Crítica:'DEBATE'

"Yo no he sido"

Era de esperar que nadie, entre los políticos, aceptase que su partido estuviese roto; mucho menos, que lo hubiese roto él. "Yo no he sido", fueron casi las primeras palabras del primer Debate de Victoria Prego, pronunciadas por Leopoldo Calvo Sotelo -quizá el más ingenuo, quizá el más inocente-, y casi fueron las que lo cerraron, hora y media larga después, dichas por Garaikoetxea.Quizá el carácter yerto, distante y anodino de este primer programa, del que hay razones para esperar mucho, fuera esta elección de personajes; y tal vez, también, la forma de distribución de sus personajes e...

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Era de esperar que nadie, entre los políticos, aceptase que su partido estuviese roto; mucho menos, que lo hubiese roto él. "Yo no he sido", fueron casi las primeras palabras del primer Debate de Victoria Prego, pronunciadas por Leopoldo Calvo Sotelo -quizá el más ingenuo, quizá el más inocente-, y casi fueron las que lo cerraron, hora y media larga después, dichas por Garaikoetxea.Quizá el carácter yerto, distante y anodino de este primer programa, del que hay razones para esperar mucho, fuera esta elección de personajes; y tal vez, también, la forma de distribución de sus personajes en el espacio físico, en el decorado: pequeños catedráticos de pequeña pantalla, convertidos -alguno lo dijo- en conferenciantes exculpatorios, no sin los rabotazos correspondientes -hablo siempre de los cuatro políticos- a por qué no están otros, a la falta de objetividad de televisión -en el breve reportaje histórico que precedió la, digamos, conversación-, a los otros juguetes rotos que no estaban allí; y sin poder ni siquiera resistir la tentación de acusar de crisis al partido socialista.

Séptima catedrática

Victoria Prego ha adquirido buena fama de moderadora en algunos debates. Ha sido incisiva, ha sabido morder en sus presas hasta hacerlas hablar. En este primer programa, sin embargo, ha elegido una neutralidad muy loable, un distanciamiento que ha terminado por convertirla en una séptima catedrática. Es todo un concepto del programa, que seguramente estará sometiendo ya a revisión, lo que se le ha ido de las manos de momento.Como también era de esperar, nos hemos quedado sin saber el último fondo de la cuestión: por qué se rompen los partidos políticos en España. Aclararon más en sus intervenciones los dos invitados periodistas, Vázquez Montalbán y Emilio Romero -aunque estén doblados de políticos y hayan tenido y tengan su definición personal-, por unas razones profesionales. Sin embargo, el temperamento agitador de Emilio Romero no consiguió agitar a los políticos -Calvo Sotelo, Suárez, Garaikoetxea, Carrillo- hasta el punto de obligarles a debatir de verdad, ni la inteligencia científica de Vázquez Montalbán les llevó a centrar el tema.

No querían. Querían ser inocentes, querían creer en su futuro, querían ser víctimas de los demás. Para un espectador distante y neutral, queda sin duda la impresión de que ninguno de ellos ha sido inútil a la transición -que no ha terminado, aclaró Vázquez Montalbán- ni a la democracia, que acaban de vislumbrar los españoles según la encuesta inserta en el programa.

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