Crítica:VISTO / OÍDO

'La edad de oro'

La eterna problemática de cómo debe tratarse y qué debe ofrecerse al público en un medio de comunicación social tan poderoso como es la televisión queda al descubierto ante programas tan insólitos como La edad de oro.¿Es lícito calificar de innecesarias imágenes que aparecen en dicho programa -sobre todo en la emisión del pasado martes versado en temas de arte y música juvenil y poco convencional? Dicha calificación, hecha por algunos miembros conservadores del Consejo de RTVE, merece una reflexión, por lo exagerada. Y, sin quererlo, da la razón a Genesis P. Orridge, cantante de Psychic...

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La eterna problemática de cómo debe tratarse y qué debe ofrecerse al público en un medio de comunicación social tan poderoso como es la televisión queda al descubierto ante programas tan insólitos como La edad de oro.¿Es lícito calificar de innecesarias imágenes que aparecen en dicho programa -sobre todo en la emisión del pasado martes versado en temas de arte y música juvenil y poco convencional? Dicha calificación, hecha por algunos miembros conservadores del Consejo de RTVE, merece una reflexión, por lo exagerada. Y, sin quererlo, da la razón a Genesis P. Orridge, cantante de Psychic T.V. y protagonista del penúltimo miniescándalo, cuando afirmó que "la gente es inteligente, quiere información, y, por tanto, confusión; la gente está harta de que se la trate como a un niño... Los ejecutivos tienen una visión estrecha de la utilidad de la televisión".

Por otra parte, el programa sigue transcurriendo por lo que vienen a ser sus cauces habituales, sin despegarse para nada de su objetivo primordial: satisfacer los gustos de un determinado y minoritario público, con la tímida pretensión de que este tipo de cultura pase a ser aceptada mayoritariamente sin traumas. Por ello contrata a grupos de música moderna que difícilmente pueden aparecer en el resto de la programación, tal vez porque no son objetivo de las multinacionales discográficas. Por ello resalta aspectos del arte y de la cultura difícilmente asimilables por audiencias mayoritarias. Por ello cuenta también con un lenguaje visual propio, que puede resultar poco ortodoxo. Y merece el mismo respeto que Con las manos en la masa, Más vale prevenir o la nostálgica Orquesta.

Al programa se le pueden imputar muchas deficiencias técnicas y de contenidos. Parece que nunca se aprenderá a hacer, sonorizar, realizar, presentar y dirigir un programa musical sin caer en viejos errores. El aburrimiento sobrevuela el plató mientras la entrevista al genio de turno se torna un berenjenal teórico y pretencioso. Y la selección de los grupos actuantes no suele ser muy coherente, dando la impresión del eterno por los pelos.