Olga Carmona y la falta del VAR sostienen al Madrid ante el Chelsea
La lateral blanca logra dos goles, uno gracias a un penalti que no fue, para sellar el empate ante un Chelsea de ataque al abordaje
Olga Carmona es la sosias del Rey Midas desde que viajara a las antípodas, capaz de definir la semifinal y la final del Mundial, también el martillo del Chelsea porque le hizo dos goles. Y con eso, los guantes de Misa y la ayuda arbitral —porque la colegiada señaló un penalti por error ya que la falta, dudosa incluso, fue fuera del área— le bastó al Madrid para sacar un empate que ni en sus mejores sueños. Pero no hay VAR, tamp...
Olga Carmona es la sosias del Rey Midas desde que viajara a las antípodas, capaz de definir la semifinal y la final del Mundial, también el martillo del Chelsea porque le hizo dos goles. Y con eso, los guantes de Misa y la ayuda arbitral —porque la colegiada señaló un penalti por error ya que la falta, dudosa incluso, fue fuera del área— le bastó al Madrid para sacar un empate que ni en sus mejores sueños. Pero no hay VAR, tampoco justicia. Y sí una Olga Carmona que lo que toca lo convierte en oro.
REAL MADRID, 2 – CHELSEA, 2
Real Madrid: Misa; Oihane, Ivana, Kathellen, Olga Carmona; Toletti, Tere Abelleira (Olofsson, m. 90); Athenea, Zornoza (Maite Oroz, m. 60), Linda Caicedo (Raso, m. 90); y Bruun (Feller, m. 72).
Chelsea: Berger; Lawrence, Bright, Carter, Charles; Cuthbert, Nüsken; Kaneryd, Kirby (James, m. 64), Fleming; y Sam Kerr.
Goles: 1-0. M. 10. Olga Carmona. 1-1. M. 41 Charles. 1-2. M. 75. Sam Kerr. 2-2. M. 79. Olga Carmona, de penalti.
Árbitra: F. Klarlund (Dinamarca). Mostró la cartulina amarilla a Toletti y Kathellen.
Estadio Di Stéfano. Unos 4.500 espectadores.
Resoplaba de buenas a primeras y por el área técnica la insigne Emma Hayes, enrabietada porque su equipo corría y apretaba sin resuello, incapaz sin embargo de imponer su ley en el área rival. Por lo que el Madrid, aunque fuera por escasos cinco minutos, se apropió del esférico. Corta pero bella partitura gracias a la brújula de Tere Abelleira, capaz de descontar líneas de presión al primer toque. Como ese que desbrozó el acoso rival y permitió el centro de Oihane, rechazo que cayó en Zornoza y de ahí a Carmona, que soltó un latigazo que se alojó en la red después de que Bright desviara el esférico con el cuerpo. Festejo con alma, piña blanca, gol que alimentaba las ambiciones de un equipo que juega por tercera vez la Champions, hasta ahora con los cuartos como frontera. Fue hace dos cursos porque en el anterior se encasquilló en la fase de grupos ante el PSG y... el Chelsea, conjunto de órdago, hercúleo, líder de la Premier, aspirante a todo. Lo que le confiere carácter y orgullo, pues tras el tanto le arrebató el balón al Madrid a base de esfuerzo físico, piernas para que os quiero, corre corre que te pillo.
No le hacía ascos el Madrid al repliegue bajo y, por una vez, las cámaras y los flashes no se centraban en Bruun o en Athenea, sino que era un equipo generoso en el esfuerzo, con el trabajo puesto al servicio del grupo, al fin una defensa aseada. Pero ni con esas porque jugar tan atrás, de forma timorata, solo vaticinaba el fiasco. Y más si delante estaba el fútbol al abordaje del Chelsea. Por lo que tras una buena ocasión de Kerr y una mejor manopla de Misa, después unos despejes a la remanguillé de Kathellen o correcciones milagrosas de Ivana y Carmona, se impuso la lógica, también Charles para remachar un centro de Lawrence. De lateral a lateral, ejemplo de la intensidad del Chelsea y la poca fe del Madrid.
Nada cambió tras el entreacto, con el Chelsea volcado al ataque. Y aunque Misa sacaba los gadjetobrazos, no pudo replicar al centro de Charles que Sam Kerr atacó en el área chica. Tanto que pareció el punto final del Madrid; aguijonazo que no entendió Athenea porque sacó un penalti que no era. Quejas del Chelsea porque no hay VAR, porque también le anularon un gol sobre la bocina por un fuera de juego que no pareció. Pero Carmona hizo diana y el Madrid selló las tablas, por más que aclare que con el paso de los años coge cuajo y se hace mayor, aunque no grande.
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