Pernille Harder, la voz LGTBI en el Mundial
La delantera, capitana y estrella de Dinamarca, también activista, disputa su primer campeonato del mundo con 30 años
Ocurrió en la ida de la semifinal de la Champions y fueron 10 minutos que a Pernille Harder (Ikast, Dinamarca; 30 años) le supieron a gloria, por más que el Barça ganara por la mínima. Tras cinco meses en la rebotica por una lesión en los isquiotibiales, volvía al tapete. Lo festejó el Chelsea, que en su momento pagó el traspaso más caro por la delantera —350.000 euros al Wolfsburgo— y sacó el champán el seleccionador Lars Søndergaard que recuperaba a su mejor jugadora para afrontar el Mundial tras perderse Di...
Ocurrió en la ida de la semifinal de la Champions y fueron 10 minutos que a Pernille Harder (Ikast, Dinamarca; 30 años) le supieron a gloria, por más que el Barça ganara por la mínima. Tras cinco meses en la rebotica por una lesión en los isquiotibiales, volvía al tapete. Lo festejó el Chelsea, que en su momento pagó el traspaso más caro por la delantera —350.000 euros al Wolfsburgo— y sacó el champán el seleccionador Lars Søndergaard que recuperaba a su mejor jugadora para afrontar el Mundial tras perderse Dinamarca las últimas tres ediciones. Será la primera Copa del Mundo para Harder —goleadora en finales de la Champions y Eurocopa, con siete títulos de liga en tres países diferentes y mejor jugadora europea de la década según la Federación Internacional de Historia y Estadística del Fútbol (IFFHS)—, capitana danesa. Pero Pernille, es mucho más que un brazalete. Es la voz.
Quizá marcada en su infancia porque siempre quiso jugar al fútbol y no tenía equipo femenino con el que competir —al punto de que convenció al Midtjylland sub-17 de chicos para que le dejara entrenarse con ellos—, Pernille quiere ser un ejemplo para las nuevas generaciones. “Yo no tenía en quién fijarme y cuando jugaba en mi casa me hacía llamar Beckham”, recuerda; “quería ser chico porque no sabía que había equipos femeninos”. Hasta que su hermana Louise le dijo que sí, que estaba el equipo nacional. Entonces, Harder decidió dejarse el cabello largo. “Significa mucho tener modelos a seguir y espero ser la inspiración para alguien”, conviene ahora.
Por eso en el pasado Mundial, después de que su pareja Magdalena Erikson jugara con Suecia los octavos ante Canadá, se dieron un beso planeado en las gradas. Una imagen que, cotidiana para ellas, recorrió el mundo. “Cuando Pernille y yo éramos niñas, no había atletas homosexuales que pudiéramos admirar y hacernos pensar que está bien ser homosexual. Podemos usar nuestra plataforma como futbolistas porque hay muchos que nos escuchan; podemos marcar la diferencia”, resuelve Eriksson. “Esa foto fue muy grande e hizo que mucha gente nos escribiera para decirnos que se miraban en nosotras y cuánto les habíamos ayudado”, rememora Harder, firme activista de los derechos LGTBI.
Una condición que sacó a relucir cuando la FIFA prohibió los brazaletes arcoíris —defendían los derechos de todas las personas independientemente de su condición sexual— en el pasado Mundial masculino de Qatar. “Quieres seguir tus valores y simplemente decir: ‘A la mierda la FIFA’. Pero también tienes una responsabilidad con tu equipo y federación”, resolvió la jugadora después de saber que para el Mundial de Australia y Nueva Zelanda, el organismo internacional resolvió sacar ocho brazaletes apoyando distintas causas sociales, aunque no se encuentra el de la leyenda One Love a favor de la comunidad LGTBI. “Si no hubiera consecuencias para nadie más que para mí, quizá llevaría el brazalete arcoíris. Es un poco vergonzoso que no pueda mostrar algunos valores que defiendo”, aclara.
Siempre tuvo ese carácter reivindicativo Harder, que en 2019 lideró una huelga con el resto de las jugadoras para que la federación danesa igualara los premios con respecto a la selección masculina. “Nos quedamos fuera del Mundial, las consecuencias fueron realmente duras, pero valió la pena”, explica Harder. Aunque el de Oceanía no se lo pierde. Y hasta sonríe. “Viajamos hasta aquí en clase ejecutiva. No creo que hubiéramos hecho lo mismo hace cinco años”, afirma, conforme con el incremento monetario de la FIFA y con el despliegue de su federación, que ha puesto masajistas, fisios y psicólogos al servicio del equipo. Aunque, señala, queda por hacer, pues los premios del torneo respecto al de los chicos son tres veces menos.
Ahora, en cualquier caso, Dinamarca quiere volver a disfrutar de un Mundial. “Es la primera vez para todas, así que hay un poco de miedo escénico”, concede la atacante Rikke Madsen. “Las mariposas en el estómago son parte del deporte. Y eso solo está ahí si hay algo en juego. Así que no debemos olvidar que es fantástico participar”, interviene Søndergaard. Y todas miran a Harder. “Algo nos afectará al principio, pero podemos ayudarnos mutuamente a encontrar el enfoque. Pequeñas cosas como reunirse en el campo y hablar”. Palabra de Pernille, de esa capitana que, pese a estar lesionada durante cinco meses, participaba en reuniones de Zoom con los técnicos y las demás jugadoras internacionales para alimentar la competitividad y el buen funcionamiento de la selección. “Este torneo se merece jugadoras como Pernille”, declaró Søndergaard antes de estrenarse hoy ante China en Perth (Australia). Duelos en los que Harder ampliará sus registros con Dinamarca, ya máxima goleadora (70). Después del Mundial, se irá a jugar al Bayern, dejando atrás el Chelsea. Con ella, en el mismo vuelo de Londres a Múnich, irá Magdalena, pues ambas han firmado hasta 2026. Allí seguirá marcando. Y defendiendo sus valores. Con o sin brazalete.
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