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Milei apuesta a la intervención del Estado para contener al dólar frente al peso

En vísperas de las elecciones legislativas y en un escenario de inestabilidad económica, el Gobierno argentino relega el sistema de flotación libre del tipo de cambio acordado con el FMI

“Comprá, no te la pierdas, campeón”. Pronunciada hace dos meses, la frase del ministro de Economía argentino, Luis Caputo, pretendió ser un desafío burlón a quienes advertían que el dólar estaba artificialmente barato en pesos. Pero terminó siendo la última candidata a integrar una larga e infausta serie de expresiones desafortunadas sobre la divisa estadounidense en la historia reciente de Argentina: esa lista que guarda un lugar destacado para “el que apuesta al dólar pierde” (del ministro de la dictadura Lorenzo Sigaut, en 1981) y para “el que depositó dólares recibirá dólares” (del presidente Eduardo Duhalde, en 2002, en medio de la crisis del corralito), entre otras tantas.

La irónica invitación a adquirir divisas de Caputo tuvo la aceptación que, en verdad, el Gobierno de Javier Milei esperaba desalentar. Ante la creciente demanda, la cotización del dólar frente al peso comenzó a escalar y puso en jaque los planes de la ultraderecha. El Ejecutivo intentó contenerla de manera errática hasta que, finalmente, esta semana arrió la bandera de la flotación libre, antes proclamada como un mantra inquebrantable, y blanqueó su decisión de intervenir en el mercado de cambios, algo que ya venía haciendo fuera de cuadro.

El objetivo de fondo de Milei es pasar las elecciones legislativas (este domingo en Buenos Aires, el 26 de octubre a nivel nacional) con la inflación controlada, gracias al ancla cambiaria. Como el mercado ya descuenta otro viraje del rumbo después de los comicios, la inestabilidad y la desconfianza se profundizan. Mientras, el peso sigue cayendo y el Tesoro, cediendo recursos.

Cuando en abril el presidente consiguió un nuevo rescate del Fondo Monetario Internacional (FMI), esta vez por 20.000 millones de dólares, levantó las restricciones cambiarias para los individuos, aunque lo mantuvo para empresas. En lugar del llamado “cepo”, vigente desde 2019, estableció un régimen de flotación de divisas entre bandas: un piso de 1.000 pesos por dólar, un techo de 1.400, con una divergencia que se amplía cada mes.

El propósito declarado del Gobierno ultra fue que el dólar se mantuviera en el piso de las bandas. Lo consiguió inicialmente. Hasta junio, inclusive, estuvo debajo de los 1.200 pesos. Pero la recurrente carencia de divisas en los segundos semestres, tras la liquidación de las principales exportaciones agropecuarias, comenzó a hacerse sentir en combinación con la creciente demanda de un dólar barato para los argentinos. También incidió la decisión del Ejecutivo de cancelar las letras fiscales (LEFI), un instrumento financiero del Tesoro que absorbía pesos: esa medida implicó el desarme de un stock de 15,5 billones de pesos en poder de bancos públicos y privados, que en buena parte se volcaron al mercado.

Así, entre mediados de abril, cuando se eliminaron los controles de capitales, y julio, la formación de activos externos llegó a 14.500 millones de dólares, un monto similar al desembolsado por el FMI. Solo en julio, último mes con datos oficiales, la demanda privada de dólares llegó a 5.432 millones, un 30% más que el promedio mensual previo. La cotización del billete verde frente al peso acusó el impacto: este viernes, la moneda de Estados Unidos cerró a 1.380 pesos.

El Gobierno de Milei culpó a los bancos de realizar maniobras especulativas y también denunció que la zozobra financiera se debía al “riesgo kuka”, una alusión despectiva al posible triunfo electoral del kirchnerismo. Mientras el propio presidente y sus funcionarios repetían, incansables, que el dólar flotaba en libertad, el Ejecutivo ensayaba en las últimas semanas diversas medidas para contenerlo con un brutal apretón monetario. Llamó de urgencia a licitaciones de letras del Tesoro y convalidó tasas anualizadas de hasta el 75% (casi el triple de la inflación anual esperada) para reducir los pesos circulantes y evitar su paso al dólar.

Con el mismo fin, en sucesivas resoluciones fue elevando hasta niveles récord, por encima del 50%, los encajes bancarios (el monto que los bancos deben mantener como resguardo de los depósitos de sus clientes). A la vez, operó intensamente en la venta de contratos de dólar futuro, en busca de calmar las expectativas alcistas.

Nada de eso dio resultado y el peso siguió cayendo frente al dólar. Ante la cercanía de las elecciones, y complicado por un escándalo de corrupción que salpica a la Casa Rosada, “el Gobierno más liberal del mundo”, como ha definido Milei a su gestión, anunció el martes pasado su decisión de intervenir en el mercado de cambios. El acuerdo con el FMI suponía que podría hacerlo solo para sostener las bandas, hoy en 950 y 1.470 pesos aproximadamente, pero el Ejecutivo comenzó a vender para mantener a la divisa debajo de los 1.400. Si bien no hay información oficial, se estima que en cuatro días el Tesoro vendió unos 500 millones de dólares.

Desde enfoques incluso antagónicos, numerosos economistas ajenos al Gobierno están cuestionando la incertidumbre que generan las idas y vueltas de las medidas oficiales. También señalan que la subida de las tasas y los encajes bancarios atenta contra la actividad económica.

El exministro Domingo Cavallo, el creador del sistema de convertibilidad que rigió en Argentina en los años noventa y que apoyó a Milei al inicio de su presidencia, criticó al Ejecutivo por sus “imprevisiones e improvisaciones”. “El problema fundamental”, sostuvo, “es que no está definido cuál es el sistema monetario, financiero y cambiario del país” y que las autoridades siguen “valiéndose de controles e intervenciones casuísticas y discrecionales”.

Para la consultora EcoGo, dirigida por Marina Dal Poggetto y Sebastián Menescaldi, el Gobierno falló en su evaluación del “equilibrio dólar/tasa de interés requerido para seguir usando el dólar como ancla sin cepo, sin reservas, sin acceso al crédito para refinanciar los vencimientos de dólares y con una gran concentración de vencimientos de pesos en el Tesoro”. Muchos expertos apuntan como un error del Ejecutivo no haber adquirido divisas durante 2024 para fortalecer las magras reservas del Banco Central argentino.

“El Gobierno priorizó llegar a las elecciones con la inflación controlada (y baja, comparada con los últimos años). Esto implicó, en el marco de un esquema cambiario con cada vez menos certezas, reforzar el ancla salarial y, más recientemente, la monetaria”, resumió un informe de C-P Consultora, a cargo de Federico Pastrana y Pablo Moldovan. “La economía se acerca a octubre amenazando con una recesión, con ingresos bajos y en caída, y con el crédito reduciendo su dinamismo”.

Con la política económica supeditada por el Gobierno a las elecciones, los analistas del mercado presumen que el día después de los votos habrá un ajuste de objetivos, estrategias y quizá de funcionarios, con una nueva devaluación del peso incluida. La principal incógnita es si los cambios podrán esperar las siete semanas que faltan para los comicios nacionales. En parte, dependerá del resultado que arrojen este domingo las urnas en las elecciones locales de la provincia de Buenos Aires, donde Milei pretende doblegar al peronismo gobernante.

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