Los 10 lugares favoritos de… Carmen Gloria Larenas: “El centro de Santiago, con todo lo bueno y lo malo, es el espejo de Chile”

La directora del Teatro Municipal de Santiago, periodista y gestora cultural, habla de su época como bailarina clásica, sus ensayos en la escuela de ballet, sus vínculos con el Cajón del Maipo y de su casa de la infancia en Colón con Alcantara

Carmen Gloria Larenas en el Teatro Municipal de Santiago, el 6 de marzo.Cristobal Venegas

Teatro Municipal de Santiago. Fue inaugurado el 17 de septiembre de 1857, y desde esa época hay un rito republicano que le acompaña: la gala presidencial del 18 de septiembre [fiestas patrias chilenas]. Entonces, este edificio, que en su época fue el más moderno del país, ha vivido el desarrollo social de Chile y uno de los hitos más importantes fue que en este lugar se firmó en 1949 el derecho al voto universal femenino. Es un lugar con mucha vida. Yo vine por primera vez a los 13 años. Me invitó mi profesora de ballet, Virginia Hellman, una argentina a la que le decían Bijou, para ver Giselle o el Lago de los Cisnes, no lo recuerdo bien. Nunca olvidé que ese día, tras bambalinas, se apareció un bailarín maquillado y transpirado luego de la función. Me impactó y maravilló al mismo tiempo, porque se veía su esfuerzo. Nos tomamos una foto, donde él tiene su brazo sobre mi hombro, y lo recuerdo como si fuese ayer. Ahí empezó mi relación con el teatro: primero, como público; luego como estudiante de ballet, después como bailarina que quería ser profesional, como periodista y ahora como directora. Yo, antes de ser periodista, todo lo que quería era bailar.

Carmen Gloria Larenas en el Teatro Municipal de Santiago.Cristobal Venegas

Colegio Alianza Francesa. Cuando se entra, en su sede de Vitacura, se ve un pasto enorme, un rectángulo. Yo siempre bailaba encima del pasto. Me gustaban sus salas, muy normales y de un tamaño razonable, y su gimnasio. Estudiar ahí me hizo sentir mucho aprecio por la cultura francesa. Mi abuelo había sido agregado militar en Francia, yo nunca lo conocí porque murió cuando yo ni siquiera había nacido. Pero mi papá, Carlos Larenas, heredó una admiración por la cultura francesa, era un gran lector, y apreciaba el tipo de educación de ese país. No era la mejor alumna, pero yo lo pasé bien. Cada vez que había alguna actividad pública, un acto en el colegio, estaba ahí para bailar. Tengo fotos de esa época y recuerdo que siempre el colegio reconoció mi pasión.

Calle Pocuro. Viví en un departamento frente al parque Pocuro cuando me casé por primera vez. Era antiguo, precioso, que estaba sin uso en esa época y había sido una oficina. Al principio lo pasé pésimo porque había una plaga de polillas, a las que les tengo pavor, y tenía terror. Pero después ya me fui acostumbrando. En ese lugar tuve y vi crecer a mis dos hijas. Fuimos muy felices, pero también viví momentos difíciles como cuando me separé de su padre. Es un barrio que sigue siendo fantástico. Mi departamento tenía una visión sobre un parque muy verde, con muchos perritos y animales. Yo me sentaba en el balcón a tomar un vinito y verlos pasear con sus dueños.

Escuela de Ballet del Municipal de Santiago. Me gusta asomarme desde arriba y ver cómo se preparan los estudiantes. Es una inspiración muy grande porque es un proceso educativo en el que creo mucho. Las artes tienen un rol importante para poder formar nuevas generaciones más completas y con más cualidades. En el caso de la danza, en Chile, es un factor de movilidad social muy importante. Se habla poco de las posibilidades que las artes ofrecen a jóvenes, provenientes de entornos complejos, para transformar sus vidas. Y nuestra escuela de ballet tiene un potencial maravilloso para transformar a Chile en un epicentro del desarrollo de la danza en Latinoamérica. Para mí es un espacio que me transmite esperanza, orgullo y una alegría profunda. Yo llegué cuando era grande, muy formada por mi profesora y recuerdo que me sentía como un bicho raro. Pero me adapté con personas encantadoras, me entretuvo bailar en las óperas. Lo recuerdo como un espacio de risas, ensayos entretenidos y también algunos aburridos.

Estudiantes de la Escuela de Ballet del Municipal de Santiago.Cristobal Venegas

Nueva La Dehesa. Se distingue por tener mucho verdor, donde uno no se siente como un pájaro enjaulado. Aquí vivo ahora en una casa con un estilo italiano, con una entrada escondida y un jardín enorme. Es un lugar que representa una nueva etapa de mi vida, donde me encanta pasar las Navidades, hacer un gran almuerzo con la familia.

Calles Huérfanos y Ahumada. Mi papá trabajó en esas calles. Yo lo acompañaba y, aunque hablábamos poco, teníamos una gran conexión. Él era trabajólico y los sábados en las mañana íbamos a su oficina, en un cuarto piso, donde desayunábamos. Yo a veces me iba a caminar por Huérfanos, visitaba las galerías. Es el centro de Santiago, con todo lo bueno y lo malo, pero que finalmente es el espejo de lo que pasa en Chile. Y aunque con el tiempo ha cambiado, en mi memoria sigue como hace décadas.

Teatro Universidad Católica. Es un escenario de altura mundial. Tengo fotos, de chica, con toda mi familia de aquellas veces en que iba a bailar en la Universidad Católica. Hacíamos las presentaciones de fin de año, lo que preparábamos durante meses, y era mi momento peak. Fui el ratón de Cascanueces cuando hacía danza de niña. Luego volví para ver obras fantásticas, la última Kelü y que tiene que ver con la presencia de la mujer en la astronomía. Me emociona que ha habido tantas mujeres en el pasado, que hicieron tanto por nosotras y no fueron reconocidas. Pero que, sin embargo, fueron generosas y siguieron adelante. Siempre trato de visibilizar a esas mujeres. No soy de grandes endiosamientos, pero admiro a muchas mujeres.

Colón con Alcántara. En esa esquina viví durante mi infancia y juventud, en una casa de tres plantas, junto a mis padres y hermana. Recibíamos muchos invitados. Mi mamá hacía comidas muy elegantes, un suflé de centolla. Tenía una gran chimenea, donde me ponía con mi papá a leer o él tocaba la guitarra. La casa existe, pero fue transformada en un restaurante o cafetería.

Cajón del Maipo. Es un largo camino entre montañas y antes tenía una sola vía asfaltada, uno se demoraba más en llegar que lo que pasaba allá, pues los autos no eran lo que son ahora. Cuando vivía con mis padres íbamos casi todos los fines de semana para explorar, caminar y hacer picoteos. Visitábamos a amigos en San Alfonso. El Cajón del Maipo es un sitio para fotografiar todo. Ahora no voy tanto por mi dinámica de vida, pero la última vez fue antes de la pandemia y tuve un sentimiento de nostalgia por los buenos momentos vividos.

Edificio Tánica. Es una infraestructura con una vista espectacular al verde, moderna, con mucha luz y tranquilo, en Vitacura. Ahí pasé 10 años trabajando para el Teatro del Lago, en una oficina que tenía grandes cristales, todo transparente y podías ver a todo el mundo. Y si algo me gustaba era que se podía caminar, pues soy una persona que me gusta mucho la libertad.

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