El museo del Prado será descentralizado

« He aceptado el cargo -me dijo Pita Andrade, poco antes de pro cederse a la investidura- con plena conciencia de la responsabilidad que contraigo y de las muchas dificultades con que voy a topar. Cojo el toro por los cuernos, aun a sabiendas de que me expongo a la cornada, y quiero permanece abierto a los medios de comunicación, de los que espero una crítica veraz, leal y elegante.» Luego, a lo largo del discurso oficial, manifestaría que accedía a la dirección del museo en un momento crítico, con buena parte de las, salas cerradas, obras a medio emprender e instalaciones en pleno proc...

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« He aceptado el cargo -me dijo Pita Andrade, poco antes de pro cederse a la investidura- con plena conciencia de la responsabilidad que contraigo y de las muchas dificultades con que voy a topar. Cojo el toro por los cuernos, aun a sabiendas de que me expongo a la cornada, y quiero permanece abierto a los medios de comunicación, de los que espero una crítica veraz, leal y elegante.» Luego, a lo largo del discurso oficial, manifestaría que accedía a la dirección del museo en un momento crítico, con buena parte de las, salas cerradas, obras a medio emprender e instalaciones en pleno proceso de remodelación. No ocultó la necesidad de ciertos reajustes en lo tocante, sobre todo, a la reorganización del patronato del museo y a la perentoria integración de especia listas y facultativos por vía de con curso-oposición.

Acercamiento a las clases populares

Dato particularmente encomiable de su discurso fue la clara alusión al acercamiento del museo a las clases populares y a ciertos aspectos de descentralización o extensión de las actividades museísticas al resto del país. De acuerdo con lo primero, insistió Pita Andrade en la exigencia de renovar las ya lejanas y siempre bien recordadas Misiones de Arte, y sugirió, en lo concerniente a lo otro, la exigencia de encomendar a entidades regionales y provinciales (a museos de tal índole) la conservación, acceso y estudio de aquellas obras que, provenientes de los fondos del Prado, vienen sirviendo, como es sabido, de mero adorno en despachos oficiales de la más variada especie.Con un presupuesto mal calculado -diré de mi cuenta-, se está llevando a cabo en el museo un desorbitado proyecto de climatización. ¿A cuántas obras, propiedad del Prado, afectará la pretenciosa empresa climatizadora? A algo más de su mitad, de tener en cuenta que el resto anda disperso (si inventariado, no siempre catalogado), fuera del control exigible y en deplorable estado, a veces, de conservación. Obras depositadas en variopintas dependencias oficiales que, contraviniendo el carácter provisional de su encomienda, han terminado, no pocas, por adquirir condición de privilegio definitivo. En tanto las unas reciben la gracia de la climatización, quedan las otras confiadas a su propia desventura... o a la intemperie.

Propia autonomía

Haciendo un poco de historia, sepa el lector que desde el año 20 al 68 gozó el museo de un patronato que la ley de 1958 (de entidades estatales autónomas) lo clasificaba como organismo en posesión de propia autonomía. Mal que bien, el museo se atenía a semejante condición legal, con capacidad de autogestión, independencia económica, capacidad de inversión y ahorro. Diez años después, el Prado quedaba, en mala hora, absorbido por el llamado Patronato Nacional de Museos, enteramente a expensas de la Administración central, bajo su control, capricho y dedocracia. Es de significarse, por otro lado, que dicho Patronato Nacional de Museos, desde el día de su fundación hasta hoy, jamás se ha reunido. En 1970 se produce una nueva reorganización que había de agravar definitivamente las cosas. El Patronato del museo queda constituido por personalidades de clara y exclusiva significación política (casos del señor Fernández de la Mora o Fierro ... ) y desconocida dedicación estético-científica.Tan disparatada fue dicha remodelación, que acarreaba, y sigue acarreando, contradicciones harto difíciles de creer. El presidente, por ejemplo, del Prado resulta ser el propio ministro, en tanto el director general del Patrimonio Artístico lo es del Patronato Nacional de Museos. Dada la vinculación jerárquica de aquel Patronato para con éste, queda claro que el ministro termina por ser subordinado de su director general.

Tal es, en resumen, y con toda su carga de paradoja, la actual situación del museo del Prado, que muy por los cuernos habrá de coger su recién nombrado director si quiere llegar, con cornada o sin ella, a buen puerto. Le complace a uno comprobar que en el acto de toma de posesión haya aludido, con las reservas y eufemismos que el caso requería, a aquellos problemas materiales y legales más difíciles de lidiar, y si con evidente llaneza ha solicitado de los medios informativos una crítica veraz y leal, no habremos de ser nosotros quienes se la neguemos.

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