El regalo envenenado de la FIFA a Chile

Organizar el Mundial juvenil del 2025 obligará a remodelar el Estadio Nacional (que otra vez quedará inactivo), a construir un nuevo Juan Pinto Durán y a darle, finalmente, autonomía a la Federación. Una tarea titánica para un directorio que apenas puede con las tareas internas mínimas

Vista aérea del Estadio Nacional en Santiago (Chile).Claudio Santana (Getty Images)

Cuando la FIFA decidió entregarle los mundiales del 2018 y 2022 a Rusia y Qatar, desplazando las candidaturas de Estados Unidos e Inglaterra, un colérico Bill Clinton -jefe de la delegación norteamericana en Zurich- rompió un gigantesco espejo en el lobby del hotel e, inmediatamente, subió a su habitación para hablar telefónicamente con Barack Obama. “Esto es una mafia corrupta y hay qu...

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Cuando la FIFA decidió entregarle los mundiales del 2018 y 2022 a Rusia y Qatar, desplazando las candidaturas de Estados Unidos e Inglaterra, un colérico Bill Clinton -jefe de la delegación norteamericana en Zurich- rompió un gigantesco espejo en el lobby del hotel e, inmediatamente, subió a su habitación para hablar telefónicamente con Barack Obama. “Esto es una mafia corrupta y hay que destrozarla”, le dijo al presidente, que ordenó a sus servicios policiales y legales iniciar una cacería que, un par de años después, descabezaría la cúpula del organismo y enviaría a la cárcel y destituiría a sus principales dirigentes, incluido Joseph Blatter.

Una vez consumada la venganza y entronizado Gianni Infantino en la sede de la FIFA, la compensación fue brutalmente generosa. Estados Unidos organizará la Copa América del 2024, el Mundial de Clubes del 2025 y la Copa del Mundo del 2026. Además, ha gozado de las simpatías de la élite, que ve con beneplácito la llegada de Lionel Messi al Inter de Miami y la consolidación de la MLS como liga competitiva. Hoy, las relaciones entre ambas partes no sólo están recompuestas, sino en mejor situación que nunca en la historia, lo que en Europa no ven con buenos ojos.

La rabieta de Pablo Milad, el presidente de la Federación chilena, no tuvo el perfil épico de la de Bill Clinton, pero igual preocupó a Infantino. La traición de haber dejado fuera de la organización del mundial del 2030 a solamente uno de los cuatro miembros originales de la postulación caló hondo en la Confederación Sudamericana, que ofreció un bochornoso espectáculo con el festejo de Argentina, Uruguay y Paraguay, a los que se les concedió un partido de la Copa del Mundo que finalmente acogerían España, Portugal y Marruecos.

Con una debilitada imagen interna y sin ningún peso en la FIFA, Pablo Milad viajó a entrevistarse con Infantino jugando la carta de la víctima. Y recibió pronta y generosa recompensa: la organización del Mundial sub 20 del 2025, tras una acelerada postulación que ni siquiera requirió de una “votación universal”, que fue la promesa de Infantino cuando sustituyó al corrupto Joseph Blatter.

La designación de Chile rompe un par de tradiciones FIFA. La primera es alternar entre los distintos continentes la organización de los torneos. Una regla que rara vez se incumple. De hecho, se produjo sólo cinco veces en cien años de historia. Italia 34 y Francia 38 a nivel adulto en los albores de la Copa del Mundo. Qatar 95 y Malasia 97 en los mundiales sub 20; Escocia 89 e Italia 91 y Brasil 2019 con Perú 2021 en el Sub 17. Pero, lo que es más extraño, es una nominación que sugirió Infantino tras la visita de Milad, instando a Chile a postular para ser elegido sin oposición.

En el debate inicial, varios analistas sugieren que la compensación queda pequeña. Para la mayoría, es premio más que suficiente para un país que no tiene un gran estadio a la altura del desafío, y que la nominación obligará a remodelar nuevamente el Estadio Nacional (con el impacto que eso implica para los espectáculos masivos deportivos y musicales, incluida las clasificatorias al mundial) y, al menos, a construir finalmente un complejo para las selecciones en reemplazo del deteriorado Juan Pinto Durán, que ya fue objeto de críticas por los jugadores de la selección adulta.

Con severos problemas de gobernabilidad en el frente interno e incapaz de dar soluciones a los males más evidentes de la industria, Milad asume el regalo como un salvavidas. Al margen de los problemas de infraestructura, le cae encima una amenaza de huelga del Sindicato de Futbolistas tras elevar a seis el número de extranjeros por club y aún no programa la próxima temporada, que supone el desafío de subir el número de partidos por temporada, mientras la violencia sigue incontrolable en los estadios.

La compensación FIFA obliga, entonces, a tareas urgentes para los dirigentes chilenos, que correrán contra el tiempo, pero con una ventaja: ya saben que, pese a los errores, desaciertos y críticas, tienen un Mundial por delante para aferrarse a sus cargos.

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