Adelina Gutiérrez, la astrofísica sin límites en el cosmos
Profesora, científica y académica, fue la primera chilena en obtener un doctorado en Astrofísica y también en formar parte de la Academia Chilena de las Ciencias
Adelina Gutiérrez, con su trabajo pedagógico e investigador, puso a Chile en la vanguardia mundial de las publicaciones sobre el cosmos. Adelantada a su tiempo y con una vocación desde joven para ser profesora de Ciencias, logró convertirse en un referente mundial para las mujeres científicas de todo el mundo. Su gusto por el aprendizaje hizo que lograra el primer doctorado en Astrofísica para una mujer chilena, y encontró en el cielo la motivación de lo infinito para seguir siempre investigando y comunicando sus d...
Adelina Gutiérrez, con su trabajo pedagógico e investigador, puso a Chile en la vanguardia mundial de las publicaciones sobre el cosmos. Adelantada a su tiempo y con una vocación desde joven para ser profesora de Ciencias, logró convertirse en un referente mundial para las mujeres científicas de todo el mundo. Su gusto por el aprendizaje hizo que lograra el primer doctorado en Astrofísica para una mujer chilena, y encontró en el cielo la motivación de lo infinito para seguir siempre investigando y comunicando sus descubrimientos.
Pero no fue solo la Ciencia el aspecto vital en el que volcó toda su energía y profesionalidad. Formó una familia numerosa con otro científico, Hugo Moreno, y destacó en su faceta de madre y también como familia ejemplar junto a sus tres hijos, con quienes compartieron mucho más que el trabajo convertido en ocio para ponerlo a su alcance.
Adelina Gutiérrez fue una mujer siempre intelectualmente inquieta, a la que le gustaba la música, el cine y también la literatura. Sus libros de cabecera eran los de Agatha Cristhie, Barbara Wood, Edgard Alan Poe, Alberto Fuget, Gabriela Mistral y Gustavo Adolfo Becker. En estos últimos autores basaba su inspiración a la hora de escribir poesía, una de las aficiones más desconocidas de la mujer a la que se le recuerda casi exclusivamente como científica.
Carmen Adelina Gutiérrez Alonso, su nombre completo, nació el 27 de mayo de 1925, en Santiago (Chile). Su atracción por la ciencia quedó muy clara desde pequeña. Gutiérrez estudió en el Liceo María Auxiliadora de Santiago, donde se graduó con buenas notas en 1942. Decidida a empezar una carrera como profesora de Física y Matemáticas, estudió en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, donde consiguió el título de Maestra del Estado en 1948.
Fue en sus años de universidad en los que la joven Adelina, con apenas 20 años, conoció al futuro científico Hugo Moreno León, con quien se casó en 1951. El matrimonio tuvo tres hijos: Hugo, Carmen y Alfredo Moreno. Desde el nacimiento de ellos se puede asegurar que la vida de la astrónoma dejó solo de ser investigar, publicar y enseñar para convertirse también en la educación de los hijos con tareas compartidas de manera ejemplar.
Y es que Adelina Gutiérrez era una madre muy comprometida con su trabajo y preocupada de que sus hijos también conocieran el mundo que ella investigaba. A sus tres pequeños los llevaba de paseo al Planetario con asiduidad y a conocer los telescopios que estaban en las montañas.
Su inicio oficial en el campo científico llegó al ser contratada en 1949 en la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile. Entró a formar parte del Observatorio Astronómico Nacional, y sus primeros trabajos consistieron en la sistematización de datos astronómicos obtenidos por otros compañeros científicos, entre ellos su futuro marido.
En realidad, el equipo que formaron Adelina y Hugo fue muy prolífico desde el punto de vista astronómico, compartiendo una gran cantidad de publicaciones científicas. A lo largo de su vida se pueden encontrar más de 65 publicaciones, y más de la mitad estaban consideradas dentro de la categoría ISI (Instituto para la Información Científica por sus siglas en inglés).
Pero a Adelina Gutiérrez los límites del cosmos se le quedaron siempre pequeños ante su ímpetu por aprender cada vez más sobre la astronomía. De esta forma, a finales de la década de los años 50 viajó a la Universidad de Indiana, en Estados Unidos, y logró doctorarse en Astrofísica en junio de 1964, convirtiéndose así en la primera chilena en obtener ese grado académico dentro.
A su regreso a Chile, y con la motivación y el optimismo que la caracterizaban, Adelina, junto a su marido Hugo Moreno y Claudio Anguita, que era el director del Departamento de Astronomía de la Universidad de Chile, trabajaron en la confección de la primera Licenciatura en Astronomía del país, que recibió a sus primeros alumnos en 1966.
Adelina fue desde el primer momento la responsable máxima de la carrera, gestionando no solo la parte administrativa sino también impartiendo gran cantidad de cursos. Años después, la reconocida astrónoma también contribuyó decisivamente a la confección del temario del Máster en Astronomía (1976), especialidad que continúa impartiéndose en la actualidad en la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile.
En 1967 la Academia de Ciencias del Instituto de Chile invitó a la científica a formar parte como miembro de número de la organización, y también se convirtió en la primera mujer que ingresó en el hasta entonces exclusivo cuerpo científico formado solo por hombres. Ese mismo año, comenzó a trabajar junto con su marido, Hugo Moreno, en el recién inaugurado Observatorio Astronómico de Cerro Tololo.
Entre sus logros en la investigación destacan el ser también pionera en fotometría fotoeléctrica de estrellas australes. Adelina fue autora de una docena de libros y manuales de estudio, entre los que se destacan ‘Determinaciones astronómicas realizadas con teodolito’, que fue su primera publicación redactada 1953, y ‘Astrofísica general’, texto fundamental y obligatorio para varias generaciones de jóvenes estudiantes de la disciplina, redactado íntegramente en español.
‘Observando los astros’ fue otro de sus libros en el que se aprecia su gran conocimiento y su pasión por las materias que le apasionaban. En él asegura Adelina que “los grandes adelantos científicos suelen estar ligados a la invención de nuevos instrumentos. Es por eso que cuando pensamos en el telescopio recordamos inmediatamente su larga y exitosa asociación con la astronomía. Si no fuera por esta interacción, nuestro conocimiento actual de los cielos sería similar al que tenían los astrónomos del Renacimiento, que pensaban que el Sistema Solar llegaba hasta la órbita de Saturno y que el límite exterior de nuestro universo eran las estrellas visibles a ojo desnudo”.
Adelina Gutiérrez se jubiló el 30 de diciembre de 1987. No obstante, siguió trabajando a tiempo parcial y con jornada reducida hasta el 30 de junio de 1998, cuando abandonó el trabajo científico.
En el año 2000 falleció su compañero de trabajo, de vida y padre de sus tres hijos. Quince años después, cuando Adelina tenía 89 años, falleció en la capital que la vio nacer, Santiago, el 11 de abril de 2015. En su honor, la Academia Chilena de Ciencias creó el Premio de Excelencia Científica Adelina Gutiérrez, que distingue a investigadoras jóvenes menores de 40 años.
El legado de Adelina Gutiérrez sigue vigente al quedar plasmado en varios aspectos: en su dedicación a la divulgación científica, con textos de gran actualidad y que son manuales universitarios; en su labor de acercar las ciencias a las mujeres, y en saber compaginar su desempeño profesional con la formación de un hogar en unos tiempo en los que ninguna iniciativa era sencilla ni accesible para las mujeres.