La Real sufre al final ante un Sevilla con nueve jugadores

Sergio Ramos y Navas, expulsados en el tramo final de un partido que los donostiarras resolvieron en la primera parte

Zubeldia disputando el balón con Sergio Ramos.Juan Herrero (EFE)

Con sus dos jugadores más emblemáticos, Sergio Ramos y Navas, expulsados en la misma acción, quiso el Sevilla asaltar Anoeta, pero era una misión imposible, aunque la grada sintiera cierto temor por la incertidumbre del resultado. Ganó la Real Sociedad, que fue mejor en la primera parte, pero se enredó en la segunda después de que En Nesyri apretara el resultado en una acción aislada.

Jugaba al principio el Sevilla con hechuras de equipo gr...

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Con sus dos jugadores más emblemáticos, Sergio Ramos y Navas, expulsados en la misma acción, quiso el Sevilla asaltar Anoeta, pero era una misión imposible, aunque la grada sintiera cierto temor por la incertidumbre del resultado. Ganó la Real Sociedad, que fue mejor en la primera parte, pero se enredó en la segunda después de que En Nesyri apretara el resultado en una acción aislada.

Jugaba al principio el Sevilla con hechuras de equipo grande, aplomo y determinación, o al menos esa era la primera impresión, pero a nada que rascó la Real se le derrumbó el tinglado a Diego Alonso, como si fuera aquello un decorado de parque temático, cartón piedra en vez de mármol, que es lo que necesita cualquier equipo que aparece por Anoeta para enfrentarse a un bloque de cemento armado como el que ha montado Imanol, pero que se mueve con la ligereza de un halcón que se lanza a cazar.

Eso hizo la Real Sociedad en cuanto olió la sangre, que fue pronto, tras una falta en el lateral que Barrenetxea ajustó al larguero y tocó en Dmitrovic para meterse en la portería. Y luego Sadiq, que recibió en el círculo central, de espaldas y se dio la vuelta para fabricarse solito la jugada y el espacio, al que no salieron ni el medio campo ni la defensa sevillista. El futbolista nigeriano, 449 días después de su último tanto, con una gravísima lesión de por medio, limpió de telarañas la escuadra para ampliar la ventaja local y quitarle el disfraz al Sevilla, desnudo otra vez ante el espejo.

Siguió la Real en su línea, acomplejando a un rival que se hacía pequeño cada vez que Merino o Zubimendi tocaban la pelota. La presencia de Kubo resaltaba casi testimonial porque el juego se planteaba al otro lado del campo, pero no hizo falta el japonés para certificar la superioridad realista, que comenzó a disminuir, como le pasa a veces, con el inicio de la segunda parte.

El apagón se sustanció en el remate de En Nesyri que tropezó en Le Normand y despistó a Remiro. Se quedó entonces sin brújula la Real, atrincherada en su área, y apareció la fe del Sevilla, que apretó mucho, justo hasta el segundo remate del marroquí que se estrelló en el larguero. El susto despertó a los de casa, que espabilaron para cerrar líneas. Luego llegaron las expulsiones –la de Sergio Ramos, la trigésima que recibe en partidos oficiales–, los miedos de la grada y la impotencia del Sevilla que no hizo posible una misión imposible.

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