Simeone vuelve a ser Simeone en la esforzada victoria del Atlético ante el Sevilla

Los rojiblancos sostienen con un jugador menos durante 20 minutos el solitario gol de Llorente por la expulsión de Söyüncü, pero su entrenador ya había realizado antes cambios defensivos para guardar la renta

Simeone se abraza a Llorente al final del partido entre el Atlético y el Sevilla.SUSANA VERA (REUTERS)

Obligado como contra el Getafe a otra sesión de épica por la expulsión de Söyüncü en el último tercio del duelo, el Atlético se llevó este partido aplazado correspondiente a la cuarta jornada. Necesitaba ganar o ganar. El gol de Llorente mantiene la llama de la pelea por el título. Un traspié hubiera significado descolgarse demasi...

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Obligado como contra el Getafe a otra sesión de épica por la expulsión de Söyüncü en el último tercio del duelo, el Atlético se llevó este partido aplazado correspondiente a la cuarta jornada. Necesitaba ganar o ganar. El gol de Llorente mantiene la llama de la pelea por el título. Un traspié hubiera significado descolgarse demasiado de la cabeza de la tabla que comandan Girona y Real Madrid.

No jugó bien el Atlético, pero conquistó una de esas victorias que llenan el ojo y ensanchan el pecho de Simeone. Sus carreras por el campo, haciendo la avioneta y dando saltos, delatan la dimensión de lo que suponía esta victoria. Simeone era tan consciente de ello, que antes de la expulsión del central turco ya había operado con cambios que buscaban más defender que sentenciar al Sevilla. En un momento de apuro, Simeone volvió a ser Simeone.

Suelen estar sus duelos con Quique marcados por una sobrecarga táctica y competitiva. Se conocen y también comparten muchos conceptos. Los dos también adoptaron hace tiempo la defensa de tres centrales cuando antes fueron devotos incorruptibles del 4-4-2. Y con la defensa de cinco se plantaron ambos. Si acaso, llamó la atención la decisión de Quique de presentar un once sin delanteros puros. Formó su pareja de ataque con Suso, un mediapunta, y Ocampos, un jugador de banda.

Si esa fue la triquiñuela de Quique para sorprender, la de Simeone fue orillar a Griezmann en la banda derecha para que desde allí tirara diagonales o formara sociedades con Molina y De Paul. Ni a uno ni a otro entrenador les funcionó su intentona de robarse la cartera. Puestas sobre el tapete las cartas, fue el Atlético el que se impuso de arranque. Morata se midió con Dmitrovic en un mano a mano que perdió tras una pared con De Paul.

El duelo arrancó con ritmo y las mechas cortas. En el Sevilla, eran Oliver Torres y Rakitic los que trataban de que la pelota le corriera a su equipo y Ocampos el que agitaba con conducciones y desmarques. Acostumbra el argentino a guerrearle al Atlético y parecía decidido a ello hasta que su equipo terminó por entregarle el gobierno del partido. Cedió el Sevilla, pero no bajó su intensidad. Tampoco redujo revoluciones el Atlético y de ahí salió un duelo espeso y trabado. Todos asumieron que tocaba rascar en cada disputa. Un borbotón de faltas tobilleras se apoderó del duelo. Ni Dmitrovic ni Oblak tuvieron que intervenir después del primer cuarto de hora. Había más empeño que fútbol en el Atlético y el Sevilla fiaba a Ramos que guardara la cueva. Tenía morbo el regreso del camero al Metropolitano.

Ni el empuje de De Paul, ni la labor de zapa de Morata, ni las intentonas de Riquelme le dieron para generar verdadero peligro. El ensayo de Lino como interior volvió a fracasar. Simeone dice que es más asociativo que Riquelme, pero el hispanobrasileño liga poco juego. Quizá se esconda tras esa decisión que los riesgos defensivos sean menos con el canterano por la banda que en una posición más centrada. La cuestión es que en dos partidos esa disposición ha generado más atascos que fluidez. El primer acto fue un ejercicio de competitividad de dos equipos que enseñaron más oficio que seda.

La necesidad de aclarar su ofensiva llevó a Simeone a dejar a Riquelme y a Nahuel Molina en la caseta. Entraron Llorente y Correa y Lino se fue al carril. Como ya le sucedió contra el Getafe, cuando devolvió al brasileño a esa posición, el Atlético se naturalizó. Una salida de balón dinámica y a un toque la afiló Koke con un pase de 40 metros a Llorente, que acunó la pelota en el lateral del área. El centro que buscaba a Morata se lo devolvió Ramos en su intento de despeje. Ya estaba Dmitrovic medio caído y no le dio tiempo a rectificar y llegar para detener el remate de Llorente.

No había pasado ni un minuto desde la reanudación y el Atlético se puso en ventaja. No pareció fiarse en exceso Simeone de poder administrarla. Que el Getafe le igualara una renta de dos goles en los últimos minutos aún debía rondar en su cabeza. Así que Simeone volvió a ser Simeone. Se limpió primero a Morata para meter cemento con Saúl. Después fue Koke para que entrara Söyüncü, un central, y terminar de desempolvar su libreto más siderúrgico. Todavía hubo más, esta vez por obligación, cuando el turco vio la roja directa por pisarle el talón a Ocampos. Griezmann dio paso a Reinildo, que reaparecía tras casi un año lesionado. Otra vez con diez a defender un resultado favorable. Y lo pudo mantener. Fueron 20 minutos de faena y sudor. Quique ya había metido toda la carga con En-Nesyri y Rafa Mir. Apenas apuró a Oblak Se cebó el Sevilla en centros laterales y ahí se quedó mientras Simeone simulaba volar de felicidad.

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