El boxedor Rubio Melero continúa gravísimo

Juan Rubio Melero, el peso medio que resultó noqueado en la velada disputada anteanoche en el Palacio de los Deportes de Madrid, sigue entre la vida y la muerte, tras haber sufrido en la tarde de ayer una dificilísima operación en la que hubo que extraerle parte del tejido cerebral dañado. Caso de salvar su vida, quedará con las facultades mentales disminuidísimas. Juan Rubio Melero pertenece a una familia modesta; el padre, carpintero sin empleo fijo, esperaba de él o de alguno de los tres hermanos que le siguen -todos metidos en el boxeo- la solución para el futuro económico de la familia....

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Juan Rubio Melero, el peso medio que resultó noqueado en la velada disputada anteanoche en el Palacio de los Deportes de Madrid, sigue entre la vida y la muerte, tras haber sufrido en la tarde de ayer una dificilísima operación en la que hubo que extraerle parte del tejido cerebral dañado. Caso de salvar su vida, quedará con las facultades mentales disminuidísimas. Juan Rubio Melero pertenece a una familia modesta; el padre, carpintero sin empleo fijo, esperaba de él o de alguno de los tres hermanos que le siguen -todos metidos en el boxeo- la solución para el futuro económico de la familia.

Juan Rubio Melero, nacido en Almería hace veintitrés años, buscaba en el boxeo el desquite contra su incómoda situación económica. Aconsejado por su padre, muy aficionado al boxeo, comenzó a ir a los gimnasios cuando era sólo un niño, y debutó como aficionado a los catorce. Se hizo muy pronto un nombre destacado en el mundillo boxístico de la ciudad. Su continua progresión le llevó a disputar la final del campeonato de España de aficionados y a formar parte de la selección nacional de su categoría. Cuando pensó que ya había quemado su aprendizaje en ese campo, pasó al profesional en busca de ese dinero con el que redimir la pobreza de su familia.Cuando se presentó anteanoche en Madrid, en la pelea que era su gran oportunidad, llevaba seis victorias y una derrota como profesional, y se le consideraba el peso medio con mejor futuro dentro del panorama español. Martín Berrocal, promotor de la velada, lo pensaba acoger en su clan, para exclusivizarle y programar su carrera. Su oponente era Francis, canario, campeón de España, más experto; en principio, parecía existir una desproporción. Juan Rubio había dejado la tercera serie para pasar a la segunda a primeros de año. Pero los mentores de Rubio confiaban en el mal momento del campeón de España -que nunca fue un gran noqueador y que había perdido antes del límite dos de sus tres últimas peleas- y pensaban que era el mejor momento para lanzar a su promesa. A la hora de. la verdad, Juan Rubio peleó mal y los golpes del campeón le demolieron. El arbitro de la pela, Ezquerra, y el manager del boxeador, José Marí Martín "Búfalox" -que también lo es del peso pesado Evangelista- no interrumpieron a tiempo la pelea.

En el séptimo asalto -a falta de sólo uno para el final- y cuando ya había sido contado una vez por caída, Francis le alcanzó con un golpe fortísimo, que Juan Rubio encajó ya inconsciente; el impacto le impulsó la cabeza hacia atrás con tal fuerza que oprimió el tronco del encéfalo contra la cervical y paralizó sus funciones. Una lesión similar a la que sufre una persona sentada en su coche cuando éste recibe un fuerte impacto por detrás.

«Que boxee mi hijo»

La gravedad de la lesión de Juan Rubio puso al descubierto la increíble falta de material sanitario que sufre el Palacio de los Deportes de Madrid. Ni oxígeno, ni medicamentos elementales para reanimación, ni ambulancia... Durante veinte minutos largos hubo que esperar a que la Cruz Roja enviara un vehículo y llevase al púgil a donde pudiese ser atendido. Los médicos aclararon posteriormente que ni la falta de oxígeno ni la de un más rápido traslado a la Residencia Francisco Franco -donde fue internado- agravaron su estado Pero el dato queda ahí y es interesante a la hora de enjuiciar la preocupación que el mundillo del boxeo demuestra por la seguridad de los hombres que lo practican.

Ayer por la mañana, mientras Juan Rubio Melero se debatía entre la vida y la muerte, llegaron a la residencia sanitaria sus padres y el tercero de los hermanos -Juan es el mayor-, de nombre Jesús, de diecisiete años de edad y boxeador aficionado. En Almería habían quedado el segundo y el cuarto de los hermanos. El segundo, Adolfo, tendría que haber peleado anoche en el encuentro de aficionados Almería-Tenerife, y el padre de todos ellos se sorprendió cuando supo que la Federación había decidido que no lo hiciese: «¿Por qué? Lo que le ha pasado a Juan es un accidente. Adolfo debe boxear.» La madre, llorosa, permanecía en silencio junto a él. Un conocido de la familia explicaba que el padre de los Rubio es carpintero de oficio, pero sin trabajo fijo; tampoco los hijos tienen empleo seguro, y trabajan ocasionalmente como albañiles. Toda la familia espera en el boxeo la solución de su futuro. El más pequeño de los hermanos ya va asiduamente al gimnasio y espera el día de su debut como aficionado.

Juan Rubio Melero -cuya historia difiere en lo esencial muy poco de la de la mayoría de los jóvenes que se dedican al boxeo- fue operado en la tarde de ayer a vida o muerte deun edema en el lóbulo temporal derecho, complicación posterior a la lesión. Francis, su rival, piensa dejar el boxeo. "Búfalo", el manager, está hundido. Duque, presidente de la Federación, culpa veladamente al árbitro de la pelea -que se muestra tranquilo-, acaso para evadir sus responsabilidades, y anuncia su deseo de abrir un expediente para aclarar las causas. No es necesario. La causa fue la negligencia crónica en la aplicación de las medidas de seguridad establecidas en este durísimo deporte. Las circunstancias en que se desarrolló la pelea no fueron distintas a las de muchísimas otras. La casualidad ha escogido a Juan Rubio Melero, pero el mismo riesgo que él lo corren continuamente la gran mayoría de los púgiles.

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