Una película de S. M. Eisenstein en "La clave"

Se emite hoy en el espacio La clave una película de S. M. Eisenstein, considerado por muchos historiadores como el más grande realizador de todos los tiempos. Sin llegar a tales entusiasmos, es indiscutible que Eisenstein formuló para el cine soviético de su época una línea de investigación poética que ha dejado numerosos herederos en las cinematografías de todo el mundo. Su rigor estético y su capacidad creativa se han concretado en imágenes inolvidables; quizá no pueda hablarse tanto de películas concretas como de momentos aislados, ya que en muy pocas ocasiones fue Eisenstein plename...

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Se emite hoy en el espacio La clave una película de S. M. Eisenstein, considerado por muchos historiadores como el más grande realizador de todos los tiempos. Sin llegar a tales entusiasmos, es indiscutible que Eisenstein formuló para el cine soviético de su época una línea de investigación poética que ha dejado numerosos herederos en las cinematografías de todo el mundo. Su rigor estético y su capacidad creativa se han concretado en imágenes inolvidables; quizá no pueda hablarse tanto de películas concretas como de momentos aislados, ya que en muy pocas ocasiones fue Eisenstein plenamente responsable del montaje último de sus filmes.En el que hoy anuncia La clave, tenemos una prueba de ello. La línea general, rodado en 1929, sufrió los rigores de la censura estalinista, hasta el punto de que una parte del mismo fue impuesta por los funcionarios oficiales una vez que Eisenstein había concluido su rodaje; había que destacar, según ellos, el valor revolucionario del tractor como símbolo de prosperidad, y así, Eisenstein tuvo que insistir machaconamente en el tema, aunque toda su película hablaba ya de la necesaria reestructuración del campo haciendo publicidad de la cooperativa como forma de solucionar los problemas abonados por el régimen zarista. Una secuencia previa al final tuvo, pues, que ser rodada.

Aún hubo más: el título La línea general, con el que se conoció la película en el mundo, fue transformado en Lo viejo y lo nuevo para consumo interior de la URSS. Su distribución internacional fue, por otra parte, escrupulosamente controlada, ya que tampoco esas reformas últimas de la película dejaron satisfechas a las esferas del poder; se prohibió, por tanto, que fuera sonorizado, justo en el momento en que los espectadores cinematográficos se dejaban fascinar por el nuevo invento del cine sonoro.

Las razones aducidas para tal censura hablaban del desconocimiento que Eisenstein tenía de la auténtica vida campesina y de los cambios que la agricultura soviética había experimentado durante la preparación de las películas. De hecho, Eisenstein había interrumpido su rodaje para filmar una de sus obras cumbre, Octubre, reintegrándose después a concluir La línea general; en ese tiempo, la realidad era ya, según censores, muy distinta. Sin embargo, cuando en el Festival Internacional de Mannheim de 1964 se eligieron los doce mejores documentales de la historia del cine, La línea general quedó clasificada en noveno lugar; se destacó así el mejor aspecto del trabajo de Eisenstein, que, si bien no había conseguido en esta película una de sus obras fundamentales, registró con la inevitable objetividad de la cámara ciertas realidades de su país que aún interesan por encima de la anécdota que narra.

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