América Latina no es de derechas
No nos dejemos llevar por las apariencias. En la región hay un pulso entre ideas progresistas y conservadoras que tiene un alto grado de heterogeneidad
No debemos caer en la trampa de repetir lo que muchos deliberadamente quieren instalar.
La región latinoamericana no es mayoritariamente de derechas.
No. No lo es.
Y no lo es ni siquiera ahora que Bolivia dejó de estar gobernada por el MAS (la preside Rodrigo Paz); ni con Chile presidida por Kast; ni luego de la derrota de la izquierda hondureña en la última cita electoral presidencial.
Miremos tres criterios para refutar esta tesis tan pregonada como falsa.
1.Por un lado, analizamos los datos en relación a la riqueza económica.
El 73% del PIB latinoamericano está en manos de gobiernos de izquierda, y el resto, 27%, de derecha. No hay que obviar que los dos países más grandes económicamente hablando son Brasil y México, y están presididos por Lula y Sheinbaum, respectivamente.
2. Por otro lado, analizamos los datos en relación a la población.
El 74% de la población latinoamericana está en manos de gobiernos de izquierda, y el resto, 26%, le corresponde a la derecha.
3. Por último, analizamos los datos al número de países.
Esta sería la única variable en la que existe una superioridad para gobiernos de derecha. Aunque no con una diferencia tan abrumadora como se dice. Hay un 42% de gobiernos que son de izquierda; el 58% son de derecha.
Con estos números encima de la mesa, no sería riguroso suscribir la tesis de que la región latinoamericana giró drásticamente a la derecha. En lo económico y poblacional, en absoluto; en número de países, sí, pero no es un giro radical.
Por si estos argumentos fuesen insuficientes, también nos parece apropiado revisar qué ocurre en clave de sentidos comunes. Es decir: ¿cambió radicalmente la matriz de sentidos comunes en la región? ¿Las ideas protagónicas ahora son más conservadoras y neoliberales?
La respuesta es no. No hay predominancia de los valores y principios que defiende la derecha en América Latina.
Lo que sí hay es una disputa. Un pulso entre ideas progresistas y conservadoras que tiene como resultado un alto grado de heterogeneidad en las preferencias sociales, que si somos rigurosos, no deberíamos encasillar con categorías reduccionistas o con titulares grandilocuentes.
Esta complejidad exige matizar constantemente. Porque no hay un vector dominante ideológico. Ni en una dirección ni en otra.
Podemos encontrar que hay individualismo para algunos asuntos al mismo tiempo que también hay una visión colectiva para otros. Se demanda mayoritariamente más servicios públicos en materia de salud y educación (véase cualquier análisis de Lapop o Latinobarometro; o los propios informes de Celag Data), pero también hay preferencias mayoritarias a favor de propuestas reaccionarias en materia de lucha contra la inseguridad. Se exige más libertad individual, pero también se quiere un Estado más protector cuando existe cualquier coyuntura adversa. Se cuestiona la eficiencia y el trato de muchas instituciones públicas, pero también se cuestiona la eficiencia y el trato de la banca privada, telefonía privada, etc.
Esta sensación de caos y contradicción es un fiel reflejo de la realidad. Es así como piensa una gran mayoría latinoamericana. La matriz ideológica es heterogénea. Ese tira y afloja de sentidos comunes es la base esencial de la pugna política e ideológica. No hay supremacía del eje conservador en todas las variables; ni tampoco de la visión más progresista.
En conclusión, es falsa la tesis del giro a la derecha de América Latina. La región está en disputa.