El primer oro de España viene del mar: Diego Botín y Florian Trittel son campeones olímpicos de 49er

Los regatistas se imponen en Marsella en la prueba decisiva, la Medal Race, y alimentan la gran aportación de la vela, el deporte que más medallas ha dado al deporte español en los Juegos

Diego Botín y Florian Trittel celebran la medalla de oro en Marsella. Foto: Andrew Boyers (REUTERS) | Vídeo: EPV

El oro viene del mar. El tesoro se escondía en las aguas de Marsella. Los regatistas Diego Botín y Florian Trittel han conquistado este viernes el primer puesto en la categoría de 49er y regalan así a la expedición española un lugar en lo más alto del podio por primera vez en estos Juegos de París. Y a lo grande, venciendo en la Medal Race, la prueba decisiva, más apretada en la historia olímpica de la categoría. Botín y Trittel exhibieron una mentalidad y personalidad inquebrantables para saltar al agua a por todas después de la jornada de infarto de ayer, cuando la regata se suspendió en dos ocasiones por falta de viento en el momento en que ya acariciaban la gloria y tuvieron que esperar durante horas una oportunidad que no ha llegado hasta hoy. Los tripulantes no solo han defendido su renta sino que han volado en La Marina marsellesa bajo un sol abrasador para vencer en la Medal Race, la regata que disputan solo las 10 mejores embarcaciones y que puntúa doble, y colgarse el oro sin ninguna discusión. Comenzaron a navegar juntos en 49er en este ciclo olímpico y el invento ha resultado ser un descubrimiento. Campeones de Europa, en el podio de los tres últimos Mundiales (plata y dos bronces) y ahora el cielo olímpico. La vela continúa engordando el medallero, convertida en el deporte que más metales (22) y más oros (14) ha servido a España en los Juegos Olímpicos.

Botín, nacido en Madrid hace 30 años y criado en Cantabria, lleva la vela en la sangre, una familia de navegantes y no solo de banqueros, sobrino de Marcelino Botín, el diseñador del Alinghi en la Copa del América. Él estudió Diseño Naval, y revive una infancia en el mar, desde los siete años en el Centro de Alto Rendimiento de Santander. Su pasión es navegar, no los estudios que empieza por tradición, y su corazón está alejado de la orilla. En la memoria también persiste la rabia por ese cuarto puesto de Tokio, después del noveno de Río, tan cerca del podio junto a Iago López Marra que ambos quedaron empatados con los terceros y medallistas de bronce, el barco alemán, que les supera porque en la regata decisiva puntúan cinco puestos por delante. Ese 3 de agosto de 2021 aún está grabado en su recuerdo, y los fantasmas vuelven cuando el jueves, otra vez en la lucha por la gloria olímpica, el destino parece poner a prueba su capacidad de resistencia, su fortaleza de espíritu. Es una prueba de oro.

El equipo español de vela, durante su carrera en la pelea por la medalla de oro, este viernes. Clive Mason (Getty Images)
Florian Trittel y Diego Botín celebra la victoria del equipo español en la carrera final de vela, este viernes. Clive Mason (Getty Images)
El equipo español durante la carrera final de vela por la medalla de oro.Andrew Boyers (REUTERS)
Florian Trittel y Diego Botín celebran su medalla de oro tras la carrera final de vela, este viernes.Jacquelyn Martin (AP)
Florian Trittel y Diego Botín celebran su victoria en la carrera final de vela, este viernes.Lisi Niesner (REUTERS)
La vela del equipo español durante la final por la medalla de oro, este viernes.Alex Livesey (Getty Images)

Junto a Botín, su escudero Florian Trittel, otro hijo del mar, nacido en Suiza de padres alemanes que se mudan a Barcelona cuando él es un niño, y lo hacen por su amor por la vela. También de 30 años, reporta un sexto puesto en Tokio, en Nacra 17 junto a Tara Pacheco, y con Botín forma tan buena pareja en tan poco tiempo que además de coincidir antes en una Copa del América juvenil han sido campeones en julio pasado, en San Francisco, de SailGP, la fórmula uno de la vela, los catamaranes voladores. El cántabro es el conductor, el líder, que sustituyó precisamente a Jordi Xammar, otra de las grandes esperanzas en París, en 470 con Nora Brugman. Trittel, que junto a un socio tiene una empresa de foils (alerones) que suministra a algunos barcos en estos Juegos, es el responsable del ala en el torneo de velocistas. De un barco saltan a otro.

Marsella ha sido su segunda casa en este ciclo olímpico que han compartido, después de aventuras por separado, y aquí han aprendido a torear con un campo de regatas marcado por la tierra que lo rodea, los caprichos del viento entrando por la bahía, las condiciones que cambian cada día, y un calor y humedad asfixiantes. Y de eso han hecho su fortaleza, “consistentes en todo rango de condiciones”, un notable casi siempre. Son más fuertes acabando que empezando, dicen, y en la variedad se sienten cómodos. La regularidad ha sido su clave pese a no ganar una regata (tres segundos puestos, un tercero, un cuarto, un quinto y dos sextos en las 12 rondas clasificatorias) antes de la Medal Race.

A la hora de la verdad, la pareja exhibe una mente de acero para soportar la presión de defender el primer puesto, rozar el oro, volver a empezar, otra vez al borde del éxito, otra vez al inicio y hasta el día siguiente. La misma rutina se repite cada mañana: meditación para calmar la mente y dos baños en hielo para activar el cuerpo. Su secreto se llama Samatha, el nombre con el que han bautizado a su barco, “la práctica budista de la calma mental”, cuenta Botín. Es la táctica de meditación y relajación que desde hace tres años, desde que empezaron a navegar juntos, utilizan por iniciativa de Florian. Una vez a la semana, ambos se conectan a un curso online que imparte una familia budista “que vive en una montaña en Barcelona”. “Se trata de sentarse en una silla y aprender a pensar, a relajarse. Eso nos va muy bien para la competición, nos ayuda”. Esa calma exhiben después de la tortura psicológica que fueron las dos regatas suspendidas el jueves, las horas muertas en el mar, esperando que se movieran las banderas. Después del descanso del guerrero, este viernes vuelven con la misma fortaleza. “Se ha hecho eterno”, cuenta Trittel. “Muy duro, sufrimos cada metro”, añade Botín; “han sido años preparándonos, fallando muchas veces, y esos fallos también nos han llevado aquí”. A la meta, a la gloria. Sabían que el oro se escondía en las aguas de Marsella.


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