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Rafael Arias Salgado,

que fue ministro en varios Gobiernos de Adolfo Suárez y que ahora es simplemente diputado centrista, no pudo reprimir el pasado domingo un gesto habitual en los cinéfilos: salir de la proyección de una película ensayando, ya en la calle, los gestos del héroe. Arias-Salgado caminaba ladeando su cuerpo, esquivando a los numerosos niños que habían acudido a la misma matinée que él y fumando un cigarrillo como Gary Cooper fumaba en el celuloide. El político de UCD acababa de ver El árbol del ahorcado. Menos mimético aparecía, al término de la exhibición, otro personaje ...

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que fue ministro en varios Gobiernos de Adolfo Suárez y que ahora es simplemente diputado centrista, no pudo reprimir el pasado domingo un gesto habitual en los cinéfilos: salir de la proyección de una película ensayando, ya en la calle, los gestos del héroe. Arias-Salgado caminaba ladeando su cuerpo, esquivando a los numerosos niños que habían acudido a la misma matinée que él y fumando un cigarrillo como Gary Cooper fumaba en el celuloide. El político de UCD acababa de ver El árbol del ahorcado. Menos mimético aparecía, al término de la exhibición, otro personaje más habituado al poderoso influjo del celuloide: Manuel Gutiérrez Aragón, el director de Habla, mudita y de Maravillas, abandonaba el local, donde vio la misma película que Arias Salgado, como quien acaba de recibir una lección y se apresura a volver a casa a escribir lo que le enseñó esta vieja gloria del cine norteamericano.

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