Berrade eleva a la máxima potencia al Kern Pharma en la Vuelta a España
El ciclista suma el tercer triunfo de etapa para el equipo español, de segunda división, tras romper la fuga en los últimos kilómetros
Sus padres soltaban lagrimones de cocodrilo en la meta, visiblemente conmocionados por lo que acababan de ver, temblando por la emoción, dichosos a más no poder porque su hijo acababa de cruzar la bandera a cuadros con los dos brazos en alto y con el resto de los ciclistas por detrás. Un abrazo sentido tras una excepcional exhibición que comenzó con un ataque fiero a falta de seis kilómetros, de esos en los que no se mira atrás, arrancada que despegó a su sombra y dejó patitieso al grupo de fugados que soñaban con la victoria. Era Urko Berrade y sus pedaladas en combustión camino de la gloria, un triunfo que eleva al Kern Pharma a la máxima potencia en esta Vuelta, pues es un equipo de segunda división que ya suma tres laureles en la competición tras los dos logrados por Pablo Castrillo. “Estoy que ni me lo creo. Era una fuga de mucho nivel y no sé cómo he podido resolver. Ha sido por mis compañeros”, resolvió Berrade, todavía agitado por lo conseguido. Su alegría, sin embargo, contrastaba con la rabia de Mikel Landa, que en una etapa que no comportaba peligro tiró por la borda todo el trabajo hecho durante la carrera. Un adiós prematuro, un candidato menos.
Asegurado el aliento del aficionado con una salida en Vitoria-Gasteiz, pues fueron miles los hinchas que se acercaron a ver la gran caravana del ciclismo, ikurriñas y pasión por la bicicleta al cubo, el pelotón tenía claro que era un día para la fuga, pues el perfil orográfico invitaba a ello, terreno ondulado con dos montañas por el camino: una de segunda categoría, el Alto de Rivas de Tereso; y otra de primera, Puerto Herrera, de 5,6 kilómetros con una pendiente media de 8,3 y exigentes rampas del 14%. Y la escapada, claro, se formó. Aunque costó lo suyo porque los intereses del pelotón discutían entre sí, que si se va Menganito a Fulanito no le parece, que si se va Pepito a Jaimito no le conviene. Pero alcanzados los 50 kilómetros, entre los sucesivos abanicos -hubo un momento que hasta el líder se quedó entrecortado-, se hizo el boquete. Y fue de los gordos porque casi que se partió en dos la gran melé, toda vez que fueron 42 corredores los que pusieron tierra de por medio. Un movimiento que cogió color y fuerza con los kilómetros, que evidenció también, alcanzado el ecuador de la etapa, que el galardón del día se lo llevaría uno de ellos. Algo a lo que se resistía con denuedo Euskaltel, pues era la única etapa por su tierra y no habían podido poner a nadie en la fuga, un sonrojo que trataron de remediar. Primero tiraron del grupo para reducir distancias y después lanzaron a Bizkarra y Gotzon Martín, intentona a la desesperada. Aunque también frustrada, incapaces de coger rueda, de significarse en la que era la etapa más importante de su Vuelta.
Por delante había corredores de todos los perfiles: los guerreros como Soler, Castrillo, Narváez, Vlasov; los revoltosos como Schimd, Poole, Vacek, Herrada; los que aspiraban a la sorpresa como Lazkano, Küng y Catteneo; y hasta los sprinters como Groves, Bittner y Pau Miquel. Una lucha de estilos de la que nada quiso saber un trío de corredores (Küng, Schmid y Vacek), que fueron los primeros en mover pieza, en afrontar el descenso sin remilgos ni freno, cuesta abajo a toda mecha. Lo suficiente para hacer la fuga de la fuga. Aunque no lo necesario para marcharse del todo, atrapados por otros 10 corredores. La meta a su merced.
Aunque ese puerto tuvo mucho mucha miga. Más que nada, la que quiso poner Richard Carapaz, un joker sobre la bici, ya que arranca cuando nadie lo espera para hacer estremecerse al pelotón. Y bien que lo hizo antes de coronar el risco, solo seguido por los tres del podio y descolgado un Mikel Landa que se encontró sin compañeros ni fuerzas, cruzado por la mala previsión del equipo, desfigurado porque todo lo hecho en la Vuelta no sirvió para nada. Un tortazo de difícil digestión que se tradujo en 3m 20s, adiós muy malas. Pero eso ya no le importaba a Carapaz, siempre catapultado por la sensacional estrategia configurada por su director Juanma Gárate, que tenía más, mucho más, como esa otra explosión junto a dos compañeros que habían aguardado para tirar y dejar en el camino a O’Connor, capaz en cualquier caso de reengancharse con la ayuda de sus compañeros, justo de lo que careció Landa. Un sobresalto que casi le quita el maillot rojo, ese al que se agarra desde la etapa siete, cuando los aspirantes le fueron arañando tiempo sucesivamente, al punto de que le queda una escuálida renta de cinco segundos.
Camino del Parque Natural de Izki, tierra de hayedos y grandes bosques del roble marojo, diversidad de verdes con algún toque anaranjado, paletilla de colores que cautivaba a la vista, ya no hubo más sustos para el líder, sino el órdago victorioso de Berrade, la última genial muesca del Kern Pharma. “Es un sueño, ni nos lo creemos. No queremos volver a la realidad”, atinó a decir el vencedor. Por entonces ya habían llegado los del podio y Carapaz, conscientes de que la carretera se empinará por última vez en las siguientes dos etapas, donde aguarda el Alto de Moncalvillo y, sobre todo, el terrorífico Picón Blanco. O’Connor aguanta; Roglic, Mas y Carapaz sacan el colmillo; y Landa se despide. Pero mientras tanto, que le quiten lo bailado a Castrillo, Berrade y el Kern Pharma.
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