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Opinión

Juventud, lengua y cultura: la voz unida que el mundo hispano necesita

Otros ven lo que a nosotros nos cuesta reconocer: que el mundo hispano tiene la capacidad de ser un actor relevante en el siglo XXI

Hace años, cuando trabajaba en un despacho de abogados chino, me sorprendía la forma en que mis colegas veían el mapa del mundo. No lo miraban desde el eje tradicional europeo, sino desde una perspectiva estratégica distinta, en la que el bloque hispano aparecía con una potencialidad evidente. Veían la posibilidad de que más de 20 países, unidos por una misma lengua y con una ...

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Hace años, cuando trabajaba en un despacho de abogados chino, me sorprendía la forma en que mis colegas veían el mapa del mundo. No lo miraban desde el eje tradicional europeo, sino desde una perspectiva estratégica distinta, en la que el bloque hispano aparecía con una potencialidad evidente. Veían la posibilidad de que más de 20 países, unidos por una misma lengua y con una población joven vibrante, actuaran como un actor global.

Esa visión la he vuelto a encontrar en los ojos de muchos americanos a lo largo de los años. Y, sin embargo, me sigue llamando la atención que seamos precisamente los propios hispanos quienes más dificultad tenemos para reconocernos en esa grandeza. Con frecuencia, nuestras miradas están más ancladas en el pasado que orientadas hacia el futuro.

Hoy quiero poner el foco en ese futuro y en los tres activos que nos pueden dar una voz unida y poderosa en el escenario global: nuestra juventud, nuestra lengua y nuestra cultura.

La juventud como motor de futuro

América Latina y el Caribe albergan cerca de 160 millones de personas entre 10 y 24 años, lo que equivale a una de cada cuatro personas en la región. La comparación con otras zonas del mundo es reveladora: en Europa esa franja apenas representa el 16 % de la población; en América del Norte, el 19 %; en Asia, aunque la cifra absoluta es mayor —más de 1.100 millones de jóvenes, alrededor del 25 %—, muchos países ya atraviesan un acelerado proceso de envejecimiento.

En nuestra región la tendencia apunta a que ese “bono demográfico” no será eterno. La tasa de fertilidad ha pasado de cinco hijos por mujer en 1970 a unos 1,9 hoy, y el crecimiento poblacional se ha reducido al 0,6 % anual. Esto significa que todavía conservamos una ventana de oportunidad generacional, pero que se está cerrando.

Los jóvenes hispanos son hoy una fuerza creativa global. Están detrás de startups tecnológicas, proyectos sociales, movimientos medioambientales y una cultura digital que trasciende fronteras. Apostar por ellos no es solo una política social: es un imperativo estratégico si queremos que nuestra voz tenga peso en las discusiones globales sobre innovación, sostenibilidad o desarrollo humano.

El español como infraestructura compartida

El segundo gran activo es nuestra lengua. Más de 500 millones de personas hablamos español. No es solo un idioma: es una infraestructura común que nos conecta en el día a día, en el conocimiento y en la cultura.

Gracias a él, un estudiante en Bogotá puede debatir sin barreras con otro en Madrid; un emprendedor en México puede inspirar a jóvenes en Lima; un libro escrito en Buenos Aires puede ser leído en Santo Domingo o en Nueva York. La lengua multiplica nuestra capacidad de crear redes, compartir ideas y generar impacto.

En un mundo atravesado por la fragmentación y las tensiones geopolíticas, el español puede convertirse en el terreno fértil donde construir una esfera hispana de futuro: un espacio digital, cultural y educativo en el que circule conocimiento, se impulsen colaboraciones científicas y se articule una voz propia en debates globales como la inteligencia artificial, la transición energética o el cambio climático.

La cultura como identidad que nos proyecta

El tercer pilar es la cultura. Aquí no hacen falta cifras para entenderlo: basta la experiencia. Cuando un español llega a Colombia y se siente en casa; cuando un argentino viaja a Perú y reconoce en la comida, en la música o en los gestos algo propio; cuando un dominicano escucha un acento mexicano y no le resulta ajeno. Esa identificación no necesita explicación, se siente.

La cultura hispana ya es global. La música urbana en español lidera las listas internacionales, nuestras series viajan a plataformas globales, nuestra literatura sigue inspirando y nuestra creatividad digital abre nuevas fronteras. Esa cultura es un patrimonio vivo que nos cohesiona, pero también una plataforma para proyectarnos al mundo.

Si conseguimos convertir nuestra riqueza cultural en un proyecto compartido, tendremos no solo una identidad más fuerte, sino también un poder de influencia en las grandes conversaciones globales. Porque la cultura es también futuro: genera confianza, crea vínculos, alimenta innovación.

Una voz unida en el siglo XXI

Otros ven lo que a nosotros nos cuesta reconocer: que el mundo hispano tiene la capacidad de ser un actor relevante en el siglo XXI. Esa voz no se construirá únicamente desde los gobiernos o las instituciones, sino desde nuestros tres grandes activos: los jóvenes que marcan el pulso de la innovación, la lengua que nos conecta como infraestructura común y la cultura que nos da identidad y proyección.

El reto es dejar de mirarnos como fragmentos dispersos y empezar a reconocernos como comunidad. El español nos une, la cultura nos da sentido y los jóvenes nos marcan el camino. Si sabemos articular estos tres pilares hacia una visión de futuro, tendremos no solo presencia, sino capacidad de influencia en los temas que definirán nuestro tiempo: sostenibilidad, digitalización, igualdad, innovación.

El futuro hispano no está escrito. Pero si logramos sumar juventud, lengua y cultura como fuerza común, será un futuro que se piense, se cree y se comparta en español.

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