Ricky Rubio deja la NBA y su futuro sigue en el aire: “Mi mente se fue a un lugar oscuro”
El base español, de 33 años, no juega desde abril y en verano abandonó la concentración de la selección española por un problema de salud mental
Ricky Rubio dice adiós a la NBA. El base español, de 33 años, ha llegado a un acuerdo con los Cleveland Cavaliers para rescindir el contrato que les unía por lo que resta de temporada y con opción a otra más. El futuro del jugador sigue ahora en el aire puesto que no disputa un partido desde el pasado 23 de abril, en la liga estadounidense, después de recuperarse de una rotura del ligamento cruzado de la rodilla izquierda, y ...
Regístrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
Ricky Rubio dice adiós a la NBA. El base español, de 33 años, ha llegado a un acuerdo con los Cleveland Cavaliers para rescindir el contrato que les unía por lo que resta de temporada y con opción a otra más. El futuro del jugador sigue ahora en el aire puesto que no disputa un partido desde el pasado 23 de abril, en la liga estadounidense, después de recuperarse de una rotura del ligamento cruzado de la rodilla izquierda, y dejó la concentración de la selección española antes del último Mundial por un problema de salud mental. Las lesiones y la lucha por su bienestar psicológico han marcado la carrera de una estrella con más de 18 años en la élite que ahora vuelve a una encrucijada. Su marcha de la NBA puede situarle de regreso al baloncesto europeo (“estoy empezando a plantearme mi regreso”, había avanzado ya en mayo pasado) e incluso ante la puerta de una posible retirada.
“El 30 de julio fue una de las noches más duras de mi vida”, ha comentado Ricky este jueves en un comunicado, acerca de aquel día con la selección. “Mi mente se fue a un lugar oscuro. Sabía que iba en esa dirección, pero nunca pensé que no podía controlar la situación. Al día siguiente decidí parar mi carrera profesional. Algún día, cuando llegue el momento, me gustaría compartir toda mi experiencia con todos vosotros para ayudar a otras personas que atraviesan situaciones similares. Hasta entonces, me gustaría mantenerlo en privado por respeto a mi familia y a mí mismo, ya que todavía estoy trabajando en mi salud mental, pero me enorgullece decir que estoy mucho mejor y que mejoro cada día”, añade la nota, en la que confirma que su trayectoria en la NBA “ha llegado al final”.
La vida en la élite comenzó muy temprano para un chico que con 14 años, 11 meses y 24 días, en octubre de 2005, se estrenó con el Joventut en la ACB. Cuatro cursos después saltó al Barça, y de azulgrana fue campeón de la Euroliga la campaña siguiente. Tras 205 encuentros ligueros entre ambas camisetas (tres Copas, dos Supercopas y una Liga), voló a la NBA. Minnesota, Utah, Phoenix y Cleveland han sido las paradas de un viaje de 12 años en el que a menudo se ha sentido tratado como una mercancía. En la meca del baloncesto se ha alistado en 712 encuentros y ha entregado 5.248 asistencias, además de ser el mejor jugador de la Liga en robos de balón por encuentro en tres campañas (2012-13, 13-14 y 15-16).
La pérdida en 2016 de su madre, Tona, por un cáncer de pulmón después de cuatro años de lucha contra la enfermedad, sacudió los cimientos de su vida y de su carrera. “Eso me enseñó a preguntarme: ¿Por qué me tengo que esconder? Si estoy mal, ¿por qué tengo que decir que estoy bien? Decir que estar mal, o llorar, no es debilidad, sino lo contrario. Expresar tus sentimientos es un símbolo de fortaleza. Yo pasé una depresión. Mi pasión, el baloncesto, ya no lo era. ¿Y cómo paras un tren que va a 200 por hora? No puedes. Pero me afectaba. Tenía dos caminos. Culpar al resto de todo lo que me pasaba o aprender de ello y ser más fuerte. No sería la persona que soy ahora sin vivir esa experiencia. Antes el baloncesto era lo más importante, era mi filosofía de vida, y ya no lo es. No quiero ser solo el jugador de baloncesto”, contó sobre esa dura travesía personal que atravesó. Ricky ya había sufrido unos meses antes la pérdida, también a causa de un cáncer, de Flipp Saunders, su técnico en Minnesota. Y en 2018 creó una fundación para concienciar y batallar contra la enfermedad. Cumplió con la promesa que le hizo a su madre, la de ayudar a la gente que lo necesitaba, y emprendió el proyecto junto a Víctor Claver, cuyo padre, Paco, murió por el mismo motivo.
La mente y el cuerpo han caminado de la mano en la vida de Ricky. El base se rompió el ligamento cruzado de la rodilla izquierda el 29 diciembre de 2021 con los Cleveland Cavaliers, cuando brillaba en su mejor momento en la NBA. La misma lesión que padeció en marzo de 2012, tras un choque con Kobe Bryant, le mantuvo esta vez 13 meses de baja. “Me acuerdo de un día, cuando llegué a El Masnou a las dos semanas de operarme… estaba con muletas y no sabía bajar las escaleras de mi casa. Eran las cinco de la mañana y empecé a llorar”, contó en el podcast El Reverso. La ausencia se prolongó hasta enero de 2023. Rubio quería volver al máximo y no a medio gas. Invirtió mucho en esa recuperación, pero a su vuelta no recogió el fruto que esperaba y acabó fuera de la rotación del equipo (5,2 puntos y 3,5 asistencias de media en 33 partidos en la pasada temporada).
La lesión le hizo perderse el Eurobasket de 2022 con la selección española después de ser campeón y MVP del Mundial de 2019 y de disputar los Juegos de Tokio tras subirse al grupo a última hora, convencido por su mujer. Con el combinado nacional se ha vestido en 157 encuentros y ha festejado siete medallas: dos oros europeos y uno mundial, una plata olímpica en 2018 y dos bronces europeos y otro olímpico. Regresó con La Familia para el Mundial del pasado verano, pero dejó la concentración por un problema de salud mental. El base esperaba compartir la batuta del equipo junto a Lorenzo Brown y no cargar en sus hombros con la responsabilidad de dirigir un conjunto que defendía el oro, pero la lesión del estadounidense nacionalizado con el que España fue reina de Europa le dejó solo ante el gran reto. Cuando encadenó varios entrenamientos en los que no se encontraba cómodo, algo se rompió por dentro. Ni siquiera Rudy, el capitán, su amigo, con el que compartía habitación, se dio cuenta. “Me fastidia porque necesitaba un abrazo”, explicó el alero. Un par de emotivas charlas con el entonces presidente federativo, Jorge Garbajosa, y con el seleccionador, Sergio Scariolo, anticiparon su adiós a la expedición.
El silencio se ha prolongado hasta ahora. El adiós a la NBA sitúa de nuevo a Ricky en un cruce de caminos.
Puedes seguir a EL PAÍS Deportes en Facebook y X, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.