"Sábado, domingo, lunes"

Un fin de semana pobre en programas cinematográficos, que, desde hace tiempo, son el mejor aliciente de nuestra televisión, aunque la calidad de la señal que recibimos llega a sus límites más bajos, como sucedió el pasado sábado con El gatopardo.

Ni El astronauta, comediata de Javier Aguirre para Tony Leblanc, ni Cómo me hice agente de la CIA, que se emite mañana, más que mediocre comedia norteamericana de espionaje, merecen la atención del telespectador. Si acaso puede pasar, sin demasiado entusiasmo, La piel quemada, de José María Forn, sobre los emigrantes...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Un fin de semana pobre en programas cinematográficos, que, desde hace tiempo, son el mejor aliciente de nuestra televisión, aunque la calidad de la señal que recibimos llega a sus límites más bajos, como sucedió el pasado sábado con El gatopardo.

Ni El astronauta, comediata de Javier Aguirre para Tony Leblanc, ni Cómo me hice agente de la CIA, que se emite mañana, más que mediocre comedia norteamericana de espionaje, merecen la atención del telespectador. Si acaso puede pasar, sin demasiado entusiasmo, La piel quemada, de José María Forn, sobre los emigrantes en Cataluña, para el debate de La clave, y El inspector Tibbs contra la organización, con Sidney Poitier haciendo una vez más de Virgil Tibbs por las calles de San Francisco. El aburrimiento de los productos de serie B y reposiciones -hasta los informativos como Tribuna de la historia se reponen- puede tener un revulsivo en España entera, del «profesor» Jáuregui, el ejemplo más perfecto de cómo TVE puede transformar la «cultura» y la antropología en un producto de risa.

El único programa de interés dentro del género de entretenimiento, está en ese teatro adquirido a las televisiones extranjeras. Se emite mañana Sábado, domingo, lunes, del italiano Eduardo de Filippo, (1959), pero producida por Laurence Olivier -quien también la interpreta, junto a su esposa, Joan Plowright- y por el Teatro Nacional Británico para la BBC, en 1978, acogida muy favorablemente por la prensa inglesa, que elogió la descripción realista de los personajes napolitanos. Una familia napolitana se reúne todos los sábados para degustar el pantagruélico almuerzo que prepara mamá Rosa, especialista en ragú. Pero mamá Rosa prepara, un sábado, un almuerzo frugal, y la familia napolitana se encoleriza. La discusión se prolonga durante tres días.

Mañana, en la sobremesa de la tarde, estreno de un telefilme norteamericano, Supertrén, en diez episodios de una hora, que TVE anuncia como «el transporte del futuro, una mezcla de amor, aventuras y suspense». Todo ocurre en un tren con motor atómico, capaz de desarrollar una velocidad de 320 kilómetros por hora, que circula sobre dos pares de railes acondicionado con piscina, gimnasio, teatro, discoteca y otros ser vicios. El tren es, en realidad, un modelo en miniatura y el telefilme pasará a la historia de la televisión norteamericana como uno de lo más estrepitosos fracasos de la producción de 1978-1979. La audiencia no aceptó esta especie de Vacaciones en el mar sobre ruedas, aunque los productores invirtieron en la serie más de setecientos millones de pesetas. Se emite mañana el episodio piloto, de 76 minutos, viaje inaugural desde Nueva York a Los Angeles en 36 horas.