Lula se viste de estadista de nuevo para afrontar la crisis venezolana
El presidente brasileño encabeza la principal iniciativa diplomática para que Maduro entregue las actas y buscar a partir de ahí una solución negociada
El veterano Luiz Inácio Lula da Silva, con 78 años y en su tercer mandato como presidente de Brasil, vuelve a vestirse el traje de estadista para buscar una salida dialogada a la crisis abierta en Venezuela por las crecientes sospechas de que el chavismo se apuntó una victoria en las elecciones presidenciales del 28 de julio que correspondería a la oposición. El brasileño y la diplomacia de su país se han convertido en el principal nodo de múltiples movimientos internacionales con la mira puesta en aclarar, con las actas oficiales en la mano, quién ganó. Y que el contencioso se resuelva de manera pacífica y entre venezolanos, mediante una negociación entre el Gobierno chavista y la oposición.
Este papel central de Lula en la crisis venezolana ha sido reconocido de cierta manera por los 30 expresidentes latinoamericanos y españoles, mayoritariamente de derechas, que este lunes dedicaron una carta abierta al presidente brasileño —no al estadounidense Joe Biden o al francés Emmanuel Macron— en la que acusan a Nicolás Maduro, de 61 años, de “usurpar la voluntad popular” y exhortan a brasileño “a hacer prevalecer la democracia” en el país. Lula ha mantenido en estos intensos días contactos tanto con el mandatario estadounidense como con el francés.
Lula encabeza, además, una iniciativa diplomática a tres bandas con los presidentes de los otros dos grandes países latinoamericanos gobernados por la izquierda, a los que en principio Maduro vería con menos reticencias que a otros interlocutores: Andrés Manuel López Obrador, de México, y Gustavo Petro, de Colombia. Una mediación que la Administración Biden apoya oficialmente. De este trío, el brasileño es, sin duda, el que mejores contactos internacionales tiene. Y, como sus colegas, también tiene capacidad de interlocución tanto con el Gobierno chavista como con la oposición que lidera María Corina Machado, de 56 años.
El mensaje de ese trío de países a Maduro vendría a ser que ellos son mediadores idóneos para resolver la crisis por las buenas. Pero lo primero que exigen, a cambio, Brasil, Colombia y México (en lo que ya es un clamor que incluye otros muchos países e incluso al papa Francisco y Cristina Fernández de Kirchner) es que las autoridades electorales entreguen las actas de votación de cada una de las mesas electorales y que haya una “verificación imparcial”.
“Esas actas contienen la verdad factual [de la elección], son el primer paso en cualquier proceso”, decía hace unos días una fuente de la cancillería brasileña. La expresidenta argentina imploró a Maduro: “Le pido, no solamente por el pueblo venezolano, por la oposición, la democracia, [sino] por el propio legado de Hugo Chávez, que publiquen las actas”.
Nueve días después de las votaciones, prácticamente nadie ha reconocido la victoria de Maduro más allá de China, Rusia, Nicaragua y Cuba (y para incomodidad de Lula, el Partido de los Trabajadores, que lidera). Y, aunque los llamamientos, las gestiones, los mensajes de mandatarios demócratas se suceden, todavía no hay ni rastro de las actas oficiales. En el trío de gobiernos de izquierdas nadie habla en público por el momento de plazos.
Brasil ha visto con buenos ojos el mensaje en el que, este martes, la líder de la oposición venezolana ha pedido a sus seguidores que mantengan prietas las filas, que tengan paciencia, que hay momentos para protestar en la calle, y momentos en los que un repliegue táctico es más eficaz. Un tono más cauteloso que el mostrado, según fuentes diplomáticas brasileñas, la víspera al suscribir un comunicado pidiendo a los militares que den la espalda al chavismo, que respondió abriendo sendas investigaciones penales contra Machado y Edmundo González Urrutia.
Entre las señas de identidad de la diplomacia brasileña, desde hace décadas, destacan la aversión a cualquier estridencia, la cautela con gestos y declaraciones, no dejarse llevar por las prisas y mantener como sea los cauces diplomáticos abiertos con todos los implicados en una crisis. Sobre la mesa, la posibilidad de que los presidentes Lula, López Obrador y Petro mantengan esta misma semana una conversación telefónica con Maduro, sea conjunta o individual.
Este martes, el ministro de Exteriores español, José Manuel Albares, ha contado que está en contacto permanente con el canciller brasileño, Mauro Vieira, y ha insistido: “Es imperativo que se entreguen las actas para reconocer los resultados electorales, y [que] se respeten los derechos humanos”. El brasileño aprovechó su visita de Estado a Chile para tratar el tema con Gabriel Boric, cuyas firmes posiciones y abiertas críticas al chavismo lo han dejado fuera del trío de izquierdas.
Las autoridades electorales de Venezuela acababan de proclamar a Maduro vencedor sin pruebas cuando Biden quiso conversar con Lula. En el posterior mensaje conjunto exigieron la divulgación de todos los boletines, alertaron de que este es “un momento crítico para la democracia en el hemisferio” y, para apuntalar su idea, recordaron que las democracias que ambos presiden —las dos más pobladas de América— sufrieron violentos ataques en los últimos años. El brasileño también habló con el mandatario de mayor peso político en la Unión Europea, el francés Macron. Desde la UE, Alemania, Francia, España, Italia, Países Bajos, Polonia y Portugal se han sumado a la exigencia de transparencia.
La negativa del chavismo a aportar pruebas de la proclamada victoria de Maduro (por un 51% frente a un 44%) le sirve para ganar tiempo, pero contribuye a incrementar las sospechas de fraude y a elevar la desconfianza incluso de los gobiernos amigos. La oposición, con la experiencia de los múltiples obstáculos que ha tenido en esta carrera presidencial y unida como nunca en tiempos recientes, diseñó una hábil estrategia: recopiló copia de los boletines del 83% de las mesas electorales y volcó esa descomunal base de datos en Internet. Según esa información, Machado y los suyos sostienes que su candidato, Edmundo González Urrutia, arrasó en los comicios con un 67% de los votos, frente al 30% del actual presidente.
Y, mientras los teléfonos ardían, Brasil supo sacar provecho de una oportunidad que se abrió cuando el Gobierno venezolano decidió expulsar de manera fulminante a todo el cuerpo diplomático de Argentina, Chile, Costa Rica, Perú, Panamá, república Dominicana y Uruguay. Ordenó a sus diplomáticos en Caracas que asumieran la representación de Argentina, en cuya Embajada se refugian desde hace cuatro meses seis estrechos colaboradores de Machado. Con esa decisión, Lula enviaba un mensaje a Maduro, además de tener un gesto conciliador y de enorme calado político con la oposición venezolana y con el argentino Javier Milei. Brasil tiene intereses y adversarios, pero presume de no tener enemigos.
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