Javier Villafañe

Más de medio siglo llevando sus títeres por todo el mundo

Maese Trotamundos nació en 1933. Sobrepasa, por tanto, la cincuentena y en una ocasión estuvo enamorado de María, una compañera de fatigas. Trabaja desde el día de su nacimiento -presenta y despide las funciones- y ha escrito varios libros. Viajero impenitente, su semblante inexpresivo aparece algo gastado. Luce capa y sombrero de pícaro español medieval. Javier Villafañe nació algo antes, en 1909, en Buenos Aires. Ha viajado con él desde muy joven, desde el día lejano en el que vio pasar un carro bajo su ventana. Recibe en Madrid el Premio Austral Infantil y va para Aragón con Maese Trotamund...

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Maese Trotamundos nació en 1933. Sobrepasa, por tanto, la cincuentena y en una ocasión estuvo enamorado de María, una compañera de fatigas. Trabaja desde el día de su nacimiento -presenta y despide las funciones- y ha escrito varios libros. Viajero impenitente, su semblante inexpresivo aparece algo gastado. Luce capa y sombrero de pícaro español medieval. Javier Villafañe nació algo antes, en 1909, en Buenos Aires. Ha viajado con él desde muy joven, desde el día lejano en el que vio pasar un carro bajo su ventana. Recibe en Madrid el Premio Austral Infantil y va para Aragón con Maese Trotamundos, su títere favorito: "Es la continuación de mi mano, o mi mano es la continuación de él, no lo sé".

"Era un atardecer de otoño. Yo tenía 22 o 23 años y estaba con un amigo mirando por la ventana. De pronto, vimos pasar un carro. Un hombre a las riendas y otro, tumbado sobre la carga de heno, fumando. Aquello nos impactó y pensamos que podíamos hacer lo mismo. ¿Por qué vivir en una ciudad y estudiar una carrera si podemos hacer eso toda la vida? Nos turnamos, uno lleva las riendas y el otro va detrás, mirando el cielo y fumando. El carro quebró la esquina para siempre. Seguimos hablando hasta que amaneció y fuimos a un lugar donde vendían carros. Compramos La Andariega. Yo vendí todo lo que tenía -muebles, libros- y desde entonces he vivido pasando la gorra"."Luego tuvimos una canoa y bajábamos con los títeres por los ríos Uruguay y Paraguay. Gané un premio de poesía y compré un coche y un trailer. Pero me duró poco tiempo, porque era mucho más hermosa la carreta. En el auto éramos una especie de turistas que íbamos a comer a casa de los dueños; en la carreta íbamos a comer a casa de los peones y de ellos he recibido muchas cosas, todas las historias que me sirven de base para mis representaciones con los títeres".

"Mi amigo se suicidó un día. Jamás pude comprenderlo. Era un hombre hermoso y talentoso, muy buen poeta. Lloré mucho. Siempre que pienso en él pienso lo mismo: ¿cómo se pudo equivocar? Le recuerdo en la carreta, como el hombre que iba fumando".

Javier Villafañe, de 76 años, es un viejecito orondo y feliz que destila ternura y derrocha palabras. Ha escrito más de 20 libros -algunos firmados por su muñeco favorito, Maese Trotarnundos- y llevado sus espectáculos por países tan remotos como China. "Soy un titiritero con poco repertorio. De vez en cuando me quedo quieto en un sitio y escribo".

Una de sus obras lleva por título Juancito y María. Villafañe lo ha visto representado en muchos lugares: "Juancito y María son novios, se aman. María tiene los cabellos largos y Juancito fue vigilante, pero cuando los vigilantes no estaban militarizados. Ahora es cartero. María ve dos fantasmas y Juancito va a buscar un garrote para defenderla. Los dos fantasmas y un diablo vienen a buscarla y la meten en un pozo. Juancito pelea con ellos y los vence. Cuando se los lleva se da cuenta de que eran tres vecinos que querían robarle a María, y Juancito pregunta María: ¿Acaso habías pensado que los fantasmas y el diablo existen?".

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