Crítica:

Un mundo mal juzgado

Cae en mal momento el capítulo de Alquibla en el que Goytisolo afirma que el islam es idea de libertad y tolerancia: cuando al escritor Rushdie le quieren matar todos los musulmanes del mundo. Pero no hay contradicción: el islam es duro para sus propios adeptos, y liberal, más bien indiferente, para los demás. Rushdie es suyo, y hay ahora una ola de vieja indignación contenida por las largas humillaciones de unos grupos que han sido postergados, reducidos a harapos y con la cultura desmigajada y deliberadamente olvidada.El mismo reportaje de este capítulo sobre los territorios ocupados ...

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Cae en mal momento el capítulo de Alquibla en el que Goytisolo afirma que el islam es idea de libertad y tolerancia: cuando al escritor Rushdie le quieren matar todos los musulmanes del mundo. Pero no hay contradicción: el islam es duro para sus propios adeptos, y liberal, más bien indiferente, para los demás. Rushdie es suyo, y hay ahora una ola de vieja indignación contenida por las largas humillaciones de unos grupos que han sido postergados, reducidos a harapos y con la cultura desmigajada y deliberadamente olvidada.El mismo reportaje de este capítulo sobre los territorios ocupados por Israel en Gaza y Cisjordania y la intifada es una muestra de cómo se practica cada día una represión que coincide con un incumplimiento de las leyes internacionales sobre los países ocupados y sobre la diáspora de los dos millones y medio de palestinos lanzados a un exilio que parece sin fin. Documentalmente no sobrepasa a cualquiera de los muchos reportajes de televisión en los que se ve la cruel dad del ocupante y su injusticia, y quizá se desplazaría de la serie, destinada a una revisión profunda del islam y la necesidad de que en este mundo se comprendiesen mejor una civilización y una cultura.

Ejemplo de incomprensión

España, para quien están destinados los capítulos, es un perfecto ejemplo de esta incomprensión, formada por la contradicción entre el amor retórico por una herencia riquísima y el odio adquirido -y distribuido por los intereses políti co-re-ligiosos- por los ocho siglos de Reconquista, renovados luego en la torpe y disparatada guerra de Africa, cuyo nombre grandilocuente no va más allá que el de una estrechísima franja de Marruecos.

Hay que estimar también que Goytisolo no es únicamente un excelente escritor de arte -de estilo, de posesión de la palabra-, sino un luchador permanente contra las injusticias, los genocidios, los ataques a la libertad. Con respecto al mundo árabe, es un militante: hace muchos años que lo descubrió entre los inmigrantes de su barrio de París y que lo ratificó en Tánger, desde su piso con vistas a la línea ondulada de España tras el estrecho de Gibraltar. No ha cesado de defenderlo desde entonces y ha penetrado en él, en su idioma, en su amor. Alquibla no es un programa neutral, sino político, de esa política que consiste en luchar contra los tópicos negativos y las visiones parciales entre dos pueblos. Hay que acogerlo especialmente en un momento en que casi se puede profetizar que hay una guerra pendiente entre el mundo islámico y el occidental; una especie de resolución del aplastamiento musulmán que comenzó con la Edad Media y no ha terminado todavía.

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