Viggo Mortensen: un hombre común recita poesía en el centro de Buenos Aires

El actor estadounidense, que vivió de chico en Argentina, presenta su primer libro de poemas editado en el país y lee, junto a otros tres autores, su obra para el público

Viggo Mortensen lee poemas de su nuevo libro 'Ramas para un nido', en Buenos Aires, el 9 de julio.Enrique García Medina (EFE)

Por un rato, pareció que era posible hacer como si nada. Viggo Mortensen, de 64 años, subió tercero entre los cuatro autores al escenario y se sentó en el tercer sillón –dos grises y dos rojos; él en uno gris–. El auditorio, lleno, aplaudió sin apenas gritos ni aspaviento. Fue un aplauso fuerte, aunque de ninguna manera diferente ni inusualmente largo. Empezó a recitar la primera poeta, Gabriela Luzzi; continuó el segundo escritor, José Villa; el tercero fue Mortensen, que, a diferencia de los otros dos, inició a lee...

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Por un rato, pareció que era posible hacer como si nada. Viggo Mortensen, de 64 años, subió tercero entre los cuatro autores al escenario y se sentó en el tercer sillón –dos grises y dos rojos; él en uno gris–. El auditorio, lleno, aplaudió sin apenas gritos ni aspaviento. Fue un aplauso fuerte, aunque de ninguna manera diferente ni inusualmente largo. Empezó a recitar la primera poeta, Gabriela Luzzi; continuó el segundo escritor, José Villa; el tercero fue Mortensen, que, a diferencia de los otros dos, inició a leer sin decir nada antes:

–Después de intentar escribir poesía durante casi cincuenta años, concluyo que un poema es la flor de la mentira que son las palabras. Nunca alcanzan, no representan fielmente de lo que pienso o siento. Por ejemplo: El pelo de María / en el avión rubio / azul de noche / siguiendo el mar.

Leyó de unas hojas sueltas tamaño A4 que traía prensadas en un cuaderno rojo, más pequeño que las páginas. El texto que empieza así es El pelo de María, de su más reciente libro de poemas, Ramas para un nido, que el actor presentó hace algunos días en Bahía Blanca, una ciudad en el sur de la provincia de Buenos Aires; el domingo lo hizo en la capital. Ahora, este lunes, lo leía para dos centenares de personas en un escenario del Centro Cultural Borges, en el microcentro porteño. El libro es el primero que el intérprete edita en Argentina y está publicado por Ediciones Lux, que promueve la obra de autores contemporáneos de Latinoamérica y también de autores traducidos.

“Los poetas que hoy van a leer son poetas que integran nuestro catálogo, son amigos también; alguno viene de lejos, como saben… Pero está íntegramente integrado a nuestra poesía, lo consideramos un poeta argentino”, había dicho minutos antes de que empezara la lectura el editor Gustavo López sobre la presencia de Mortensen. El actor estaba allí sentado, siendo en el escenario lo que una superestrella no suele ser. Estaba vestido con zapatillas urbanas, jean claro, camisa color azul y una remera debajo de la camisa que bromeaba con una hipotética candidatura a las elecciones estadounidenses de Frodo y Sam, personajes de la trilogía El señor de los anillos, de Peter Jackson, que lo consolidó a él, en el papel de Aragorn, como una estrella planetaria.

Cuando Mortensen terminó de leer su primer texto continuó la poeta Gabriela Bejerman, que recitó de pie y de memoria. La lectura siguió girando entre los cuatro. Volvió a leer Luzzi y después Villa y después Mortensen.

En la tercera ronda, el actor intervino por primera vez para agradecer a los otros poetas y dedicar el próximo texto al club de fútbol Huracán. Huracán es el clásico rival de San Lorenzo, el equipo argentino que Mortensen lleva tatuado en el brazo derecho. “No es de mala leche, para nada”, aclaró antes de empezar a leer el actor, que habla español perfectamente, y continuó: “Quiero que le gane a Boca, quiero que el primo del barrio se quede en primera. Porque si no, ¿qué hacemos?”. Sus deseos no se cumplieron esa noche y Boca venció 1-0.

–El desencanto / tiene palco / en lo alto / de la pieza / en la sombra / donde duermen / las moscas–, comenzó a leer.

Ese texto, La lapicera de Pavese, es un “largo poema sobre el infierno personal de los últimos días de [Cesare] Pavese”, el escritor italiano que se suicidó en 1950. El argentino Fabián Casas lo define así en el prólogo del libro. Allí Casas narra la alegría que le causaba recibir postales del actor, su amigo, durante la pandemia: “Eran, por ejemplo, un rectángulo largo de papel brilloso, con forma de señalador que del otro lado en vez de un paisaje había sólo el nombre de una marca de yerba”. Un día, además, le llegó una encomienda con los poemas que hacían un libro y que es este que se terminó de imprimir en junio de este año.

“Nunca confundo la amistad con lo que leo, a veces mis amigos escriben cosas que me parecen mierda y si me piden mi opinión se las doy”, escribe Casas en el prólogo. Pero la poesía de Mortensen le pareció “tan increíble”: “Los poemas (…), escritos en diferentes épocas y fechados al pie, me sacudieron”. El proyecto empezó a tomar forma de libro a partir de 2017, cuenta por teléfono Gustavo López, que trabaja con Mortensen desde hace 20 años. “Fuimos juntando poemas y corrigiéndolos. Viggo hizo un trabajo muy dedicado sobre cada texto. Fue todo muy relajado, en los tiempos que él podía”, agrega. En junio, la editorial bahiense hizo la primera tirada, de 1.000 ejemplares.

No es el primer libro de poesías de MortensenTen Last Night (1993), Canciones de invierno (2010), Eudaimonia (2021), entre otros–, pero es el primero que se edita en Argentina, el país al que llegó con su familia a los 11 años. Su padre vino a trabajar a Chaco, en el norte del país, y cuando el matrimonio se separó los niños volvieron con la madre a Nueva York. De Mortensen se dice que es discreto, sensible y polifacético. Además de actor –ha sido nominado a tres Oscar por Promesas peligrosas (2007), Capitán Fantástico (2016) y Green Book (2018)– y poeta, es editor, fotógrafo, pintor, compositor de música... Fundó su propia editorial en 2002 y en 2020 dirigió su primera película, Falling, que también escribió, produjo y protagonizó.

El auditorio siguió volcado en las lecturas, aplaudiendo a todos los autores por igual, sin mayores demostraciones de fanatismo que algún “¡Vamos, Viggo!”. La poeta Gabriela Bejerman empezó a romper la ilusión de normalidad casi al final cuando reescribió de forma espontánea la letra de un texto que estaba recitando. “Sé que tu séquito es este, Viggo”, dijo y animó al público a completar el verso con la lógica del resto del poema. “Sé que sí, sé que sí”, respondió el auditorio al unísono. La poeta Gabriela Luzzi volvió a ponerlo en primer plano, minutos después, cuando tomó el micrófono y le pidió: “¿Cuándo llegaste, Viggo? Ya que estamos todos acá, contanos”. El actor respondió que hacía 15 días, que había estado en Bahía Blanca y en Buenos Aires. E hicieron una rueda más de lecturas.

Al final ya fue imposible hacer como si nada. La fila que se formó para la firma de ejemplares tras el evento daba la vuelta en el segundo piso del centro cultural con nombre de escritor argentino. La mayoría había comprado su ejemplar, que cuesta 5.000 pesos argentinos, unos 20 dólares en el cambio oficial, al salir de la sala. Había fans disfrazados como hobbits, madres que se disputaban con su hijo la propiedad de un libro autografiado, ilusionados, nerviosos, irrespetuosos, tímidos… También un trabajador de la Parroquia Padre Lorenzo Massa, que le había traído al actor una gorra y una estampita. Mortensen ayudó a financiar esa parroquia, que lleva el nombre del fundador del club de sus pasiones. En la estampita, más poesía: “Cae la tarde en Almagro / se ceba el último mate en Boedo / El cielo es azulgrana / mosaico de esperanzas”.

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