NECROLÓGICAS

El éxito de Pedro del Río

Pedro del Río tuvo una vocación decidida y valiente: un día abandonó el banco en el que trabajaba y, "se metió en el teatro", llevado por algo más fuerte que él. Se vino desde Valencia a Madrid, comenzó a probar fortuna y a ser probado; arrancó con papeles diminutos y llegó a ser un buen actor secundario en el cine, en el teatro, en la televisión. Se contaba con su seguridad. Un día, Pedro del Río tuvo un gran éxito. El año pasado, José Luis Alonso le eligió a última hora para un papel en Rosas de otoño, de Benavente; puso él las dificultades propias de su timidez, de su modestia, que f...

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Pedro del Río tuvo una vocación decidida y valiente: un día abandonó el banco en el que trabajaba y, "se metió en el teatro", llevado por algo más fuerte que él. Se vino desde Valencia a Madrid, comenzó a probar fortuna y a ser probado; arrancó con papeles diminutos y llegó a ser un buen actor secundario en el cine, en el teatro, en la televisión. Se contaba con su seguridad. Un día, Pedro del Río tuvo un gran éxito. El año pasado, José Luis Alonso le eligió a última hora para un papel en Rosas de otoño, de Benavente; puso él las dificultades propias de su timidez, de su modestia, que fueron permanentes -todo un personaje humano,lleno de sencillez y bondad- y, finalmente, aceptó. Me lo contaba, llorando con lágrimas vivas, en la puerta del teatro María Guerrero, donde se había instalado la capilla ardiente de José Luis Alonso. "José Luis me dijo que tendría un éxito como nunca había tenido, y fue así. Gracias a su dirección". Los que vamos al teatro sabemos que esos misterios sólo se deben a uno mismo. Cuando Pedro del Río comenzó a decir su papel, se notó en el teatro esa densidad de ambiente de que estaba pasando algo importante (dentro de una obra que estaba siendo muy bien interpretada, muy bien dirigida, que prendía en el público), y al final los plausos fueron sin fingimiento, espontáneos y unánimes. Pasa muy pocas veces: cuando sucede, el fenómeno lo domina todo.Fue el gran éxito de la vida de Pedro del Río. Lo fue repitiendo, en todas las representaciones, en toda la gira. Iba a ser el último. El antiguo empleado de banca no se iba a ir de este mundo sin haber sentido por dentro aquello cuya llamada le hizo dejarlo todo: pisar un escenario con fuerza, sentir al público escuchar cada una de sus palabras, dominar todos sus gestos y, al fin, escuchar la gran ovación, leer las mejores críticas. El canto del cisne.

Hace muy poco tiempo empezó a encontrarse mal: cansado, agotado. Aprovechando un alto en la gira, volvió a Valencia para, viviendo con su familia, pasar unas pruebas médicas. El miércoles 19 le comunicaron el peor diagnóstico. El domingo por la mañana falleció.

Quedaron sin recoger unas cintas de vídeo que había pedido prestadas. Eran películas de Fred Astaire. "Voy a pasar el verano descansando y viéndolas: es el actor que más me ha gustado".

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