Pintana Big Band: los jóvenes chilenos que usaron el jazz para salvar sus vidas
La agrupación musical se formó con niños de la periferia de Santiago de Chile, hace 12 años. Hoy, ya jóvenes, son ellos quienes enseñan jazz a otros chicos del barrio. Es la manera que encontraron para huir de las drogas y las balaceras
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Emanuelle Valencia, 33 años, hace poco más de una década era un músico que tocaba trompeta en varias bandas chilenas famosas. Había empezado desde muy niño a tocarlo por lo que tenía un alto nivel de ejecución. “Me decían tocón, porque tocaba, tocaba y tocaba”, ríe. Hoy es el director de La Pintana Big Band, una agrupación de jóvenes que creó hace 12 años en la escuela gratuita Forjadores del Futuro. La escuela ya no existe, pero la banda sí. Los niños de esa primera Big Band crecieron. Y ahora enseñan jazz a las nuevas generaciones los días domingo en la Casa de la Cultura de La Pintana. También salen de gira y se presentan en distintos escenarios de Chile. Los aplauden. Los invitan. Los ponen de ejemplo.
“Antes de partir con la Big Band yo me sentía vacío. Algo me faltaba, pero seguía tocando igual. Hasta que me empezó a pasar que bajaba del escenario y me iba llorando a la casa. ¿Por qué? No entendía”, recuerda Valencia. Hasta que lo llamaron para hacer música con los niños de la escuela ubicada en el corazón de la Población El Castillo, un barrio ubicado al sur de Santiago. Este lugar fue creado en 1981 durante la dictadura de Pinochet para reubicar a las personas erradicadas del centro de la ciudad. Es una población compleja, con altos niveles de drogadicción, desesperanza y delincuencia.
“El tráfico y el consumo de drogas han marcado fuertemente la forma y los ritmos de ocupación de espacios públicos como la calle, las plazas, los pasajes y los comercios, transformándose en una de las causas centrales de ejercicio de la violencia y el crimen entre bandas rivales que se disputan el control del territorio”, escribieron los académicos Ana María Alvarez y Héctor Cavieres de la Universidad Católica Silva Henríquez en un estudio cualitativo sobre el sector.
Los datos de la última encuesta Casen (Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional) del año 2022, indican que el porcentaje de pobreza por ingresos de la comuna es de 14,1% y el de pobreza multidimensional -que mide factores como educación, salud, vivienda y no sólo ingresos- es de casi un 33% lo que la sitúa por sobre el promedio regional, 17,1%. En este barrio, hay poco acceso a la educación, hacinamiento, inseguridad e ingresos mensuales que no sobrepasan los 573 dólares. “Las problemáticas del sector se mantienen sin grandes variaciones”, desde que Ana María Álvarez estudió el sector el año 2016.
Valencia, el profesor de jazz, recuerda que cuando llegó a la población, vio pobreza verdadera. Vida cruda.”La cara de los niños me conmovió profundamente, sus vidas eran difíciles, historias tremendas”, recuerda.
- Ya Manu, ¿qué hacemos?- le dijo el director de la escuela cuando llegó.
- Hagamos una Big Band- le contestó Emanuelle.
- ¿Qué es una Big Band?
- Una banda de Jazz grande con trompetas, trombones, saxofones, pianos, batería, bajo. Con muchos instrumentos.
- Anota lo que necesitas -le pidió el director y le pasó una hoja. Allí Valencia escribió: cuatro trompetas, cuatro trombones, dos saxofones, batería, bajo y teclado. Todo. “Cuando llegaron los instrumentos nuevos al colegio los niños se tiraron encima. Nunca los habían visto antes. Los acariciaban, pasaban los deditos encima, contemplaban el brillo de los bronces. A partir de ese momento todo cambió. Yo nunca más lloré sin saber por qué. La Big Band le dio un sentido a mi vida”, dice.
Nota do
Carlos Martínez de 24 años es integrante de la Big Band. Comenzó en la banda acomodando las partituras. Cuando le dijeron que podía tocar el saxofón alto no lo podía creer.
“¿Yo? Si yo era sordo de un oído (lo perdió en un accidente automovilístico). Fue tanta la emoción que estuve un mes completo practicando una sola nota: el Do. Do en todas sus formas: sostenido, Do Mayor, Do Menor. Do, do y do. No pasaba a otra cosa. ¡Me encantaba el Do! Me encantaba sentir que podía, así que lo repetía una y otra vez”, cuenta aún entusiasmado y risueño. Valentina Basoalto, de 23 años, agarró una trompeta cuando tenía 12 años: “Nunca había visto una. Para mí esto fue un salvavidas. Encontré amigos, cariño. También encontré en la música una manera de decirle a la gente: ‘mira nosotros vivimos en una población estigmatizada, pero acá habemos personas extraordinarias, no solo hay droga”, dice con el mentón en alto. Basoalto ha crecido, ya no es la niña pequeña que aprendió a tocar trompeta. Hoy es una mujer segura de sí misma, que toca la trompeta como una profesional.
“Antes me daba vergüenza decir que era de esta población porque me decían: ‘Ay, El Castillo es super peligroso, siempre sale en la tele. ¿no te da miedo vivir ahí? Yo les respondía que no, que en El Castillo hay mucha gente trabajadora, gente que sale a las 5 de la mañana a trabajar. No todos somos delincuentes”. Ella misma es técnico en construcción, música y colaboradora junto a Valencia, de la Fundación Kreart, (“Creer Creando Arte”) que enseña música de manera gratuita. La idea fue del profesor y allí enseña ella y todos los niños -que ya crecieron- y que ahora comparten lo aprendido con las nuevas generaciones. En total son unos 60 niños los que se están formando en la escuela de jazz.
Las clases las realizan todos los domingos en La Casa de la Cultura de La Pintana que facilita el lugar. Los fondos para esta iniciativa los consiguen mediante donaciones de particulares. Cuando llegan los niños -dice Basoalto- recuerda su propia infancia cuando ella iba a las clases que daba el maestro.
“Acá los niños vienen marcados con una vida difícil desde sus abuelos, bisabuelos. Pero yo les digo que con la música pueden hacer la diferencia. Hacer un camino mejor”, les motiva. Basoalto pagó sola sus estudios. Y es la primera universitaria en toda su familia. En su trabajo pasó de contar vales a ser la jefa de su sección. Toca la trompeta cada vez que puede, le hace feliz. Y en estos días le entregaron las llaves de su casa propia en el sector rural de Nos. “Llevaré a mi madre a vivir conmigo. Sueño con tener una casa donde haya pasto, árboles, tranquilidad”, dice.
Contra la soledad
Jean Pierre García cuando era niño estaba solo. Completamente solo, porque sus padres debían salir muy temprano de casa y volver en la noche. En La Pintana hay muy pocos trabajos por lo que las personas deben viajar muchas horas en autobús para acceder a un puesto laboral.
“La comuna no ha sido capaz de generar una base económica para producir empleos y, en sus más de treinta años de existencia, tampoco ha podido atraer la inversión inmobiliaria necesaria para dotar de mixtura sociocultural al espacio”, agrega el estudio de la Doctora en Urbanismo y Acondicionamiento del Espacio de la Université Paris-Est Marne-la-Vallée, Francia, Ana María Alvarez. “Cabe señalar que más del 90% de las viviendas allí instaladas son viviendas sociales”.
La especialista añade que la mitad del empleo metropolitano se concentra en unos pocos municipios de la ciudad de Santiago (Zona Centro y Oriente) y un 45% de los habitantes de la zona sur, donde se ubica El Castillo, se desplazan hacia estos sectores: “Si a ello se suma que el promedio de tiempo de desplazamiento en transporte público de La Pintana a estos sectores donde se ubican las fuentes laborales es de más de dos horas, entonces es evidente que las posibilidades de acompañar a los hijos se limitan considerablemente”, concluye.
Además de la soledad, García debió soportar cuando niño el bullying que le hacían en la escuela y la muerte de su tío favorito quien se suicidó a causa de las drogas. Con todo, su vida se estaba convirtiendo en una montaña difícil de escalar. ”Yo tenía nueve años, estaba mal cuando le pregunté a Valencia si podía entrar a la Big Band. ‘¿Qué instrumento quieres?’, me dijo. ‘Ése’, le pedí. Y le apunté un trombón. Me lo pude llevar a casa y ensayé tres horas seguidas sin parar. Fue como un amigo”, cuenta hoy que ya estudia música en la universidad.
Los domingos también recibe clases en la Fundación Kreart, en la Casa de la Cultura de la Pintana. Y hoy, el día de esta entrevista, está sobre un escenario, en un ensayo general para la obra El Rey León. Valencia lo mira desde abajo del escenario. Se conocen desde hace más de diez años. Dice que está orgulloso de todo lo que ha conseguido. Lo ve contento. Y él también lo está. Por él y por todos.
-¿Cómo hiciste para que un niño que no sabe nada de música toque de esta manera?
-Ni yo lo sé. Aprendí con ellos a enseñar. Fue un aprendizaje mutuo. Lo que sí sé es que lo que soy hoy es en base a esta historia.