Vinicius pone en solfa un proyecto de Estado
Leer que a España, como ha dicho el jugador del Real Madrid, le deberían retirar el Mundial 2030 es un disparate cuya dimensión como titular oculta el resto de la conversación sobre los ataques racistas
Cuando Vinicius señaló con el índice a uno de sus ofensores en la grada de Mestalla nos hizo un gran bien. En Valencia dolió mucho que al club titular se le ajustaran todas las cuentas pendientes, tantas ofensas del mismo tipo sufridas por Vinicius por todas partes; dolió que el estigma del racismo se individualizara sobre esa ciudad y ese campo, pero en algún sitio tenía que pasar. Lo anómalo no fueron las consecuencias para M...
Cuando Vinicius señaló con el índice a uno de sus ofensores en la grada de Mestalla nos hizo un gran bien. En Valencia dolió mucho que al club titular se le ajustaran todas las cuentas pendientes, tantas ofensas del mismo tipo sufridas por Vinicius por todas partes; dolió que el estigma del racismo se individualizara sobre esa ciudad y ese campo, pero en algún sitio tenía que pasar. Lo anómalo no fueron las consecuencias para Mestalla y la reputación del Valencia, lo anómalo había sido la impunidad previa de tantos casos en tantos campos.
Porque aquí no seremos racistas, como nos repetimos insistentemente unos a otros, pero toleramos a quienes sí lo son, y con esto me refiero tanto al vecino de asiento como al juez que tira a la papelera la denuncia de Tebas. Sólo a este último preocupó, en su afán loable de cuidar la imagen de LaLiga, el asunto Vinicius, pero la indiferencia ante sus acciones alcanzó al propio Real Madrid, que no se había sumado a esas denuncias. Pesaría más en el ánimo de Florentino su antagonismo con Tebas que el deseo de proteger a su jugador.
El caso es que con aquella actitud Vinicius desbarató tanta indiferencia. Llegaron las sanciones federativas, aparecieron como por ensalmo los gamberros del Frente Atlético que ahorcaron un muñeco que le representaba y hasta Florentino le sentó en el palco, rodeado de señorones blancos encorbatados, un contraste sarcástico.
Tomando una frase de Churchill cuando el desembarco aliado en el norte de África, aquello no fue el fin, ni siquiera el principio del fin, pero sí el fin del principio. Este país adoptó el acuerdo tácito de tomar otra postura, al menos oficialmente, pero por algo se empieza. Con su índice nos sentimos señalados todos y reaccionamos como sociedad.
Eso le teníamos que agradecer. Porque más allá de que sus maneras provoquen o dejen de provocar irritación, los insultos racistas son intolerables. Lo son todos, pero los que desvelan pulsión racista resultan particularmente repugnantes.
Así que se había ganado un respeto. Lo malo es que ha caído en la tentación de tomarse demasiado en serio a sí mismo y en su entrevista con la CNN, correcta en términos generales, se le ha escapó un disparate cuya dimensión como titular oculta el resto de la conversación. Leer que a España le deberían retirar el Mundial 2030 si no evoluciona en la dirección correcta provoca un estremecimiento en toda la tribu. Y recoloca a Vinicius en la posición de provocador atolondrado en que gustaba encuadrarle el antimadridismo más radical, al tiempo que desalienta a sus defensores, siempre indulgentes con sus actitudes evitables.
Como burrada es demasiado grande. Pone en solfa un proyecto de Estado y levanta una sombra sobre la condición moral del país en el que vive, cuyas calles recorre, en cuyos campos ha de jugar. Quizá le ha infatuado su papel sobrevenido de luchador antirracista, elevado a la condición de Tommy Smith del siglo XXI. Quizá le han faltado mejores consejos en el club, desde el que se le ha situado con demasiado énfasis como víctima, que lo era, negando sus ribetes de provocador, que los tiene. Quizá sea excesivo esperar de él, además de buenas carreras y regates, buenos razonamientos sin desliz. Alguien me lo definió ayer como un chico muy excitado sin la gracia de Juanito para los excesos.
Cabe la rectificación, pero no ha llegado. Es curioso que el Madrid, que emitió con reflejo eléctrico una nota enmendando a un señor tan sensato como Ancelotti cuando cuestionó el Mundial de Clubes, se haya encerrado en el mutismo institucional ahora.
Descartado aquello de que quien calla otorga, solo se me ocurre pensar que ha preferido encerrarse en su postura de que su jugador es un permanente agraviado, elegido por la casa como símbolo impostado de permanentes persecuciones que el club dice, y quizá hasta cree, sufrir por parte de medios, árbitros, Tebas, UEFA...
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