El Real Madrid baja a la tierra al Girona

El equipo de Ancelotti golea al aspirante más cercano y amplía la ventaja en cabeza con una actuación brillante de Vinicius, que volvió de su lesión para marcar y asistir a Bellingham, que se retiró con un tobillo maltrecho

Bellingham y Vinicius celebran el primer gol del inglés al Girona.Ángel L Martínez Cantera (Getty Images)

El Girona se asomó a la loma del Bernabéu, atisbando quizá la cumbre de la Liga, y allí se encontró el golpazo del Real Madrid, diezmado, contrahecho, da lo mismo. Vinicius es un arma nuclear y Bellingham, un desparrame. El equipo de Ancelotti devolvió a la tierra a un grupo que había desplegado un fútbol alegre, atrevido e ilusion...

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El Girona se asomó a la loma del Bernabéu, atisbando quizá la cumbre de la Liga, y allí se encontró el golpazo del Real Madrid, diezmado, contrahecho, da lo mismo. Vinicius es un arma nuclear y Bellingham, un desparrame. El equipo de Ancelotti devolvió a la tierra a un grupo que había desplegado un fútbol alegre, atrevido e ilusionante. Pero se encontró con el cuajo de un Madrid que le ha metido un 7-0 en los dos partidos del curso, y despachó una tarde de altura rumbo a la ida de los octavos de Champions el martes en Leipzig, con la defensa en cuadro y Bellingham renqueante.

¿Pero qué puede temer? Vive habituado a la excepcionalidad, a chapotear lejos de la ortodoxia y lo previsible. Y en ese magma descontrolado, se maneja de maravilla. La tarde que se presentaba en el Bernabéu el aspirante a la Liga más cercano, Ancelotti miró a su tropa y allí no quedaba ya ningún central en pie. De la caída del último, Toni Rüdiger, se había informado unas horas antes del encuentro. De modo que se plantaron ante el cuadro más goleador con Tchouameni y Carvajal en el centro de la zaga. Dos novatos con un par de ratos de vuelo frente a Dovbyk, uno de los pichichis. Da igual. El Girona se fue sin un solo tiro a puerta.

La acumulación de adversidades médicas no ha traído desaliento, sino que ha elevado el nivel competitivo del conjunto. Se mueven en la emergencia con una naturalidad asombrosa. Tchouameni dominó el aire en una función en la que merodeaba uno de los mejores cabeceadores de la Liga: Dovbyk ha conseguido así cinco de sus 14 tantos. Ayudado por Valverde, Lucas Vázquez rebajó mucho la amenaza que suponen por la banda izquierda Savio y Miguel Gutiérrez.

El Madrid creció desde la prudencia, después de empezar la tarde a la expectativa, muy juntos mientras el Girona, siempre atrevido, agitaba el ataque con Tsygankov, Portu, Couto y Savio. El batallón de Ancelotti aguardaba, mientras Míchel, desde un palco por su sanción, contemplaba cómo el suyo no se arrugaba ni un poco. Mientras se asentaba sobre una defensa recién nacida, al Madrid le bastaba muy poco para asustar al rival. Un control con giro de Bellingham para aclarar todo el panorama, por ejemplo. O un avance de Valverde, un pase a Vinicius, y un tiro del brasileño desde fuera del área. Así abrió el marcador, en una jugada en la que el 7 fue todo un sistema de ataque en sí mismo. Sin nadie por delante, rodeado de contrarios, en una fase en la que el Girona parecía dominar, despachó un misil cruzado al palo y comenzó a aplacar al aspirante.

Vinicius volvía al once después del problema de cervicales que le dejó sin derbi. Tenía hambre atrasada y Couto padeció el entusiasmo, otro despliegue de imaginación letal al que añadió una dosis de trabajo defensivo. Para iniciar el 2-0 ni siquiera necesitó el regate. Le bastó con la sospecha. Mientras Couto se preparaba para atajar la fuga, Vinicius vio una carrera de Bellingham y le envió un regalo con el exterior. El inglés regateó a Gazzaniga y acertó con la red.

Para entonces, el Madrid ya había abandonado la contemplación. La zaga se conducía con la seguridad de los veteranos. Por delante, ya tocaban bajo la dirección de Kroos y el impulso de Camavinga. El francés barría el centro, rompía líneas a la carrera y encontraba pases con un veneno finísimo. Un jugador formidable e indescifrable. El Girona también tenía sus ratos con la pelota. Pero en el Bernabéu, ante la defensa más contrahecha del Madrid, esos tramos resultaron inofensivos. Míchel trató de operar en el descanso. Retiró a Portu e introdujo a Pablo Torre. Siguieron unos minutos en los que miraron algo más a la banda izquierda, por donde Savio y Miguel inquietaron a Lucas del modo que se esperaba. Pero no fue a más.

Vinicius volvió a buscar a Couto, le provocó un nudo a base de bicicletas, entró al área por el estrecho pasillo que quedó entre el defensa y la línea de fondo y tiró. Gazzaniga alargó la mano, pero el despeje lo cazó Bellingham para marcar, en lo que fue lo último que pudo hacer con su maltrecho pie izquierdo. Se retiró enseguida después de dos torceduras, dejando a la grada en pie, e inquieta por el partido de Champions del martes en Leipzig.

Completó la goleada Rodrygo. Se lanzó a un largo eslalon y, cuando pisó el área, soltó un latigazo. El Madrid había amansado una cita que se anunciaba como un trago complejo. Tanto, que hasta Güler, tan protegido de las espinas, encontró su momento y, en él, un penalti, que es lo único que no le funciona a un Madrid que acababa de devolver al Girona a la tierra. Joselu reventó el palo. Y ya no hubo más.

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