Crítica:

El fondo sonoro

La reciente aparición en el dial de la frecuencia modulada de Madrid de Radio 1 de Radio Nacional de España ha conllevado la aparición de un nuevo aspecto comunicativo en este medio. Los programas de onda media aparecen de pronto con la calidad de la FM, pero sin que la radio pública haya adaptado los usos y costumbres de la OM a dicha calidad. El resultado de este híbrido radiofónico es el descubrimiento del fondo sonoro.Ya sabíamos que incluso nuestras vidas tienen su particular fondo sonoro: al urbanita le acompaña el ruido del tráfico y de las sirenas policiales, grillos y pájaros e...

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La reciente aparición en el dial de la frecuencia modulada de Madrid de Radio 1 de Radio Nacional de España ha conllevado la aparición de un nuevo aspecto comunicativo en este medio. Los programas de onda media aparecen de pronto con la calidad de la FM, pero sin que la radio pública haya adaptado los usos y costumbres de la OM a dicha calidad. El resultado de este híbrido radiofónico es el descubrimiento del fondo sonoro.Ya sabíamos que incluso nuestras vidas tienen su particular fondo sonoro: al urbanita le acompaña el ruido del tráfico y de las sirenas policiales, grillos y pájaros envuelven al campesino tanto como las gaviotas y el oleaje al marinero. Ahora descubrimos que algunos sonidos de fondo que habían quedado tradicionalmente enganchados en la mala calidad de la OM recobran protagonismo. El ejemplo perfecto para corroborarlo es el espacio de Radio 1 Escrito en el aire. Esta tertulia matinal no sólo es posiblemente la mejor de las que se emiten en la actualidad -que me perdone ese contertulio profesional que es Emilio Romero-, sino que ilustra de forma evidente los sonidos a los que me refiero. La conversación en primer plano puede versar sobre política o economía, pero, al fondo, el programa vive un mundo tan ajeno como audible: encendedores, tremendas y profundas caladas, aguas minerales escanciadas en vasos de plástico o insólitos rascados de cabeza. El paroxismo del espectáculo sonoro llega a su punto álgido cuando el invitado a la tertulia que dirige Antonio Casado está al teléfono. Los papeles que sujeta Ignacio Sanuy suenan como si manejase los manuscritos del mar Muerto resecos por el tiempo. El técnico de sonido no cierra el micrófono, dado que en onda media no es necesario, pero la conversión a la FM hace que la caída de un cenicero provoque un estallido similar al de una campana en un ring. Los trazos del bolígrafo de Pedro Altares o los quedos cuchicheos y, sobre todo, decenas de respiraciones jadeando -a veces resultan hasta excitantes- sugiere muchas más cosas que una inofensiva conversación de tísicos en un balneario de montaña.

El descubrimiento de esta realidad que transcurre en segundo plano debería hacer reflexionar a los realizadores radiofónicos.

Apetencias del oyente

Como oyente resultaría apetecible escuchar el azote de un jugador a otro en un encuentro de baloncesto; las maldiciones apagadas de un torero al ver desde el burladero el animal que le toca en suerte; el suave ronquido del asistente a una ópera del Liceo; los quedos cuchicheos entre los jugadores del banquillo en un partido de fútbol de gran rivalidad... En resumen, todos esos sonidos que presentimos y tenemos la certeza de que se hallan ahí, pero que raramente llegan hasta el oído del oyente.Ese fondo, inaudible hoy, sería el combinado perfecto para superponer a la moda actual de seguir las imágenes de televisión y escuchar el sonido del mismo acontecimiento a través de la emisora. Falta es estacion creativa que disponga sus largos micrófonos de cañón apuntando hacia lo insólito.

Escrito en el aire se emite de lunes a viernes, a las 9.00, por Radio 1.

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