Victoria incruenta de la afición alemana
Las protestas de los hinchas alemanes impiden la entrada de CVC como socio de la Bundesliga
La revuelta de las aficiones alemanas de que di cuenta aquí la semana pasada ha alcanzado su objetivo: la DFL descarta la entrada de CVC como socio. Al aficionado alemán le espanta el capital extranjero, no quiere ver a la Bundesliga como está la Premier, en manos extrañas. Sus clubes, de hecho, están protegidos por la norma “50+1″, que impide el control mayoritario de cualquier socio externo. El aficionado se cansa de ser tratado como un mero cliente sin más derechos q...
La revuelta de las aficiones alemanas de que di cuenta aquí la semana pasada ha alcanzado su objetivo: la DFL descarta la entrada de CVC como socio. Al aficionado alemán le espanta el capital extranjero, no quiere ver a la Bundesliga como está la Premier, en manos extrañas. Sus clubes, de hecho, están protegidos por la norma “50+1″, que impide el control mayoritario de cualquier socio externo. El aficionado se cansa de ser tratado como un mero cliente sin más derechos que pagar, ver, oír y callar. No ha sido este su primer éxito colectivo. La fallida Superliga no la pararon ni las amenazas de la UEFA ni Boris Johnson, sino las aficiones británicas con su reacción inmediata. Y hablo de las aficiones de los propios equipos invitados a ella, el Big Six, todos controlados por capital exterior.
No se puede ignorar, sin embargo, que el ideal romántico del fútbol ha perdido mucho terreno en pro de la comercialización. Muchos viejos aficionados me hablan con añoranza de aquel fútbol de botas negras, números hasta el once, camisetas sin publicidad, pocos o ningún cambio y un sencillo y práctico trío arbitral.
A principios de siglo surgió un movimiento con cierto alcance internacional cuando el americano Malcolm Glazer compró el Manchester United. Cientos de aficionados se dieron de baja y crearon su propio United of Manchester con colores verde y amarillo, en recuerdo al remoto origen del club, cuando era conocido como Newton Toen. Inscrito en la Décima División, consiguió tres ascensos consecutivos y llegó a tener mejores asistencias promedio que siete de los clubes de la League One. Aquello inspiró la creación de una Federación de Accionistas y Socios del Fútbol Español, cuyos partidarios se identificaban con bufandas de color verde y amarillo. El móvil era el mismo: vigilar actitudes de la propiedad que consideraran contrarias a las esencias del club. Aquello tuvo su auge y un presidente con cara y ojos, José Ángel Zalba, que lo había sido del Zaragoza en tiempos previos a las sociedades anónimas.
Hoy el United of Manchester vegeta en la Séptima División y la FASFE mantiene una actividad residual. Sus bufandas no se ven ya en nuestros estadios.
Sí hemos tenido aquí algunos movimientos singulares en ese sentido. En 2003 el alcalde de Oviedo, Gabino de Lorenzo, quiso reemplazar al histórico, pero arruinado Oviedo por el Astur, provocando una reacción de los aficionados que salvó al club original. En Salamanca, la vieja Unión Deportiva es ahora de José Lovato, un mexicano en el que el Ayuntamiento vio la posible salvación del club y eso dio lugar a un movimiento de socios que crearon el Unionistas de Salamanca. Ahora la vieja Unión milita en Tercera de la RFEF, categoría regional, y el Unionistas se ha asentado en al Primera RFEF, antesala de la Segunda División.
Guerrillas locales, en fin, desde Alemania a Salamanca. Considero guerrilla local el fenómeno de los ingleses y la Superliga, porque en Inglaterra todo es local y descarto que estuvieran pensando en el orden común, sino en la Premier.
No estaría mal, pero es soñar despierto, un movimiento global de aficiones que frenara el destrozo permanente del Reglamento, que exigiera la restauración del que tuvimos hasta que la diarrea mental de David Elleray lo empezó a atiborrar de cambios (170 en los últimos cinco años). Los objetivos deberían ser regresar al Reglamento del Siglo XX y confinar a Elleray en Santa Elena. Mejor por orden inverso.
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