquete fotográfico. Las cadenas de televisión, por su parte, tendrán la posibilidad de comprar el vídeo de la ceremonia al precio de unas 400.000 pesetas.

Los periódicos británicos no han tenido acceso a un solo dato medianamente íntimo de la boda. Se desconoce quiénes serán el padrino y la madrina, y ni siquiera se han filtrado detalles del traje que lucirá Ana. Su modisto, Jack Reiss, advirtió hace días que sólo había tres posibilidades: un traje de chaqueta, un vestido corto de novia color marfil o un discreto abrigo bajo el cual la princesa Ana luciría el traje de boda. Visto el clima de Balmoral, lo último sería lo más prudente.

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