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El toro, por los cuernos
Por Antonio Lorca

Fernando Adrián, Roca Rey y Daniel Luque, tres caras de una oscura realidad que pocos se atreven a reconocer

La Puerta Grande de Las Ventas y los ridículos y perjudiciales enfrentamientos entre figuras exigen una urgente revisión

Roca Rey y Daniel Luque, a hombros, el 12 de septiembre de 2021 en la plaza francesa de Dax.
Roca Rey y Daniel Luque, a hombros, el 12 de septiembre de 2021 en la plaza francesa de Dax.Andrés Verdeguer

Tres toreros, Fernando Adrián, Roca Rey y Daniel Luque, han animado el aburrido invierno taurino. El primero, ciertamente, sin pretenderlo, al no recibir de la empresa de Las Ventas el trato que él cree merecer, y los otros dos como protagonistas de una polémica ridícula, cargada de rencor, resentimiento y aires de venganza.

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Tres toreros, Fernando Adrián, Roca Rey y Daniel Luque, han animado el aburrido invierno taurino. El primero, ciertamente, sin pretenderlo, al no recibir de la empresa de Las Ventas el trato que él cree merecer, y los otros dos como protagonistas de una polémica ridícula, cargada de rencor, resentimiento y aires de venganza.

El caso de Adrián (salió en 2023 dos veces por la Puerta Grande de Madrid, y cree que los emolumentos que le han ofrecido los empresarios son impropios de la categoría adquirida) evidencia un problema que trasciende al propio torero, aunque lo roza tangencialmente; y ese no es otro que la Puerta Grande ya no es la que era porque quien dictamina el honor de salir a hombros (el público) ha cambiado sustancialmente. Lo que hace unos años era un altísimo honor que despejaba el futuro de un torero, hoy ha perdido fuste; porque en Madrid se conceden orejas que antes se premiaban, acaso, con una vuelta al ruedo, lo que permite que haya ‘puertas grandes’ que terminan en la cercana estación del Metro.

Adrián merece ser tratado por la empresa de Madrid como figura del toreo, lo cual no impide que alguien pueda pensar que sus triunfos en Madrid no hicieron templar los cimientos de la tauromaquia actual.

El requisito de las dos orejas permite que haya salidas por la Puerta Grande en Madrid que terminan en la cercana estación del Metro

Pero la culpa no es del torero, a quien se le reconoce el altísimo mérito de salir del ostracismo para triunfar el año pasado en todas las plazas donde lo anunciaron, sino del rancio sistema que permite salir por la Puerta Grande de Madrid con dos orejas. Hoy, con este público festivo, bullidor y orejero, los triunfos ya no son lo que eran, sobre todo en esta plaza, y, llegado el caso, ocurre lo que le ha sucedido a Fernando Adrián, que la propia empresa no lo valora justamente.

Conclusión: el requisito exigido para ver la calle Alcalá a hombros debe ser revisado porque en ello va el prestigio de la propia fiesta. Hoy se conceden orejas como rosquillas por faenas intrascendentes que han pasado al olvido antes de abandonar el tendido. Y tal circunstancia perjudica gravemente al torero y a la tauromaquia.

Un caso bien distinto es el que mantiene enfrentados a Roca Rey y Daniel Luque, el rey de las taquillas, por un lado, y el mejor lidiador del escalafón, por otro.Por la razón que sea, y a ellos solo incumbe, están enfadados. Y resulta que ese enojo está perjudicando al aficionado, interesado en ver a los dos gallos en el ruedo, lo que no es posible porque uno de ellos, Roca Rey, veta al otro allá donde puede.

Fernando Adrián, el 31 de mayo pasado, en la plaza de Las Ventas.Alfredo Arévalo

El apoderado del torero peruano, Roberto Domínguez, salta al cuadrilátero y emite un comunicado en el que asegura que no hay tal veto, pero pasa por alto cuestiones de capital importancia, como explicar, por ejemplo, qué ha sucedido en Sevilla para que Luque no figure en el cartel del Domingo de Resurrección. En suma, que la intervención de Domínguez, lejos de aclarar la trifulca, la ha embarrado aún más y ha dejado a su representando a los pies de los caballos.

Es verdad que siempre ha habido vetos en el mundo del toro, lo que no significa que sean admisibles y, sobre todo, que no respondan a una baja calidad humana de quien los mantiene.

Si Roca Rey está molesto con Luque, ¿por qué debe pagar los platos rotos el que pasa por taquilla? Ha dicho Roca que no quiere estar en un patio de cuadrillas con alguien que le falta el respeto. ¿Y por qué no? ¿Acaso el Reglamento Taurino obliga a que los toreros anunciados sean amigos y se abracen antes de hacer el paseíllo?

Muy mal la actitud de esta joven figura del toreo, porque la imagen que está proyectando es la de un hombre lleno de rencor y con ánimo de venganza, lo cual colisiona frontalmente con los valores de hombría, honor, señorío y categoría personal que se le supone a todo aquel que se viste de luces.

Si Roca Rey está enfadado con Luque, ¿por qué debe pagar los platos rotos el que pasa por taquilla?

Pero en este caso hay otro tristísimo protagonista: los empresarios que admiten el veto de la figura y castigan al público con la ausencia del torero vetado. Es lamentable, muy lamentable, que no haya hoy un empresario que se vista por los pies, ponga firme a quien pretenda ejercer malas artes en las contrataciones y defienda los intereses del aficionado, que es el que mantiene el espectáculo.

Y un apunte final: si Roca Rey no es el culpable de esta situación, que lo diga, que cuente pelos y señales de ese supuesto enfado con Luque, que no se esconda en su apoderado, ―que este no enmarañe más la trifulca—, y apueste por la claridad en lugar de por la ausencia total de transparencia, a la que tan acostumbrados están todos los taurinos. Y los trapos sucios se lavan en casa (fuera de las plazas) y no vetando a compañeros.

Fernando Adrián, Roca Rey y Daniel Luque, tres protagonistas de una oscura realidad que hay que airear para que la tauromaquia quede limpia de pecados que la contaminan y deshonran.

La exigencia debe volver a Las Ventas (condición imprescindible para la pervivencia de la fiesta), y a Roca Rey y Luque hay que verlos juntos en los ruedos, porque es lo que demanda la afición, cuyo interés debe ser preservado por encima de rencillas ridículas y malévolas.

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