GENTE

Juan Carlos I

se revela como un enamorado de Mallorca, a la que define como "una isla mágica" en una singular entrevista con la que inicia su andadura la revista mallorquina Gala. Don Juan Carlos justifica su devoción por la isla no sólo por sus bellezas paisajísticas y el placer de navegar por sus transparentes aguas, sino porque "en Mallorca me relajo y me puedo quitar la corbata", explica el Monarca a Fernando Schwartz. Según el Rey, este talante desenfadado se lo transmite incluso a los visitantes que recibe. Porque "también hago que se la quiten". La conversación se desarrolla inevitablemente a ...

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se revela como un enamorado de Mallorca, a la que define como "una isla mágica" en una singular entrevista con la que inicia su andadura la revista mallorquina Gala. Don Juan Carlos justifica su devoción por la isla no sólo por sus bellezas paisajísticas y el placer de navegar por sus transparentes aguas, sino porque "en Mallorca me relajo y me puedo quitar la corbata", explica el Monarca a Fernando Schwartz. Según el Rey, este talante desenfadado se lo transmite incluso a los visitantes que recibe. Porque "también hago que se la quiten". La conversación se desarrolla inevitablemente a bordo de un barco, y en ella, mientras el Rey toma instantáneas fotográficas de la puesta de sol sobre el mar, opina informalmente de muchas cosas. Los turistas ruidosos y bebedores que pueblan la isla son tratados con indulgencia por don Juan Carlos, lo mismo que los avatares históricos de España. Sobre el V Centenario, el Rey explica que le gustaría decirles a los americanos que con esa conmemoración "estamos diciéndoles, igual que a Europa, que aquello es nuestra historia común. Cinco siglos de historia común, y ahora lo que tenemos que hacer es celebrarlos juntos". Esta visión no le impide a don Juan Carlos confesar también su sospecha de haberse equivocado de época histórica. "Yo debí ser el archiduque aquel que era dueño de media costa y le venía a visitar la emperatriz Sissí con su yate".

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