El Bayern sigue a lo suyo

Dos minutos tardó el Shakhtar Donestk en darse cuenta de que saldría con un saco de goles en contra del Allianz. Dos minutos para perder la ilusión. Porque el árbitro escocés William Collum pinchó el globo al poco de empezar al señalar penalti y expulsión de Kucher por el derribo de Götze en el área ucrania. Ni era el último defensor ni el jugador del Bayern encaraba al portero, pero el colegiado no dudó en airear su cartulina roja. Müller transformó el castigo y a partir de ese mome...

Dos minutos tardó el Shakhtar Donestk en darse cuenta de que saldría con un saco de goles en contra del Allianz. Dos minutos para perder la ilusión. Porque el árbitro escocés William Collum pinchó el globo al poco de empezar al señalar penalti y expulsión de Kucher por el derribo de Götze en el área ucrania. Ni era el último defensor ni el jugador del Bayern encaraba al portero, pero el colegiado no dudó en airear su cartulina roja. Müller transformó el castigo y a partir de ese momento solo cabía adivinar cuántas veces tocaría el balón la red del Shakhtar. Al final el conjunto bávaro hizo siete, el mismo número que en Roma hace unos meses (1-7), lo que le convierte en el primer equipo que repite semejante goleada en una misma Champions.

Probablemente el Bayern no necesitaba ese error arbitral a su favor. No es el de Guardiola un equipo que varíe su forma de jugar en función de las desgracias del rival. Lo suyo es atacar y atacar cuando tiene el balón, que es casi siempre, y achuchar muy arriba cuando no lo tiene. La diferencia es que con la expulsión del defensa ucranio, los de Donestk perdieron toda fe en hacer ni siquiera cosquillas. Se dispusieron a ser aplastados con resignación.

Los goles fueron cayendo de forma inexorable. Ocasiones que se sucedían cada pocos minutos, lo normal cuando un equipo juega literalmente en el área rival. Porque el Bayern triangulaba en los últimos metros como si estuviese en el centro del campo. No perdían mucho tiempo los de Guardiola tocando en zonas intrascendentes del campo, enseguida llevaban el balón a las inmediaciones de la portería de Pyatov y la calidad de los atacantes hacía el resto.

Sin Xabi Alonso —expulsado en Donestk—, Schweinsteiger tenía la batuta, casi en solitario porque los presuntos interiores, Müller y Götze, habitaban en el área. Eran los laterales, Rafinha y Alaba, quienes flanqueaban al mediocentro y cuidaban de los pasillos interiores, esos que tanto preocupan a Guardiola. La presión fue asfixiante en la primera parte y mucho más relajada en la segunda. Daba igual, el partido dejó de ser un cruce de la Champions para convertirse en uno de la Bundesliga, la competición doméstica en la que las goleadas plácidas del Bayern son el pan de cada día. Incluso el recién recuperado Badstuber se apuntó un tanto. También hubo tiempo para que Lewandowsky se resarciese de su noche fallona. Sin embargo, la borrachera de goles dejó dos malas noticias: las lesiones de Robben y Ribery y la sensación de que el Bayern llega al momento álgido de la temporada sin haber encarado una prueba exigente.