Reportaje:

La Maña, una 'vedette' a quien no temen las esposas

Tras once años de función diaria, Lita Claver,más conocida por todo el público por el apodo de La Maña, dejará dentro de pocos días El Molino, ese estuche de picardías ostentosas pero fraternales del Paralelo barcelonés. La Maña se pateará media España con un espectáculo propio, regresando, pero con lujo, a su nomadismo de antaño, cuando iba por esos mundos en un teatro ambulante. Su primera estación será el Tyffany's de Bilbao.

Emiliá, luego Lita, y más luego La Maña, debutó a los seis años en el programa Pasarela infantg, de Radio Zaragoza. De allí pasó a la compañía de la familia Est...

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Tras once años de función diaria, Lita Claver,más conocida por todo el público por el apodo de La Maña, dejará dentro de pocos días El Molino, ese estuche de picardías ostentosas pero fraternales del Paralelo barcelonés. La Maña se pateará media España con un espectáculo propio, regresando, pero con lujo, a su nomadismo de antaño, cuando iba por esos mundos en un teatro ambulante. Su primera estación será el Tyffany's de Bilbao.

Emiliá, luego Lita, y más luego La Maña, debutó a los seis años en el programa Pasarela infantg, de Radio Zaragoza. De allí pasó a la compañía de la familia Esteso. "Fernando hacía de Pepe Blanco y yo, de Carmen Morell. íbamos por los pueblos de Aragón. Montábamos un tabladillo en la plaza Mayor y, además del espectáculo, se sorteaba una manta o una botella de coñá". Su primer contrato en un escenario con cimientos fue en el Oasis, de Zaragoza. "Era bailaora flamenca y eso fue lo primero que hice cuando llegué a El Molino en el setenta. Luego, como tenía las piernas majas, me metieron en él coro de chicas: Soy gitana y eso de ser vedette lo veían -muy extraño en mi familia". Fue duro porque, para los parientes, una gitana no podía lucir muslo"."En El Molino empecé desde abajo. Entonces había alterne y yo no quise hacerlo jamás. Para algunas compañeras, era una niña estrecha. Fue terrible, las prostitutas nos quitaban el pan a las profesionales del arte. Solo valía el destape y la gente preparada se quedaba sin trabajo". Como toda la compañía se sabe todos los papeles, un buen día, Lita sustituyó a la actriz cómica, "la gran Elisín González", y el público se dio cuenta de que aquella chica tenía madera, que había una mañica simpática. "Los comienzos en El Molino siempre son muy duros, y más cuando empezó el destape". Entonces, cualquier belleza tenía un puesto, a condición de no esconder su patrimonio al público. "Estuve dos años fuera de El Molino, de gira con el teatro Argentino, y cuando volví me encontré con un ambiente muy raro. Ya no venían mujeres solas. Pero aquello acabó y regresé el público de siempre. La primera escalera con la platea la puse yo. Jamás ningún hombre se ha propasado conmigo y, como no voy de tía buena, como ridiculizo lo que puedo tener de vedette, pues los matrimonios están tranquilos y ninguna esposa se me enfada por las bromas que le hago a su marido".

"Las niñas que empiezan en El Molino lo hacen en la función de tarde._En esta sesión hay una clientela fija, mayormente de abuelos, es la quinta del biberón"., Ellos son los que dan el visto bueno. Dadivosos con las artistas, las nuevas jamás reciben sus regalos (los consuetudinarios paquetes de tabaco). Recibirlos es una buena señal, quiere decir que ya tienen, por lo menos, un cinco. "Hay viejecitos que vienen cada, día. Cuando no están, ya es mala señal. Yo he llegado a pedir un minuto de silencio por la muerte de uno de ellos".

La censura, al igual que fa libertad de expresión, es otro capítulo cerrado. "Teníamos que hacerles una función a las diez de la mañana. Creo que aquellos señores no estaban muy al corriente sexualmente y nosotros pagábamos los platos rotos. A mí, que soy como una tabla, siempre me decían que enseñaba demasiado pecho. Y cuando llegaban los diálogos, bueido, aquello era para rezar el rosario". Pero no sólo había que pensar en los burócratas con tijeras. La censura siempre ha tenido colaboradores vocacionales. La Maña recuerda que, una vez, en un pueblecito de Navarra, el cura advirtió desde el púlpito que quien fuera a vería tenía el infierno seguro. "Bastó aquello para que todavía se llenara más".

La Maña tiene muchas puertas abiertas, pero no, precisamente-, la de su tierra, Zaragoza. Allí tiene una hija, que va a un colegio de monjas y todavía hay gente que la señala con el dedo por tener la madre que tiene. Algunos paisanos no le perdonan que juegue con el tópico baturro sin darse cuenta de que lo insultante es el tópico y no la inocente juerga a su costa. "Se nota mucho la diferencia de público cuando sales de El Molino. Fuera, la gente está menos picardeada y los tacos no hace falta que scan tan gordos".

De su época de El Molino, que no está definitivamente termínada, La Maña recuerda a todos sus colegas, al maestro Johnson, a Escamillo -"Jamás ha conseguido aprenderse el libreto y es un genio improvisando"-, a Pipper... Ahora, tras unas galas con José Luis Moreno, viajará por su cuenta. En la maleta llevará su personaje de novia preñada, sus lentejuelas para el apoteosis y, cómo no, su mañica.

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