Crítica:

La vuelta de 'Las leandras'

Las leandras, que hoy se emite en, el espacio que TVE dedica a la comedia musical, fue un chispazo en el Madrid al que Benavente llamaba por entonces la ciudad alegre y confiada. Una muchacha que llegó cantando unos tangos mimosos y que ya se lucía -bien- en las revistillas del Eslava se convirtió, de pronto, en Celia Gámez -la Celia- y ocupaba las páginas del todavía joven huecograbado.Los aficionados que refunfuñaban decían que no cantaba, ni bailaba, ni hablaba, y siguieron diciéndolo toda la vida; probablemente tenían razón, pero había un misterio más en todo ello, y...

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Las leandras, que hoy se emite en, el espacio que TVE dedica a la comedia musical, fue un chispazo en el Madrid al que Benavente llamaba por entonces la ciudad alegre y confiada. Una muchacha que llegó cantando unos tangos mimosos y que ya se lucía -bien- en las revistillas del Eslava se convirtió, de pronto, en Celia Gámez -la Celia- y ocupaba las páginas del todavía joven huecograbado.Los aficionados que refunfuñaban decían que no cantaba, ni bailaba, ni hablaba, y siguieron diciéndolo toda la vida; probablemente tenían razón, pero había un misterio más en todo ello, y era el de la personalidad, y el de una irradiación notablemente sensual. Había encontrado el molde para su cuerpo y para su personalidad en una partitura excepcional del maestro Alonso: chotis, pasacalles, pasodobles, en una época en la que lo nacional todavía interesaba; el Pichi tuvo tal popularidad que una publicación semanal tomó su nombre, y el muñequillo con el figurín -la gorra de chulete, el pantalón con tirantes, la blusa azul con grandes botones- se vendía abundantemente. Y estaban Los nardos, y La java de las viudas, y el número canario...

El libro de González del Castillo y Muñoz Román no iba más allí de lo que el género pedía: un equívoco entre un colegio de señoritas regido por austeras religiosas -las leandras- y una casa de citas... Fue lo suficiente como para, que cayera sobre él la maldición, porque la guerra la perdió también la revista, y el equívoco, y la sensualidad. La propia Celia dejó de hablar de Las leandras; se había reconvertido.

Luego vino la lucha contra la censura, el juego de las influencias y de las presiones: se hizo una nueva versión del libreto, se cambió algo de las letras y Celia volvió a pasear por el pasillo central del Alcázar colocando nardos en las solapas de los espectadores. Desde entonces se han hecho numerosas versiones, en el teatro y hasta en el cine.

Esta noche resucita por otra vía: la de la televisión, en 14 serie dirigida por García de la Vega, y con Paloma San Basilio en el papel de Celia Gámez. Puede que, de entre todo ello, sobrenade el recuerdo para quienes lo tengan -que tienen que ser ya mayorcitos- y la música de los números, que no ha cesado de existir desde el estreno. Las leandras se emite hoy dentro del espacio La comedia musical española a las 21.35 por TVE-2.

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